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Algo más que palabras

  • VÍCTOR CORCOBA
  • 1 jun
  • 3 Min. de lectura

INDEFENSOS SIN DEFENSA; ES LO PROPIO DE UN MUNDO DESHUMANIZADO




“Liberarnos del dominio del mal o bajarnos del pedestal del vicio nos corresponde a todos, para que reine el bien y la bondad en la vida, el amor y la paz”.


​Hay que superar la lógica de la pugna, del odio y de la venganza para redescubrirse miembros de un mismo tronco viviente, todos necesarios e imprescindibles, al menos para no sentirnos desamparados y poder injertar latidos de concordia. Por desgracia, cada día son más los niños que soportan guerras o que son víctima de los enfrentamientos entre sus progenitores dentro del propio hogar, retándose a horrores indescriptibles. Sin duda, más pronto que tarde, hemos de huir de esta envenenada atmósfera, activando la ayuda humanitaria entre sí, mayormente con aquellas personas débiles y desabrigadas. En efecto, liberarnos del dominio del mal o bajarnos del pedestal del vicio nos corresponde a todos, para que reine el bien y la bondad en la vida, el amor y la paz.

​Necesitamos vivir esa quietud que nos inste a repensar acontecimientos; máxime en un tiempo en que la familia humana se ha globalizado, pero ha perdido el gozo de lo armónico y, además, ha extraviado el sentido de pertenencia fraterna. No podemos continuar así, hace falta custodiar toda existencia y rechazar las contiendas, socorriendo a los que sufren y apoyando a los más perdidos, protegiendo nuestro propio hábitat y resguardando a los más huérfanos. Seguramente, para ello, tendremos que desatar los nudos del egoísmo y volver a atar los nexos vinculantes, para disipar las nubes oscuras de lo perverso. Realmente cuesta entender que, los aprendices o seres en formación; se vean atrapados en el punto de mira, de las partes en conflicto, a una magnitud asombrosa.

​El blanco de los ataques se dirige hacia las personas más endebles, esto es una realidad. No están a salvo ni en su morada familiar, mientras duermen en sus casas o juegan al aire libre, estudian en la escuela o buscan atención médica en los hospitales. Los datos estadísticos están ahí, en la mayoría de los casos, las muertes y mutilaciones de chavales fueron causadas por el uso de artefactos explosivos, incluso en zonas pobladas. Factores como el sexo, la edad, la discapacidad, el origen étnico, la religión, la ubicación geopolítica y la situación económica, determinan principalmente el riesgo de una criatura para que sea reclutado, la forma en que es explotado y las violaciones que sufre. Desde luego, la forma más eficaz de salvaguardarlos es eliminar su participación en los conflictos armados.

​La infancia es el periodo vivencial más vulnerable de la persona en los trances peleados; y, aún más, aquellos con deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales, son más frágiles y, por ende, es más probable que sufran estigmatización y discriminación, careciendo de acceso a servicios básicos, convirtiéndose tanto en objetivos como en instrumento de batalla. Está visto que nos falta unión y unidad, mientras nos sobra división e indiferencia. Es verdad que las diversas religiones no tienen la fuerza política para imponer el orden, pero transformando al individuo desde dentro, invitándolo a deprenderse de lo maligno, lo orientan hacia una actitud de reposo, de acogida consigo mismo y los demás, principalmente de aquellos que necesitan nuestro auxilio.

​Sea como fuere, es necesario redoblar esfuerzos para proteger a los millones de indefensos sin defensa alguna, afectados por la situación variada de bretes, ya sean sociales o domésticos, comenzando por promover una mayor conciencia personal y acabando por garantizar la rendición de cuentas. Es imperdonable e inconcebible esta deshumanización e inhumanidad vertida, al ver a multitud de impúberes comercializados, violados, asesinados y que nuestro interior no se rebele y que nuestro sentido de dignidad tampoco se conmueva. Ello representa una fuerte crisis de humanidad. La paz es un derecho de todos los pequeños y una obligación de todos los mayores. Al fin y al cabo, lo que se le de a los niños ahora, que son la esperanza del mundo, lo darán asimismo a la colectividad en el mañana.

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