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  • ALEJANDRA OROZCO

¡Que viva San Sebastián, muchachos!


Chiapa de Corzo.- Desde temprana hora de este domingo, la fila de coches era interminable. Desde donde se alzan el monumento al Parachico y la chiapaneca hasta casi el puente desde el que se aprecia el Cañón del Sumidero, la fila avanzaba lento, a vuelta de rueda: todos querían llegar al pueblo mágico para celebrar al santo patrón.

Durante la Fiesta Grande de enero, se celebra a diversos santos y mártires, el más importante es San Sebastián Mártir, considerado santo patrono de Chiapa de Corzo y ante quien danzan con júbilo los parachicos y chiapanecas.

Las calles se llenaron de algarabía: niños, jóvenes y adultos, incluso mujeres, se preparaban arrastrando el zarape, que ondeaba contra el viento, se colgaban la máscara, cargaban el ixtle, elementos indispensables para adquirir la apariencia de los personajes que le dan color y vida a esta fiesta.

Una leyenda viva

Cuenta la leyenda, que hubo un tiempo de sequía y hambre para el pueblo, en medio del cual apareció en la historia una dama distinguida desde España, doña María de Angulo. Ella iba en busca de un remedio para su hijo, quien no podía mover las piernas y a quien los mejores médicos no habían podido ayudar, es por ello que decidió recorrer los pueblos buscando un remedio “para el chico”.

Fue así como le recomendaron a los curanderos de Chiapa de Corzo, dando con el Namandiyuguá, un brujo que examinó al joven y le recomendó algunas pócimas de hierbas y la visita a los baños de Cumbujujú para completar el tratamiento.

Así lo hizo doña María, y al poco tiempo, su hijo recuperó la movilidad en las extremidades, por lo cual estaba tan agradecida, que mandó a traer ganado y cereales para hacer frente a la hambruna en el pueblo, dotándolos de víveres y provisiones.

Además, justo en el día de San Sebastián, paseó a su hijo desnudo, tal como el santo, para que no volvieran las penurias a Chiapa, por lo que los lugareños asociaron la mejoría en sus siembras y abundancia con la presencia de esta mujer, y decidieron representar cada año este acontecimiento vistiendo a un muchacho y una muchacha como ellos, y representando a sus sirvientes repartiendo alimentos entre la gente de manera simbólica.

Se trata de una leyenda que ni siquiera los cronistas han podido confirmar, sin embargo, vive en la memoria de los chiapacorceños y forma parte de recopilaciones escritas que datan de finales del siglo XX, que dieron origen a esta tradición.

Una fiesta grande

Durante este día de fiesta, se sacan tres imágenes del santo de la iglesia, dos de ellas se llevan a las ermitas y la tercera, la más grande, es dirigida a casa del prioste o anfitrión, quien ya se encargó de preparar la comida tradicional para todo el pueblo: la pepita con tasajo.

Es un gran gasto el que hace esta familia, que por lo general pasan años en una lista de espera, se dice que ya hay priostes apuntados de aquí a unos 20 años. Y es que no solo deben hacerse responsables este día, sino que cada 20 del mes, harán un rezo con sus respectivos café y tamales para todo el pueblo.

Sin embargo, esto no parece pesarles, pues es un honor y se considera una bendición tener al santo en casa, pues representa la fe y la devoción de todo el pueblo y lo tendrán en casa todo un año, para entregarlo el último día de la feria, el 23.

Además, para los chiapacorceños es un gusto y casi una obligación salir a danzar y zapatear a las calles, incluso se consideran días inhábiles en escuelas y centros de trabajo para que nadie se pierda esta tradición, reconocida a nivel mundial. El 16 de febrero de 2009, la danza de los parachixos fue declarada Patrimonio

Cultural Inmaterial por la UNESCO

Los parachicos ya habían salido el 15 de enero para venerar al Señor de Esquipulas, el 17 por San Antonio Abad, el 18 para San Antonio el Consagrado, lo volverán a hacer mañana para el bajado de banderas y el 23, que acaba todo, para el cambio de prioste y la misa del Parachico.

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