Hacer el bien, bien hecho: el poder empresarial de transformar la realidad
- VANESSA TRACONIS QUEVEDO
- 7 oct
- 5 Min. de lectura
Tuxtla.- En los últimos años, el concepto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) ha dejado de ser un gesto filantrópico opcional para convertirse en un factor estratégico de supervivencia y crecimiento, es por ello que, las compañías que entienden que su éxito no depende solo de la calidad de sus productos o servicios, sino también de la fortaleza de la sociedad en la que operan, están mejor preparadas para enfrentar los retos del presente y del futuro. Una empresa que apuesta por el bien común, no solo mejora su reputación, también asegura clientes más fieles, colaboradores más comprometidos y un entorno más estable para hacer negocios.

La psicología del consumidor demuestra que un cliente convencido es el mejor embajador de una marca; un estudio de Harvard Business Review (2023) señala que quienes se identifican con los valores de una empresa tienen entre cuatro y seis veces más probabilidades de recomendarla; lo mismo ocurre con los colaboradores; los programas de voluntariado corporativo y las acciones sociales, fortalecen la fidelidad, así como el sentido de pertenencia y en consecuencia reducen la rotación laboral. Gallup (2022) estimó que los equipos altamente comprometidos son un 23% más productivos y presentan una rotación 43% menor, es decir, la responsabilidad social empresarial no solo llega al corazón de las personas, también impacta directamente en las finanzas y en la permanencia de los negocios. Es por ello, que las empresas que cuentan con un voluntario corporativo en el marco europeo la cifra asciende al 79%; en América Latina el 87% y el 85% de las empresas estadounidenses incluidas en la lista Fortune 500.
Además de lo anterior, hay que considerar que la mercadotecnia social multiplica ese efecto, cada acción de impacto se convierte en un mensaje poderoso que trasciende la publicidad pagada y fortalece la identidad de marca, a ello se suman beneficios fiscales y administrativos que, bien aprovechados, convierten a la RSE en una estrategia con retornos concretos y medibles.
No se trata de una tendencia pasajera; el Boston Consulting Group, en su artículo “Saving Globalization and Technology from Themselves”, advierte que las empresas deben asumir la responsabilidad de distribuir de manera más justa la riqueza que generan, o de lo contrario, enfrentarán sociedades inconformes que rechacen los pilares de la globalización y la innovación tecnológica.
El Brexit es un ejemplo claro de cómo el descontento social puede transformar radicalmente el escenario económico, en dicho orden de ideas, Alan Murray, en Fortune, con su ensayo “Why Milton Friedman Was Wrong”, refuerza la idea de que no basta con esperar a que las empresas actúen por altruismo, se requiere una colaboración solidaria entre individuos, comunidades, sector privado y gobiernos, que traduzca la sensibilidad social en acciones concretas. En consecuencia, la responsabilidad social ya no es exclusiva de los directivos o de las ONG, sino que es una tarea compartida.
En México, un llamado urgente a esa acción lo representa la pobreza farmacéutica; el INEGI (2023) reporta que el 41% del gasto en salud de los hogares se destina a medicamentos, mientras que la OCDE estima que más del 30% de la población enfrenta carencias en el acceso a tratamientos básicos; esto significa que millones de familias se empobrecen al enfermar, sacrificando alimentación, transporte o vivienda para poder comprar medicinas.
Frente a esta realidad, en Fundación RedSalud Internacional hemos creado el “Termómetro de de la Pobreza Farmacéutica, una herramienta que mide el nivel de gasto en salud de los hogares y visibiliza cómo, en la práctica, las familias priorizan comer primero, medicarse después y dejar para el final otros gastos esenciales; de tal manera que esta dinámica no solo afecta su bienestar, también repercute en la productividad laboral, en el consumo y en la estabilidad de las empresas mismas.
Como respuesta, en Fundación RedSalud Internacional hemos desarrollado el Fondo Solidario de Medicamentos (FSM), que articula apoyos para reducir el gasto de bolsillo en medicamentos y atender a quienes más lo necesitan, el cual no opera de manera asistencialista, sino como un modelo sostenible de corresponsabilidad, con trazabilidad y transparencia, donde las empresas pueden convertirse en aliados estratégicos, por lo que sumarse a este esfuerzo no solo salva vidas, también construye reputación, fidelidad y estabilidad para los negocios que participan.
Es importante subrayar que la RSE o RSC (Responsabilidad Social Corporativa) no es exclusiva de las grandes corporaciones; en México, muchas micro y pequeñas empresas practican la responsabilidad social todos los días sin siquiera llamarla así, ya sea apoyando a proveedores locales, generando empleo digno o implementando prácticas sostenibles, al mismo tiempo, las grandes empresas han comenzado a estructurar estas acciones con métricas e indicadores, lo que abre la posibilidad de construir un puente entre ambos mundos: Que las cámaras empresariales y asociaciones gremiales se conviertan en articuladores de capacidades y de una narrativa compartida.
El voluntariado corporativo ya no es un privilegio de las grandes multinacionales, puesto que cada vez más PyMEs lo integran como una herramienta de impacto y transformación, con beneficios comprobados: El 96% de las empresas reporta mayor compromiso en sus equipos cuando hay programas de voluntariado; el 70% observa mejoras en la motivación y en la cultura laboral; la retención de talento puede aumentar hasta en un 43% y la productividad en un 18%. Asimismo, a nivel externo, el 94% de los consumidores declara preferir marcas con propósito, mientras que hasta un 80% de los colaboradores recomendaría a su empresa cuando esta implementa programas de RSE activos, es por ello que estudios internacionales estiman que por cada dólar invertido en voluntariado, se generan entre tres y seis dólares en beneficios sociales y económicos, desde mejoras en salud hasta cohesión comunitaria.
Las fundaciones y asociaciones civiles tienen aquí un papel clave, deben ser puentes para escalar estas prácticas y garantizar impacto real; sin embargo, de las más de 52,000 organizaciones de la sociedad civil registradas en México, no todas han logrado consolidarse con profesionalismo y estructura para mover indicadores sociales de forma eficiente. Por ello, es vital que las empresas elijan alianzas con instituciones serias, transparentes y con capacidad de ejecución, que les permitan canalizar sus esfuerzos hacia proyectos de verdadero impacto.
El contraste entre pequeñas iniciativas espontáneas y grandes programas estructurados no debe verse como una brecha, sino como una oportunidad para construir una narrativa de desarrollo compartido; en consecuencia, la RSE no se limita a mejorar la imagen pública, sino que representa una forma de inversión que impulsa la mercadotecnia social, la atracción y fidelización de clientes, la motivación de los colaboradores y un impacto económico positivo para los negocios.
“Hacer el bien, bien hecho” no es solo un ideal ético, es una estrategia inteligente de negocios que genera valor compartido para quien da, quien recibe y quien observa.
En un país con profundas brechas sociales, la solidaridad con método, la filantropía con estructura y la responsabilidad social con propósito pueden marcar la diferencia; es por ello que si bien el futuro no está escrito, sí está en nuestras manos. Si el sector privado sigue viendo la RSE como un gasto, corre el riesgo de enfrentar una sociedad fracturada que pondrá en entredicho su viabilidad, en cambio, si asumimos la responsabilidad de hacer negocios con propósito, podemos abrir un nuevo capítulo en la historia empresarial, uno donde las utilidades y la justicia social caminen de la mano.
En este camino, Fundación RedSalud Internacional actúa como brazo social empresarial –valor compartido–, co-diseñando proyectos con las empresas, alineándolos a sus valores y capacidades, para garantizar impacto real, sostenible y medible, porque al final, como sociedad y como empresarios, todos debemos ser aliados, todos debemos trabajar juntos, todos debemos ser parte del cambio.
“Quiero agradecer profundamente al Centro Empresarial del Estado de Chiapas y a su junta directiva por creer que el “Valor Compartido” y la filantropía comunitaria desde las empresas pueden transformar realidades. Su visión demuestra que el sector privado no solo impulsa la economía, sino que también tiene la capacidad de sanar heridas sociales y abrir caminos de esperanza. Con su respaldo, estamos más cerca de construir un Chiapas —y un México— más justo, saludable y solidario.”
Si estas interesado contáctanos al área de alianzas estratégicas de la Fundación RedSalud Internacional en: iliana.mazariegos@fundacionredsalud.org
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