La aventura de ser mamá: Creciendo de manera acelerada
- ALEJANDRA OROZCO
- 23 feb
- 3 Min. de lectura
El otro día, mientras acomodábamos la ropa en casa, de repente apareció un zapatito: color rosa, con unicornios y arcoíris, que cabía y hasta le sobraba espacio en la palma de mi mano, era el par del otro zapato que hace ya un par de años no encontraba por ningún lado, y que no le pude poner a Renata por lo mismo, fue un regalo de una amiga en cuanto le dije que Elisa venía en camino, aún no sabía si era niña o niño, pero vio los zapatitos y no dudó en regalármelos.

Pero ¿qué tiene que ver ese zapato con la columna de hoy? Pues que verlo me hizo volver en el tiempo, a cuando las niñas eran bebés y sus piecitos entraban en esos curiosos zapatos, ni siquiera los necesitaban porque aún ni caminaban, pero se les veían divinos con su ropita toda hermosa que se heredaron una a la otra y que las hacía ver adorables.
Vi ese zapato y me llené de nostalgia… cuántas veces me ganó la desesperación porque pasara alguna etapa difícil en su crecimiento -todavía me gana, pero en ese entonces no dimensionaba-, yo pedía que ya crecieran para que hablaran y me pudieran decir qué les dolía, qué sentían, qué pensaban, y hoy, me encantaría que sus pies siguieran entrando en ese calzado tan peculiar.
Eli y Reno se llevan casi dos años, Renata acaba de cumplir tres y Elisa está a una semana de cumplir cinco, y ya son de la misma talla de zapato, estos tres años los pasamos fácil en cuanto a ropa y calzado porque todo lo que Elisa dejaba lo iba usando Renata, pero ahora que ya la alcanzó, es como tener gemelas y tener que comprar todo x2 y de la misma talla.

Eli es todavía más alta, pero es muy delgada, Renata se está estirando muchísimo, ya no es gordita pero su complexión es distinta a Eli que es larguirucha, por eso fácilmente pueden compartir incluso talla, lo que también conlleva pleitos porque una quiere lo que tiene la otra y viceversa, todo tiene que ser igual.
A Elisa la acaban de seleccionar para la escolta, porque ya en agosto entra a tercero de kinder, su último año y de ahí se irá a la primaria, y eso también me hizo recordar canciones noventeras y pedirle al tiempo que se detenga muchos años… están creciendo rapidísimo, aunque suene a cliché, y yo siento que se me escapan de las manos todos esos momentos que con recelo trato de atesorar.
Ser mamá de dos niñas es increíble, en nuestros mejores días jugamos las tres juntas, nos convertimos en cómplices y nos reímos sin razón, ellas aún se siguen peleando por las cosas más tontas, pero a su vez en la escuela se defienden una a la otra, hacen sus planes e inventan sus juegos solas y se divierten juntas, eso me encanta y no puedo esperar a seguir viéndolas crecer y ser las mejores amigas que la vida les pudo dar.
Y luego digo: ¿cuál es la prisa? Espérate, disfrútalas, el otro día leí una frase que sacudió mi mundo: y es que nunca, estarán tan pequeñas otra vez, como lo están el día de hoy… toca atesorar estos momentos y disfrutar su niñez con ellas, aprovechar esta segunda oportunidad que me da la vida de pasar por la infancia otra vez, y disfrutarla acompañada de mis niñas.
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