La maternidad es un logro profesional
Hace unos días, me estuve replanteando seriamente qué rumbo quería que tomara mi vida: si seguir trabajando, o hacer una pausa en mi carrera para dedicarme a mis hijas, claro está que se vale soñar y cuando me empezaron a llegar los pagos quincenales por hacer, se me pasó el momento de reflexión, apliqué la de “una lloradita y a seguirle”, y aquí estamos, respirando hondo antes de comenzar una nueva semana con la mejor actitud.
Y es que no es fácil, no es nada fácil cuando tienes tres trabajos, dos de ellos remunerados y uno que es criar a dos niñas, las horas del día no alcanzan para cumplir con los diferentes roles, porque además de eso, hay que sacar tiempo para estar en pareja, para visitar a la abuelita, para hablar con mis papás y mi hermana, no descuidar a las amigas, y también hacerme un espacio para mí, tan solo de ver cómo traigo las uñas me doy cuenta de que me hace falta un break.
Los últimos días han sido caóticos, la carga laboral ha incrementado, el tráfico y el calor desquician a cualquiera, me veo malabareando entre desayunar y redactar mientras manejo, ser multitask nivel extremo, ir y venir, hacer mi trabajo al 100, llegar a recogerlas a tiempo (lo cual solo he logrado como dos veces esta semana), y me he sentido fatal cuando no es así, incluso un día tuvimos que faltar a natación porque simplemente no me dio tiempo, me tuve que llevar a las niñas a la oficina y no pudimos ir, y me partió el corazón ver a Elisa llorando porque quería ir a su clase.
Así que esta semana se ha llorado más de lo que se ha gozado, y eso me lleva también a darme cuenta de los momentos con mis hijas que me estoy perdiendo, porque ellas están en la mejor disposición de jugar y yo sigo redactando, o no entienden que se tienen que apurar para que nos dé tiempo de llegar a otro lado, las estoy arrastrando conmigo a estas carreras y prisas diarias y no me estoy dejando llevar cuando ellas quieren reír, jugar o descansar conmigo.
Ser una mamá que trabaja me está pesando mucho hoy en día, sé que nada es para siempre y esta racha pasará, sé que puedo, pero los pensamientos intrusos ganan terreno y me orillan a la desesperación, Rodrigo me dice que no soy la única en esta situación y que todo se acomodará, pero sí han sido de esos días en los que pienso como el meme, que daría todo por ser una señora que lleve a los niños a la escuela en la van, se vaya a hacer ejercicio y luego a desayunar con las amigas… el verdadero “yo quisiese”.
Pero la realidad es otra, y justo pude platicar esta semana con otra mamá con un contexto muy diferente, Yusset es mamá soltera y tiene niños de cuatro y nueve años, ella es de Veracruz, y aunque nuestras realidades son distintas, como las de toda mamá, coincidimos en que es un friega, en que las mamás tenemos muchos roles que cumplir, y a veces ni nosotras mismas sabemos cómo le hacemos, porque acabamos cumpliendo con cada encomienda sin morir en el intento.
Si tú estás pasando por algo así, te abrazo, y te deseo que tengas una red de apoyo que te aliviane la carga, así como el apoyo emocional para que sepas que todo pasará, a veces nosotras solitas nos tenemos que echar porras, aunque a veces está bien si no puedes con todo y te tienes que desahogar, al final son cargas emocionales y responsabilidades, incluso mucha culpa y sobre exigencia con las que estamos lidiando y nadie te va a entender mejor que otra mamá.
Sinceramente creo que las mamás tenemos superpoderes, para que todo funcione, quizá no al 100 pero hacemos lo mejor que podemos en cada aspecto y al final del día, en mi caso, cuando Elisa me dice que soy la mejor mamá del mundo, trato de creérmela un ratito, eso hace que todo valga la pena y me motiva a tratar de serlo al menos para ella, o cuando Renata se acuesta y para dormir me abraza y me agarra la cara, eso para mí hace que todo lo que he pasado, esos momentos de locura y estrés, valgan la pena: ellas hacen que todo valga la pena.
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