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  • ALEJANDRA OROZCO

La aventura de ser mamá: La maternidad, el reto más grande

Tuxtla.- Esta semana, se festeja el día de las madres, para mí es una de las mejores fechas, es casi como mi segundo cumpleaños o aún mejor, porque en todos lados te consienten y te reconocen, y qué decir de mis propias hijas, sus festivales y sus manualidades de regalo que me hacen un buen de ilusión y me hacen sentir muy apapachada, de verdad cada 10 de mayo me siento especial, por trillado que suene, ahí sí, sea o no sea una fecha mercadológica, me agrada bastante la idea.


Por más especial que este día me haga sentir, soy consciente de que me falta mucho, muchísimo para ser la mejor mamá del mundo, como me dice Elisa, sobre todo últimamente, que he perdido la paciencia muy rápido y este calor me irrita más que de costumbre, aunado al estrés, el trabajo y otras situaciones que por supuesto no son culpa de mis hijas, pero sin querer proyecto en ellas y arruino el día para todos.

Por ahí leía que si de por sí es difícil ser mamá, imagínate también ser ama de casa, y peor aún quienes también trabajan, y es que pienso que no hay persona con más roles que una mamá -o algunos papás que también están en la misma situación-, pues tienen que encargarse de los hijos, de cuestiones de la casa, aparte el trabajo, no dejar de ser pareja, amigas, hijas, hermanas, y la verdad es que 24 horas al día no dan tiempo para todo eso, y además tener tiempo para una misma.

Ya sé que siempre me ando “quejando” de lo mismo, pero es más un desahogo, y el querer visibilizar la chambota que hacemos, sin ánimos de tirarme al piso pa’ que me levanten, como dicen por ahí, muchas personas incluso cercanas no valoran las ganas que le echamos a cada una de estas facetas y lejos de aligerarnos la carga, muchas veces terminan poniendo aún más peso sobre nuestros hombros con sus juicios, críticas y comentarios llenos de dolo disfrazados de consejos.

Creo que lo más difícil de ser mamá, al menos a este punto en que mis hijas tienen dos y cuatro años, es criarlas, no pasar esa delgada línea entre la crianza respetuosa y el no poner límites, el equilibrio entre respetarlas y dejar que desarrollen libremente su personalidad, y dejar que se malcríen, todavía me cuesta poner en práctica la paciencia, no sé hasta qué punto sus actitudes son normales por la etapa en la que están y dejarlas pasar, o hasta dónde realmente están cruzando el límite, tanto Rodrigo como yo hacemos lo que podemos.

Otro de los puntos más difíciles, es lidiar con esa culpa del tiempo que les dedico a ellas y a mi trabajo, que son los aspectos a los que más les dedico realmente mi día a día, si bien me gusta mi trabajo, también es cierto que no es como cualquier otro trabajo y constantemente depende de la agenda diaria, de lo que acontezca, de las eventualidades, por lo que las tengo que dejar o buscar con quien dejarlas cuando hay llamado, creo que ya se están acostumbrando pero sigue partiéndome el corazón cada vez que Elisa me dice “otra vez ya te vas a trabajar?” O Reno me dice “mamá, no te vayas”… pero es lo que hay, es con lo que nos toca lidiar, cada familia es distinta y nuestra situación es esta.

Por otra parte agradezco tener ayuda en los momentos que todo se me complica, tener un trabajo que disfruto y que me permite aportar a darles una buena calidad de vida, sí hay días donde me gustaría poder tomarme un año sabático y dedicarme totalmente a ellas, pero creo que lo terminaría extrañando, también es lo que me hace sentir productiva y proactiva, tengo más de 10 años trabajando y no sé qué sentiría al no tener una remuneración, viendo que tengo dos hijas que cada vez necesitan más cosas y que con un solo sueldo, no salimos.

En fin, la maternidad está llena de dilemas, de sacrificios y de culpas, que tampoco dijo que todo sea gris, lo compensa cada momento de risas, cada tarde de películas, cada abrazo al despertar, cada beso lleno de chocolate o cada manita buscando la mía, hoy tengo claro que mi prioridad es mi familia y que ahí es donde mejor pertenezco, donde más me necesitan y valoran, y agradezco a Dios porque, aunque a veces el día a día me saque de quicio, tengo la oportunidad de lidiar con todo esto, cada día que lo logro se siente como ganar un premio, y creo que las niñas poco a poco se dan cuenta de que mamá siempre está haciendo algo productivo, y que trato de que ellas sigan siendo el centro de todo esto.

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