Hach Winik: La semilla del futuro que los jóvenes lacandones siembran en la selva
- CARLOS LUNA
- 28 ago
- 2 Min. de lectura
Tuxtla.- En las profundidades de la selva Lacandona, donde el murmullo de la vida ancestral se mezcla con el canto de los tucanes, una nueva generación está escribiendo su historia. No con palabras, sino con sus manos en la tierra. Veinte jóvenes, hombres y mujeres, herederos de un legado milenario, están tejiendo un futuro donde su cultura no solo se recuerda, sino que se cultiva.

Este es el Huerto Agroecológico Hach Winik, un proyecto que brota desde el corazón de la comunidad y que florece bajo el cuidado del Monumento Natural Bonampak (CONANP).
Lejos de ser una simple parcela, este huerto es un acto de resistencia y renacimiento. Aquí, la sabiduría de los abuelos, los guardianes de los secretos de la milpa, se alía con las técnicas agroecológicas modernas promovidas por la SEMARNAT. El objetivo es tan claro como profundo: producir conservando y conservar produciendo. Es un modelo híbrido que honra el pasado mientras abraza las soluciones del presente.
Cada surco es una declaración de principios: soberanía alimentaria, cuidado del territorio y salud para sus familias. En este santuario verde no hay cabida para químicos agresivos. En su lugar, conviven en armonía la milpa tradicional, hortalizas vibrantes, plantas medicinales que sus abuelas reconocerían al instante y flores que pintan de colores el verde intenso de la selva.
Pero Hach Winik es, sobre todo, un semillero de esperanza comunitaria.
Estos jóvenes se han convertido en embajadores de un nuevo paradigma, recorriendo escuelas y comunidades para compartir su conocimiento. Dan especial poder a las mujeres, reconociéndolas como pilares fundamentales en la transmisión cultural y la defensa de la tierra.
En talleres prácticos, enseñan a transformar sus cosechas en ungüentos curativos y conservas, demostrando que una alimentación sana, local y sostenible no solo es posible, sino profundamente rentable para el bienestar de todos.
Aunque el camino no está exento de obstáculos –suelos desafiantes, plagas y la lucha por la autosuficiencia–, su convicción es más fuerte. Saben que cada semilla que plantan es una promesa: la de un futuro donde la identidad lacandona y la majestuosidad de su selva perdurarán, gracias al trabajo y la visión de quienes decidieron echar raíces en su tierra.









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