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  • ALEJANDRA OROZCO

A dos días de la llegada de Elisa


Tuxtla.- No hay plazo que no se cumpla... a pesar de querer tener un parto natural y que todo ha marchado bien, la inquieta de Elisa se volvió a enredar con el cordón, y el doctor consideró que lo mejor era programar una cesárea... entonces, está decidido que este miércoles 4 de marzo, venga al mundo.

Es una mezcla de emoción e incertidumbre ya saber la fecha exacta, se acabó el estar esperando a las contracciones o a romper la fuente -aunque todavía podría pasar, pero ya casi no falta nada-, desde el miércoles pasado el doctor nos dio la fecha y desde entonces, cada día se pasa lentísimo, ella está en las mejores condiciones, se sigue moviendo y sigue creciendo, pero será necesaria la intervención para que no haya problemas al nacer.

Más que nerviosa, estoy impaciente, muy emocionada, pero a la vez, el programar la fecha me cayó como un balde de agua helada: ya es un hecho, ya es real, ya va a pasar lo que por casi 10 meses hemos estado planeando y esperando.

Creo que nadie está listo nunca para convertirse en padre, por más que se prepare física, económica o médicamente, todavía no dimensiono que en cuanto vea su carita, mi vida va a cambiar para siempre, que ya no seremos solo nosotros, sino a partir de pasado mañana nos convertiremos en una familia completa, y que va a empezar lo “mero bueno”.

No tengo miedo a la cirugía... confío en el doctor y en Dios que todo saldrá bien, aunque mi recuperación va a ser más larga que si hubiera sido natural, pero a fin de cuentas yo estaba esperando que pasara lo más conveniente para ella, y la prioridad es que venga sana y no haya alguna complicación.

Confieso que nunca me han operado de nada, y ahora que me tocará, es lo de menos: cueste lo que cueste, el chiste es por fin ver su cara, sus cachetes, agarrar su manita, verla en vivo y a todo color... que por cierto, apenas este último ultrasonido se dejó ver la cara, como una manera de compensar sus travesuras, pienso.

Ya están listas las maletas, el hospital, los permisos en el trabajo de Rodrigo, de mi mamá, de todo mundo, estoy aprovechando a dormir mucho estos últimos días antes de convertirme en mamá, pero estoy segura que el martes no voy a dormir de la emoción, como cuando iba a entrar a la universidad, o cuando iba a ir a ver a Green Day, o cualquier fecha importante en mi vida, pero esto es aún más fuerte.

Ha sido un embarazo lleno de momentos bonitos, con pocas molestias, sin complicaciones, todo llega a su fin este miércoles; extrañare sentirla dentro de mí y quizá lo que me da más miedo es ser una buena mamá, poder darle pecho, saber cuidarla y ser suficiente para ella, pero espero ir aprendiendo sobre la marcha y poder asumir el reto.

Quizá no vuelva a dormir ocho horas seguidas, mi cuerpo siga inflamado, llore de dolor y de molestia, pero también sé que cada cosa valdrá la pena cuando la escuche llorar, la vea reír, sienta su olor y acaricie su piel. Esta aventura está por llegar a su punto máximo, para dar paso al inicio de la aventura más grande de mi vida... gracias por acompañarme en este proceso, por sus buenas vibras y por estar pendientes. La próxima vez que les escriba, si Dios quiere, será para presentarles a Elisa.

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