- AFP
El mundo puede acabarse por la violencia existente

La noticia que siempre vamos a ver a nivel local, nacional e internacional es sobre violencia, lamentablemente esa es la noticia en el mundo y la violencia sigue en incremento. La violencia generada por las acciones humanas tiene múltiples manifestaciones. Los incendios que corroen los boques y praderas de Europa, por ejemplo, se achacan al cambio climático, pero este último es un resultado de las acciones humanas en la naturaleza, a lo que se suma la imprudencia o la enfermedad de quienes encienden las llamaradas que se tragan todo en segundos. Los acontecimientos recientes del tren en Valencia, España, que, sorprendentemente no lleva más personal que la maquinista, es revelador de hasta dónde la violencia se ha introyectado como algo normal en la vida del mundo. Quizá eso sea lo más terrible. Vemos los bombardeos en varias partes del mundo mientras comemos o estamos con un trago en la mano frente a las pantallas de la televisión. Otra lucha más debemos sostener: evitar que esas imágenes se nos presenten como espectáculo y las aceptemos como partes de la vida cotidiana. Para un antropólogo, la reflexión se deriva hacia los resultados de convertir cada vez con mayor celeridad, a la naturaleza en un medio cultural. Si la Cultura, con mayúsculas, y desde el punto de vista antropológico, es un resultado de las acciones humanas sobre la naturaleza, la simbolización de esos resultados, y las formas de vivir a las que da cauce, entonces la reflexión va hacia los contextos del accionar cultural. Y esos contextos en el mundo actual son sociedades profundamente desiguales regidas por economías políticas capitalistas o sus variantes, que provocan el bienestar minoritario y profundizan la precariedad de la inmensa mayoría de la humanidad. ¡Cómo no existirá la violencia en un mundo cultural de esas características! Apuntan las fuentes de información que el 99% de la población mundial permanece en la pobreza mientras el 1% disfruta de los beneficios que resultan del trabajo de la población del mundo. Consultando estadísticas en diferentes fuentes, la frialdad del dato tiene un trasfondo de sufrimiento y de violencia: 3, 600 millones de personas en esta nuestra Tierra, poseen juntas lo que 62 personas del gran set de millonarios. Son datos increíbles. Y se sigue diciendo que esta economía política es la que garantiza la libertad y la prosperidad humana. La violencia acompañada o cobijada por el cinismo. Todo indica que el trabajo social pierde todos los días: los salarios se estancan, no hay protección social suficiente, el llamado estado de bienestar disminuye cotidianamente; la violencia acompaña la vida de cerca de mil millones de seres humanos que viven en lo que eufemísticamente se llama “pobreza extrema,” es decir, arrastrando su humanidad por los basureros para conseguir comida. Hasta documentales existen mostrando la miseria de millones de seres humanos que husmean por las trastiendas de los restaurantes para alimentarse con las sobras. Y el cinismo lleva a localizar las consecuencias de la desigualdad social en la violencia, se dice, que producen los que no tienen nada. ¡Deberían contemplar en paz su destino! Porque así lo decidió quien sabe quién. Por supuesto que es violencia la desnutrición y la mortandad infantil que con frialdad transmiten los noticieros. Las imágenes de África, por ejemplo, llegan a todo el mundo mostrando las consecuencias del colonialismo y de la abismal desigualdad social que existe en ese continente. Pero en ¿dónde no está presente la tragedia de la explotación del trabajo humano? En Latinoamérica y el Caribe, la precarización de la población va en ascenso. Y lo expresan dramáticamente las masas de migrantes que se dirigen a lo que piensan que es la tierra que fluye leche y miel: los Estados Unidos. En América Latina y el Caribe, la desigualdad está a la vista no sólo en los barrios marginales de las grandes ciudades sino en las esquinas de cada calle, en las que se amontonan las personas pidiendo dinero. Cada vez existe un mayor número de niños limosneros que son, a su vez, explotados. Y por supuesto, la violencia es cotidiana: asaltos, incendios, ejecuciones, robos.

En México, incluso, hay una violencia concertada para desprestigiar al gobierno de izquierda, además de la que resulta de la propia desigualdad social. Los acontecimientos más recientes de ataques a tiendas de consumo rápido, incendio de vehículos, secuestros muestran un patrón que supongo está bajo la lupa de los servicios de inteligencia. La violencia de los sucesos en los que perdieron la vida los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa hace ocho años, recientemente reveladas con mayor detalle, llevaron a la conclusión expuesta por los mismos funcionarios que investigan el caso, de que se trata de un crimen de Estado. Impresionante. Y uno puede parafrasear esa declaración diciendo que la violencia de hoy en el mundo con todas sus terribles consecuencias es un crimen del capitalismo, un régimen que lleva a la humanidad a los abismos, destruyendo al mundo y a la propia sociedad.