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EDITORIAL

Niñez indígena no celebra nada, son discriminados


En estos días hemos hablado sobre la niñez, sus derechos, abusos, y otras cuestiones que los impide tener un Feliz Día del Niño, incluso hablamos asombre la niñez migrante. Pero hace falta hablar sobre la niñez indígena, ya que es un sector que desafortunadamente es discriminada. Los pueblos y comunidades indígenas en nuestro país, constituidas por 15.7 millones de personas, enfrentan cotidianamente formas sistemáticas, estructurales e históricas de discriminación. En cuestión de ejercicio de derechos y acceso a oportunidades para el desarrollo de vidas satisfactorias y dignas existe todavía una gran desigualdad que se deriva principalmente de conductas, prejuicios y concepciones sobre el origen étnico, los rasgos culturales o el color de piel entre otros, que tienen fuertes contenidos discriminatorios y que finalmente se traducen en niveles injustificables de exclusión, marginación y pobreza.

Para el año 2005, el 43 por ciento de quienes respondieron a la Primera Encuesta Nacional sobre Discriminación en México opinó que los indígenas “tendrían siempre una limitación social por sus características raciales” y el 30 por ciento que “lo único que tienen que hacer los indígenas para salir de la pobreza es no comportarse como indígenas”. Cinco años después, la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (ENADIS) 2010, muestra que aún existen serios rezagos en relación a los derechos y las oportunidades que tiene la población indígena de nuestro país para acceder a una situación más igualitaria con respecto a la población no indígena. Lo anterior se manifiesta, por ejemplo, cuando el 37 por ciento de la población de habla indígena señala que no se respetan sus derechos y cuando el 24 por ciento de este mismo grupo afirma que esto es causado por su acento al hablar y por su forma de vestir. La situación de discriminación de las personas indígenas se agrava cuando dos o más factores de exclusión o vulnerabilidad se ligan, por ejemplo; la condición de pobreza, condición de género, alguna discapacidad, condición migrante, pertenencia a alguna minoría religiosa, etc.


Esto amplía aún más la brecha de la desigualdad para el ejercicio de los derechos y la calidad de vida digna para ese grupo de población. Es importante comprender que la discriminación rebasa el esfuerzo hecho en materia normativa y que es imprescindible que estos procesos sean acompañados de políticas integrales en favor de la inclusión y la igualdad de las personas. No ha bastado la promulgación de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, que promueve expresamente la eliminación de las desigualdades de trato y de acceso a derechos y oportunidades entre las personas, la del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Por el contrario, la discriminación en contra de este grupo de población es todavía estructural y sistemática en nuestro país, tiene fuertes contenidos culturales arraigados, obedece a una historia de subordinación que conduce a creer que unas personas merecen más que otras.

Las bases de la discriminación deben ser erradicadas desde la raíz, sin embargo, para ello es absolutamente necesaria una transformación cultural de fondo que involucre y sea impulsada por la sociedad, el Estado y las instituciones para que a este grupo le sean reconocidos y garantizados todos sus derechos y tenga acceso a oportunidades al igual que otras personas y grupos de población. Es triste ver en casi todas las capitales de los estados a los niños migrantes trabajando para poder comer y ayudar a sus familiares, es triste verlos trabajando en vez de estar en las escuelas preparándose, sin embargo como sociedad somos duros al tratarlos mal y discriminarlos.

Es triste ver mañana que ellos estarán en los semáforos pidiendo aunque sea un peso para completar la cuota en la que son sometidos, mientras nuestros hijos estaban celebrando sus día. Los niños indígenas son víctimas del abandono, no tienen una educación adecuada, no cuentan con servicios básicos, son maltratados por sus familias y fuera de ellas, y sufren los efectos de una doble estigmatización: como indígenas junto a sus familias y su comunidad y también por el hecho mismo de ser niños.

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