Un rincón de lectura entre marchantes
Tuxtla.- El mercado Rafael Pascacio Gamboa es uno de los más tradicionales de la capital chiapaneca, espacio de transacciones, de oferta, demanda y mucho trajín, desde que se asoma el sol hasta que se esconde, cientos de personas que laboran en este espacio, donde se entrecruzan muchas historias, e incluso, hay otras que se pueden leer.
Detrás de las cocinas económicas, hay una escalera de metal que dirige a un sitio muy especial: es la biblioteca Rubén López Cárcamo, espacio principalmente visitado por las infancias que pasan su día a día en este centro de abasto y sus alrededores, que se refugian de la bulla, los bultos, los pedidos y las entregas para escapar de ahí a través de la lectura.
Estefany Namindamo Galdámez, encargada de la biblioteca, nos cuenta que ya tiene cinco años, se inició en el 2019 impulsada por la cronista Sara Martínez, así como la iniciativa del cronista local que le da nombre, quien falleciera apenas el año pasado a los 105 años de edad, en su tiempo, era la única biblioteca dentro de un mercado a nivel nacional e incluso internacional, idea que ya se ha replicado en otras ciudades, como Madrid y la Ciudad de México.
“La mayoría de los usuarios que tenemos son menores de edad, son niños, hijos de locatarios de vendedores ambulantes, la colección de las acervos que tenemos aquí es general, tenemos lo que es colección Chiapas y las colecciones de consulta,
que son enciclopedias y diccionarios, y la colección general, donde viene lengua, religión, ciencias sociales, etcétera”, señaló.
Dijo que es un gozo el trabajo de bibliotecaria, ya que la mayoría que atiende son niños, eso la alegra, pues sabe que a veces quizá no tienen acceso a la escuela, muchos no tienen la posibilidad de que los niños estén en una escuela primaria, pues si bien es cierto que es gratuito, siempre han pedido una cuota y son muy pocos los que cuentan con esa cantidad, y por eso no los inscriben.
“Otra, como algunos son papás que la verdad no saben nada, analfabetas, por así decirlo, no implementan eso con los niños y no los meten a una escuela, lo más fácil es venir, se distraen y la verdad aprenden, estamos de lunes a viernes de 9 a 3 de la tarde, es abierto a todo público”, finalizó.
Cerca de las 10:30 de la mañana, Mateo se asomó al recinto, tomó un libro de cuentos y se puso a leer, él tiene nueve años y estudia cuarto de primaria, su mamá y su abuelita trabajan en este mercado vendiendo higos, dulces y otros productos, entonces él sube a la biblioteca, donde permanece alrededor de una hora, prefiere los cuentos y se enfrasca en ellos.
Datos del INEGI revelan que 14 de cada 100 chiapanecos mayores de 15 años no saben leer ni escribir, patrón que muchas veces se repite en sus hijos al carecer de las mismas oportunidades, mientras que sólo el 89 por ciento de los niños y niñas asisten a la escuela, el resto no lo hace por motivos económicos, culturales o sociales.
Como un oasis, este espacio es una esperanza para esas nuevas generaciones, de conocer que hay mucho más allá de lo que conocen, de imaginar y aprender tantas cosas que quizá no tienen al alcance de su mano en casa, pero sí en este espacio de sabiduría, conocimiento e imaginación, un refugio ante el bullicio y el caos del centro de la ciudad.
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