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  • ALEJANDRA OROZCO

Hojuelas crujientes y hechas con mucho amor


Tuxtla.- Aunque son más tradicionales en diciembre, todavía durante enero y hasta febrero sigue siendo popular el consumo de las hojuelas, dulce antojito que se reparte desde las posadas hasta las nacidas y sentadas de niño Dios, pues asemejan a los pañales que se le pone.

Doña Manuelita Martínez elabora hojuelas para su familia desde hace años, aprendió viendo cómo las hacía la gente grande: qué cantidad de material llevaban, cómo las amasaban, cómo las hacían bolita y las dejaban reposar, para convertirse en una experta en este arte.

"Las hojuelas o buñuelos son el pañalito del niño Dios, que se da el 24 cuando nacen los niñitos, después del nacimiento es que dan los buñelos, otros le dicen hojuela, es que le dan a las madrinas, a los invitados”.

Es un gusto y una pasión para ella preparar hojuelas, comenzó haciéndolas para su familia y ahora también surte encargos, además, elabora tamales, mole y otros platillos para darle gusto a todos con su sazón y buena mano, pues nos dice que no a todos les sale o les rinde la masa.

"Lo primero que se pone es la harina en la mesa, se le hace su agujerito, luego se dejan caer los huevos y luego se deja caer el jugo de naranja, luego el agüita de sal y luego el bicarbonato, luego un poco de mantequita y así se empieza a revolver”, comenta.

Ya luego, se empieza a hacer como cuando hacen la mezcla del cemento. “Se va dejando caer la harinita por dentro para que no se tire lo que se puso adentro, ya de ahí lo vamos revolviendo bien, ya recogió todo lo que es el material que se le echó, ya se revuelve bien, ya es que se empieza a amasar hasta darle su punto”.

Luego, se corta la masa y se forman bolitas, que se dejan reposar en un contenedor con manteca para que no se peguen entre sí, por dos o tres horas, para luego estirar la masa hasta casi verla romperse, pero ahí está el secreto. Luego, doña Manuelita corta el pedazo en piezas más pequeñas, para freírlas en cuestión de segundos y que no se le quemen, pero que queden doraditas.

Ya que se enfrían, se pueden degustar con azúcar o aguamiel, acompañadas del tradicional ponche, un cafecito o cualquier bebida de nuestra elección, un proceso que a veces dura todo el día y que de preferencia se realiza cuando hay calor, ya que el frío hace que no “suba” la masa.

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