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  • Annete Lewis

La Columna: Apelamos a la tradición


Si, todo el mundo reconoce una imperiosa necesidad de adaptar todo evento relacionado con el gobierno, a una agenda que ya encontró la forma de evadir las tradiciones. Se han instalado prácticas con las que se convive, como las mesas de seguridad que han demostrado su relevancia y algunas otras que quizá no lo son tantos; sin embargo, en los menesteres deportivos es evidente que se ha obviado una gran tradición, que debería recuperarse.

El desfíle Cívico – Deportivo del 20 de noviembre, se realiza en el marco de una fecha que todos los mexicanos la hemos asumido como vital en el calendario y justo en dicho escenario, se busca la manera de completar lo que ha quedado pendiente. Es una tradición a nivel nacional que el Premio Estatal del Deporte se entregue justo antes de comenzar dicho desfile, una pequeña ceremonia en la que se distingue a los ganadores y después, junto a las autoridades, se procede a presenciar dicho evento. Es como un reconocimiento más.

Pero desde hace varios años ya, se ha convertido en una mala costumbre, juntar la entrega del Premio Estatal del Deporte con la entrega de estímulos a los medallistas y hay muchos que dirán que consideran es lo mismo; sin embargo, es lo mismo, pero no es igual.

Parte de ser elegidos como los mejores deportistas del año, que ya tiene un estímulo económico para quienes lo ganan por primera ocasión y el reconocimiento para quienes repiten, es que se tenga el reconocimiento generalizado y el desfile del 20 de noviembre es un evento inmejorable para umplir ese objetivo, en un evento televisado, que le entrega protagonismo a quien lo merece.

Aquí, en nuestro terruño, eso dejó de interesar, la parafernalia que envuelve como protagonista a quien debe, el deportista, fue relegado y todo debe figurar desde la perspectiva política, con un evento “privado” la mayor parte de las veces y que no alcanza la repercusión, salvo por los medios oficiales que alcanzan a difundir lo que consideran conveniente.

Recuperar esa tradición sería importante, pero a los ejecutivos estatales quizá les molesta un poco gastar la mañana y la asoleada, con un evento como el desfile, que corona una tradición arropada por nosotros, pero que cada vez es menos atractiva.

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