La aventura de ser mamá: Los tres primeros años posparto
Tuxtla.- Durante toda esta semana, he estado pensando y recordando todas esas cosas que pasaron por mi mente cuando recibí a Elisa recién nacida, lo complicado que fue el inicio de la maternidad y el anhelo que tenía de verla ya más grande, de escucharla hablar y de que tomara sus propias decisiones… hoy me doy cuenta de que el tiempo está pasando, más rápido de lo que parece, y que todavía estoy a tiempo de hacer mejor muchas cosas.
Creo que muchas mamás van a coincidir conmigo en que el momento que sales del hospital con tu bebé en brazos suele ser un shock: ¿y ahora qué hago? Los niños no vienen con manual de instrucciones, y muy aparte de no saber cada cuánto alimentarlo, cómo se cambia un pañal o qué hacer para bañarlo sin que se te caiga de las manos, creo que el shock más grande es darte cuenta que a partir de entonces, serás responsable de la vida de alguien más de por vida.
En los momentos donde tenía a Eli en brazos, pensaba mucho cómo iba a ser cuando creciera, ahora a sus tres años la veo como una niña bailarina, muy inteligente, curiosa, parlanchina, de carácter fuerte, ocurrente y mil cosas más, ahora ya no me pide chichita para dormir, ya se empieza a quitar y poner tanto ropa como zapatos ella sola, se peina sola, a veces hasta se duerme sola… precisamente cuando está dormida veo cuánto ha crecido y el espacio que ocupa en la cama, y siento que se me está pasando el tiempo de volada.
A Renata todavía la cargo, pero ya camina y se la pasa explorando, ella ahorita está pasando por una fase de mamitis, pero sé que no es para siempre, está a nada de pasar de lactantes a maternal, y el próximo año se estaría yendo al kinder -mientras que Elisa ya en unos meses entra-; voy a dejar de tener niñas de guardería para ser mamá de kinder y aún no me cae el 20… ¿cómo? Si apenas hace unos meses estaba porteando y extrayéndome leche… no me lo puedo explicar.
Tener niñas que están creciendo tiene sus pros y sus contras… en parte, hay ratos donde ya puedo dejarlas jugando juntas y al menos me puedo sentar, también son menos los despertares nocturnos -siempre y cuando a Renata no le esté saliendo algún diente-, ya pueden comer de todo sin estar cargando papillas o estar contando a qué hora fue la última toma de leche materna.
Por otro lado, ya las dos usan casi la misma talla, lo bueno es que se pueden prestar ropa, lo malo es que Renata está dejando un chorro de ropa que me encantaba, y me cae el 20 de que ya no tiene caso que la guarde para el próximo bebé, al menos ya no de nosotros porque no está en los planes… ahí si duele ver el tiempo pasar, cuando sabes que ya no se van a poder poner el vestidito de lunares o el pantalón de dinosaurios y te da nostalgia.
Reno ya se está soltando a hablar, ya no tarda, ya dice mamá, papá, abu, Eli, agua, Mika, Nala, cuando quiere dice titi y se da a entender súper bien, también obedece cuando se le dice algo, pienso que no tarda en soltarse, y es que Elisa empezó a las ocho meses pero estaba muy adelantada, Renata va bien, a su ritmo, y tiene más habilidades físicas que Elisa a su edad, por ejemplo ya sabe subirse a la resbaladilla, cada una tiene lo suyo.
Elisa, por su parte, ya es más comprensiva y se porta mejor en algunas situaciones, por ejemplo ya se porta bien cuando la llevo a mi trabajo y hasta me pide ir conmigo, el otro día acompañó a mi cuñada a la estética, cuando le dices que ya no puede ver videos o que tenemos que irnos de los juegos lo comprende, aunque claro, de repente sigue teniendo sus desbordes y berrinches, lo normal, solo que creo que ya le estoy agarrando la onda.
El otro día Rodrigo y yo tuvimos una plática que me hizo darme cuenta de que estoy mucho tiempo de mal humor, todo el tiempo me estoy quejando, regañando, pidiendo que se comporten para que yo pueda hacer mis cosas, y en ese afán se me va la vida de mis hijas, me estoy perdiendo momentos que nunca van a regresar, que son parte del día a día y que más pronto de lo que pienso van a pasar, y yo pediré con todas mis fuerzas regresar en el tiempo.
Obviamente me cuesta, pero estoy tratando de ser más paciente, de seguirles el juego, de transformar los regaños en momentos divertidos, de pedirle las cosas como un juego en vez de regañarla, y de entender que ellas son solo niñas, que está en mi regular mis emociones para poderle transmitir eso a ellas, además no está padre estar estresada todo el tiempo, a veces ni yo misma me aguanto.
Esta semana ha sido muy diferente, menos pesada, más llevadera, y quiero seguir así, el fin de semana empecé a sentir que otra vez la desesperación y la amargura se apoderaban de mi, entonces tengo que calmarme y pensar en cómo mi vinculo con ellas mejora cuando decido ser una mamá más responsable, paciente y simplemente dejarme fluir, incluso me han sorprendido cuando me dejo llevar por ellas y sus ocurrencias.
Parte importante en esto también ha sido tener tiempo para mi, no estar todo el día dedicada al trabajo y a las niñas, cosas tan sencillas como ir por mi pedicure mientras Rodrigo las cuida me dan un poco de cordura, para recargar pilas y recordar que yo también soy importante, que en la medida que ellas tengan una mamá feliz y en paz, van a ser niñas que crezcan felices y en paz, todos los días me pregunto qué recuerdo tendrán ellas de mi cuando crezcan, y ahí es donde lucho para que me recuerden como una mamá relajada y buena onda que las supo educar, en vez de dañarlas siendo una mamá enojona y amargada que no les fue suficiente.
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