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  • EDITORIAL

Las mujeres mexicanas como siempre enfrentando barreras


Las mujeres en México enfrentan fuertes obstáculos de género para su inclusión económica dentro del sistema laboral, las cuales se suman a diversas barreras estructurales que producen pobreza y desigualdad para el conjunto de la población. Padecen mayor exclusión, están ancladas a tareas de cuidado y domésticas sin remuneración y, en contraparte, la mayoría de quienes trabajan lo hacen en condiciones precarias y críticas, ya sea en el empleo formal o en la informalidad. Con motivo del Día Internacional de la Mujer, Acción Ciudadana Frente a la Pobreza elaboró el Reporte Especial “Raíces económicas de la desigualdad: exclusión y precariedad laborales de las mujeres en México”, un detallado diagnóstico sobre la situación del sector femenino en el mundo laboral.

Una situación que arrastra sin cambios desde hace décadas y ante la cual no hay suficientes iniciativas que permitan superar esa condición. De acuerdo con datos del INEGI, en el país hay 28.4 millones de mujeres sin ingreso laboral propio; son más de la mitad del total de mujeres en edad de trabajar (54 %). Este conjunto suma a quienes no tienen trabajo y a quienes tienen ingreso cero. Son mujeres en condiciones de mayor riesgo y vulnerabilidad. l sistema laboral tiene excluidas a 21.5 millones de mujeres, de las cuales casi 4.4 millones están desempleadas y 17 millones no están disponibles para asumir otra ocupación remunerada, porque están dedicadas a tareas de cuidados y domésticas, sin remuneración alguna.

La desocupación y disponibilidad para trabajar constituyen la verdadera dimensión del desempleo, que en el caso de las mujeres se ubica en una tasa de 15.7 %, cuando en el desempleo general es de 11 %. Las mujeres tienen mayor peso en el desempleo y su tasa en este indicador siempre es superior al promedio, desde hace casi dos décadas. Aportan el 61 % del total del desempleo de manera constante desde hace 18 años, aún y cuando representan el 41 % de la Población Económicamente Activa. Esta diferencia confirma la condición estructural en que se encuentra el desempleo femenino y el peso desproporcionado en las labores de cuidado y domésticas. El 93 % de las personas excluidas del trabajo remunerado y dedicadas a labores de cuidado y domésticas, sin remuneración, son mujeres, actividades que tienen un valor económico equivalente a 26 puntos del Producto Interno Bruto (PIB).


Una vez que las mujeres logran superar la barrera del acceso al trabajo, enfrentan otra: condiciones precarias, en la informalidad, sin seguridad social, sin contrato estable, sin organización sindical y, sobre todo, sin salario suficiente para vivir con dignidad. Según el INEGI, son 23.6 millones ocupadas, pero una lupa al detalle de esta cifra observa que 16.3 millones no tienen un ingreso suficiente para comprar, al menos, dos canastas básicas al mes, y 14.1 millones no tienen acceso a servicios de salud público ni seguridad social. Hay, además, 13.2 millones ocupadas en la informalidad, el 56 % de las que trabajan, donde predominan la ausencia de prestaciones y contratos estables. Ocho de cada diez carecen de ingreso suficiente y casi la cuarta parte carece de ingreso laboral.

La inmensa mayoría, 86 %, no tiene acceso a salud, ahorro para la vivienda, ni para el retiro. Otro grupo de 6.1 millones laboran en condiciones críticas; ya sea pocas horas a la semana con ingresos menores a un salario mínimo, o jornadas extensas por menos de dos salarios mínimos. Podría pensarse que ocuparse en la formalidad tendría mejores condiciones, pero lamentablemente tampoco es así. Casi la mitad de las mujeres que tienen un trabajo registrado en el IMSS carecen de salario suficiente para superar el umbral de pobreza. Son 4 millones sobre un total de 8.4 mujeres con trabajo formal. Es importante subrayar que más de la mitad de ellas, el 57 %, trabajan en grandes y medianas empresas; es decir, 2.3 millones, contrario a lo que mucha gente cree. Acción Ciudadana Frente a la Pobreza sostiene que, para lograr la autonomía de las mujeres y una igualdad sustantiva, es indispensable derribar las barreras que mantienen al sector femenino excluidas del mercado laboral, así como eliminar las estructuras que permiten la precarización de aquellas que sí trabajan.

En especial, es urgente la creación de un sistema universal de protección social desvinculado del régimen laboral para construir un sistema de cuidados que facilite la inclusión económica de las mujeres. Paras ello, se requiere de un compromiso social para transformar las relaciones asimétricas que rigen el mundo del trabajo, y así atender demandas aplazadas para cambiar estructuras laborales que generan dependencia y hacen más vulnerables a las mujeres ante la violencia y el acoso.

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