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EDITORIAL

Niñez migrante, cruda realidad


El 30 de abril de 1924 se instauró en México el día del niño y la niña con la finalidad de reafirmar los derechos de la niñez para un desarrollo pleno e integral como seres humanos, debido a que en 1959 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instituyó la celebración de este día. En vísperas de la celebración este año vale la pena reflexionar acerca de la deuda que los gobiernos y la ciudadanía en general tienen con la niñez y el reconocimiento, protección y defensa de sus derechos, especialmente en uno de los fenómenos sociales más cruentos como lo es la migración.

Recordemos que el objetivo del Día Universal del Niño, y en consecuencia del 30 de abril, es recordar a la ciudadanía y a los gobiernos que la niñez es el colectivo más vulnerable social y jurídicamente hablando y, por tanto, son más propensos a sufrir las crisis y los problemas del mundo. En la migración, la presencia de la niñez va en aumento, muchas veces viajando con sus padres, familiares, conocidos o solos. Para el mes de marzo, el Estado mexicano tiene un registro de 9 349 de niñas y niños entre 0 y 11 años en situación migratoria irregular, de los cuales 9 231 transitan acompañados y otros 118 no acompañados.

En cada uno de los escenarios antes descritos existen graves riegos y posibilidades de que sus derechos sean vulnerados, en el camino a buscar una mejor vida. Lo anterior deriva en gran parte de la innegable necesidad de la presencia adulta para el reconocimiento y protección de su dignidad y derechos, dejando a las infancias a la merced del mundo adulto centrista que pocas veces enfoca la mirada en las necesidades de las infancias. A lo anterior, sumamos la omisión de los tomadores de decisiones para homologar el andamiaje social, político, legislativo y jurídico con los pactos internacionales asumidos por el Estado mexicano con respecto a las infancias y las formas de propiciarles un entorno de respeto y protección a sus derechos. GNNA) que, en teoría, junto con la Constitución y las determinaciones internaciones vinculantes para nuestro país debería ser la base para la modificación de todas las leyes supletorias en donde se involucre a la niñez, de la tinta a la realidad hay una gran brecha: sólo basta con voltear a ver nuestro alrededor para que, en un semáforo, en las calles, en las escuelas y otros tantos espacios públicos y privados podamos comprobar que aún no hay un reconocimiento de las infancias y adolescencias como sujetos de derechos.


Se sigue negando el acceso a la educación en las escuelas a niñez migrante por no tener un documento, el acceso a la salud en hospitales y centros de salud, se les discrimina por su acento o por su tono de piel, las personas cambian de acera cuando ven a una familia migrante pernoctando en la vía pública y el gobierno sigue sin poder adaptar espacios dignos para los menores de edad en condición de movilidad humana. En los derechos de la niñez enunciados en la Convención de los derechos del niño, así como en la LGNNA, enuncia veinte derechos que deben ser divulgados, aplicados y defendidos en todo momento, sin depender de circunstancias específicas para poder hacerlos valer, sin embargo, esto pocas veces sucede; aún falta darle a la voz a las infancias, escucharles y sobre todo resolver las necesidades que, en este mundo caótico y cada vez más violento, van incremento. Falta verles, reconocerles y tratarles como lo que son: sujetos de derechos.

La legislación mexicana reconoce a las niñas, niños y adolescentes migrantes como personas sujetas de derechos, menciona también que será tomado en consideración el interés superior de la infancia en cada determinación que afecte la esfera jurídica de las infancias, y que si bien dichos lineamientos en teoría dotan de herramientas de actuación e interpretación de leyes en los temas que les concierne, aún estamos muy lejos de poder ofrecerle a las infancias, las condiciones que les permita desarrollarse de manera íntegra y armoniosa en este país que, aunque duela reconocerlo, no siempre les recibe con los brazos abiertos.

Así pues, en la búsqueda de espacios para visibilizarles, oírles, verles y reconocerles, Sin Fronteras ha destinado un espacio seguro de expresión con el segundo concurso de cuentos “La migración desde la inocencia y la fantasía”, que pretende ser una herramienta que permita conocer la travesía de salir de tu país y dejar todo lo conocido atrás; familia, amigos, juguetes, mascotas, vidas, desde su mirada, desde su perspectiva y que, con esto, contando sus historias a través de letras y dibujos, se apropien de sus derechos y resignifiquen lo que puede ser un hecho difícil, en una oportunidad de crecer y desarrollarse en este país, que le debe mucho aún a las niñas, niños y adolescentes. Este 30 de abril abracemos a la niñez, querámosla, pero sobre todo respetemos sus derechos y defendámoslos.

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