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¿Qué sigue para Pemex?

EDITORIAL



Para hablar de las finanzas de Pemex, es indispensable iniciar desde la gobernanza. El primer objetivo de la gobernanza es definir el propósito de una entidad para, posteriormente, establecer el sistema requerido para que dicho propósito se alcance a través de un sistema de reglas y procedimientos que permitan medir de manera constante el avance. Es así que la primera pregunta que hay que resolver, idealmente de manera conjunta con la sociedad, es: ¿cuál es el gran objetivo de la empresa petrolera en el siglo XXI? Para responderla, es conveniente atender a sus circunstancias actuales. Planteando un punto de partida, la producción de crudo no ha dejado de caer. El objetivo de 1.8 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd) es -digamos- adecuado, en el sentido de que no es una señal de que no buscamos mucho más petróleo. Sin embargo, no deja de ser un objetivo que no está sostenido por la realidad geológica, operativa y financiera de la empresa. En las circunstancias de Pemex, la objetividad es indispensable. Se requiere una gobernanza que conozca a profundidad la problemática de la empresa y plantee soluciones realistas, congruentes con la realidad nacional y con la enorme necesidad de avance en la transición energética. Considero que el nuevo gobierno tiene tres ventajas: 1) Por primera vez en su historia, las dos empresas de energía del Estado deberán alinearse a la visión de la Secretaría de Energía, la cual sabemos tiene muy clara la necesidad de la transición energética. 2) El equipo directivo está conformado por profesionales que además cuentan con una historia personal muy arraigada a Pemex. Es decir, tienen la oportunidad de ejercer un liderazgo que maximice el conocimiento y experiencia internos para encontrar la ruta de salida. Y 3) La dependencia de los ingresos petroleros está en mínimos históricos, lo cual, lejos de ser una debilidad, representa la enorme oportunidad para transformar de manera definitiva la codependencia de las finanzas públicas.

La transparencia es una poderosa herramienta de la gobernanza. Permite, entre otras cosas, combatir la corrupción, alcanzar eficiencias, construir cultura corporativa y sobre todo, rendir cuentas a los mexicanos. Sabemos que los sistemas de administración y control de la empresa más grande de México nunca han sido suficientes y que la muy posible (prácticamente segura) desaparición de organismos reguladores, autónomos y coordinados amenaza con dejarnos sin mecanismos externos para exigir transparencia. Pensar que la autoregulación surtirá efectos, solo tiene por fundamento la esperanza. En este sentido, esperamos que la nueva gobernanza de la empresa establezca objetivos claros de transparencia y mecanismos para cumplirla. Todos hemos escuchado, leído y también se ha documentado el enorme problema financiero que Pemex enfrenta. Personalmente no comparto la idea de que el problema más grande que tiene Pemex es su deuda. Para mí, la enorme deuda financiera, la deuda a proveedores y la deuda laboral, con la que nadie se siente cómodo de mencionar, son un resultado y no el origen del problema. Está claro que Pemex no puede seguir operando sin tener acceso al crédito con costos razonables. Que esto solo se logrará con una estrategia que le permita ir construyendo condiciones para generar efectivo y para ello, como traté de explicarlo en el tema de la gobernanza, la buena noticia es que cuenta con recursos humanos y materiales de extraordinaria calidad. Si los mexicanos nos vamos a hacer cargo al menos de una parte de la deuda de Pemex, la pregunta es ¿a cambio de qué? Y la respuesta es a cambio de una operación exitosa, limpia y transparente. Es posible lograrlo con el esfuerzo de todas y todos. Es decir, sumando la capacidad de la sociedad civil, la academia y, sin duda, la de la industria. Y aquí entro de manera directa al último punto, la participación del capital privado. ¿A cuánto ascienden las necesidades de inversión de Pemex? Pues todo va a depender de ese gran objetivo pendiente de definir, pero podemos asegurar que, cualquiera que sea la meta, serán varios puntos del PIB. En un ejercicio muy grueso, yo calculé que las inversiones necesarias para pagar parte de la deuda e invertir tanto en las actividades de E&P (Exploración y Producción) e iniciar la transformación industrial, es decir, si se quiere hacer TODO sin ajustar el plan de  negocios, las necesidades de flujo en 6 años podrían llegar a 3 billones de pesos, o el 11 % del PIB.

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