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Annete Lewis

La Columna: Son los extremos



El post del juego de semifinales entre Colombia y Uruguay vuelve a zanjar el tema cultural, futbolísticamente, que mantiene a este Continente en pañales y sí, seguro no sobra el que piensa que es pasión, que es tener “sangre” y que eso nos hace diferentes; no lo dudo, el tema es si nos hace diferentes para bien, o para mal.

Ninguna manifestación de violencia es aceptable en el futbol, tampoco es permisible que la manifestación de violencia tenga origen en la cancha, que termina siendo el pretexto. Claro que en Europa hay hooligans y aficionados que han dado muestras de problemas más estructurales, como el racismo en España, por mencionar lo más parecido que podemos encontrar a los latinos en el Viejo Continente.

No es que en Alemania no haya malos aficionados, tampoco que en Inglaterra se haya erradicado la práctica de malas costumbres; sin embargo, basta con seguir la información sobre los constantes desmanes que provocan aficionados visitantes que apoyan a su equipo en otro país.

El futbol levanta pasiones desmedidas, sí, pero que en América aprovechamos el retraso en demasiadas cosas, o la libertad de algunos espacios, para propiciar escenas como las de la tribuna del juego de semifinales de la Copa América. Los aficionados pasionales estarán ahí, los violentos también… pero unirse a la fiesta no está ni cerca de considerarse aceptable.

Qué si los uruguayos no saben perder, seguro que así es; es más, nadie sabe perder solamente que algunos dejan en evidencia su falta de educación y cultura. El futbolista suele tener esa desventaja sobre sus hombros, no puede igualarse a un aficionado que el único argumento que tiene es tener la capacidad de pagar un boleto. Desde ahí, en no concebir esa diferencia con claridad, habla demasiado de la falta de cultura en ambos casos.

Luis Suárez tiene una serie de eventos en los que se ha visto inmiscuido en temas de indisciplina, muchos le dicen “picante”, otros le dicen “colmilludo” o “experimentado”; sin embargo, es un hecho que, cuando el futbolista cruza esa línea, de decirle al aficionado que ellos han ganado 15 copas América y Colombia una, desde ahí nos ha traicionado ya el carácter y poco se puede hacer ante eso, con uniforme o desde una grada.

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