La aventura de ser mamá: Niños a prueba de todo

¿Alguna vez se han preguntado por qué los niños son un imán de caídas y golpes? Tal parece que hay algo en ellos que los invita a hacer todo lo que uno les pide que no hagan, a desafiar las leyes de la física y la gravedad, siempre están buscando el peligro y probando qué tan resistente es su cuerpo, o qué tan susceptibles son a los accidentes y caídas.

Cuando empiezan a caminar, es cuando más se preocupa uno por ellos, la cintura duele de tanto andar agachados para tenerlos al alcance, de seguirlo de cerca, a un paso de distancia por si se van para atrás o para adelante, pero no canten victoria, pues a medida que van creciendo mejora su coordinación, motricidad y habilidades, pero se vuelven más atrevidos y intrépidos, para desgracia nuestra.

La primera caída por lo regular es de la cama: Elisa no tenía ni un año cuando se nos cayó de la cama una vez, y ni siquiera estaba dormida, la teníamos sentada entre mi mamá, mi suegra y yo, y aún así se nos resbaló hasta el piso, no le pasó nada pero se espantó, nos espantamos y obviamente nos dio coraje el descuido, es de las primeras veces que uno siente culpa.

Es algo que pasa cuando una es primeriza, por eso con Reno tuvimos más precaución pero tampoco se libró de la caída, solo que tardó un poco más y apenas fue hace un par de meses que se nos cayó de la cama dormida, porque es muy loca para dormir… pero es que dicen que hay dos clases de niños: los que ya se cayeron y los que todavía se van a caer, y sí es cierto.

Caídas más graves, afortunadamente no han tenido, sí ha habido sangre y golpes feos, pero no ha pasado de ahí, Renata es la que ha tenido las caídas más feas, en la guardería más de tres veces nos la regresaron con chipotes porque se caía de la silla o se tropezaba, le ha pasado mucho también el caerse y lastimarse el labio con sus propios dientes, así que el sabor de la sangre ya lo conoce, más de lo que nos gustaría, la verdad.

Elisa también se cae mucho, pero ella por despistada o porque corre mucho, no se ha lastimado tanto pero el susto nadie nos lo quita, apenas este fin de semana se cayó corriendo y se raspó el brazo bien feo, al principio cada caída nos preocupaba mucho y a Rodrigo le daba mucho coraje, pero creo que poco a poco hemos ido relajándonos o tratando de ser conscientes de que son niñas y siempre se van a caer, porque no viven sentadas o atadas a una cama, sino que son muy activas y traviesas.

Incluso, cuando las hemos dejado al cuidado de alguien más y se caen o lastiman bajo su supervisión, nos hemos llegado a molestar, pero ni bajo nuestra custodia se han librado de los golpes y caídas, la verdad es que también conocemos a las niñas y sabemos lo inquietas que son, así que no nos queda más que cuidarlas lo mejor que podemos, pero también dejarlas ser, experimentar y aprender de las caídas, aunque ¿no les pasa que por más que se acaben de caer o golpear, ahí van a brincar y correr otra vez, casi de inmediato?

Creo que las caídas y los golpes son parte inevitable de la infancia, aunque aquí se estén cayendo y aquí estén corriendo de nuevo, poco a poco las caídas les irán enseñando, irán aprendiendo de sus tropiezos -literal- y a nosotros solo nos toca estar ahí, vigilándolos lo más cerca posible, consolándolos y curando sus heridas, mientras a su vez, nosotros aprendemos a soltarlos, a no ser tan aprehensivos, y a ser su lugar seguro cuando caigan: el punto es que siempre que necesiten ayuda, estemos ahí, cerca, viendo por ellos y que sepan que pueden contar con nosotros.