Luces y sombras en Chiapas
- EDITORIAL
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En los últimos años, Chiapas ha vivido una montaña rusa en materia de seguridad. Por un lado, datos oficializados señalan un avance: de enero a octubre de 2025, la Fiscalía General del Estado de Chiapas reporta que la entidad se encuentra en segundo lugar a nivel nacional en cuanto a disminución de incidencia delictiva general, y también muy por debajo del promedio nacional en delitos de alto impacto. Incluso durante 2025 se ha destacado que Chiapas figura entre los estados con menor tasa de “delitos diversos” lo que representa una mejora real en los indicadores. Pero esos avances coexisten con problemáticas profundas, especialmente en ciertas regiones: desapariciones crecientes, desplazamientos forzados, violencia de grupos del crimen organizado y una percepción ciudadana persistente de inseguridad. Crisis estructural: violencia, desplazamientos y perpetua zozobra: Los municipios con mayor afectación son especialmente vulnerables: zonas como Tila, Chenalhó y Pantelhó han visto un incremento notable en desapariciones durante los últimos cinco años, con un fuerte repunte en 2024. En otras regiones, los enfrentamientos entre grupos delictivos han derivado en asesinatos colectivos: por ejemplo, la masacre en Chicomuselo donde perdió la vida una familia entera evidencia la violencia indiscriminada que viven comunidades rurales. Aun en municipios urbanos e intermedios, se reportan delitos frecuentes: narcomenudeo, violencia familiar, extorsiones, lo que alimenta la percepción de inseguridad. En la capital, por ejemplo, se anunció recientemente un reforzamiento de presencia operativa en colonias con alta comisión de delitos. Tensiones entre las estadísticas oficiales y la percepción ciudadana. El contraste entre los avances en cifras y la sensación muchas veces real de inseguridad es un reto para la gobernabilidad. Para muchas personas, la violencia reciente y los casos de desapariciones, desplazamientos o asesinatos incluso si no ocurren en su municipio alimentan el miedo, la desconfianza y la incertidumbre. Expertos locales han señalado que, aunque se han logrado reducciones, aún “falta ir a la raíz” del problema: es decir, soluciones estructurales no solo operativos policiales que atiendan la pobreza, la marginación, la impunidad, la debilidad institucional y la presencia de grupos criminales que operan con poder territorial. Además, la inseguridad tiene efectos colaterales sobre la economía, la migración interna, la cohesión social y proyectos de desarrollo algo que pesa especialmente en regiones rurales e indígenas.¿Qué hay detrás del conflicto? Factores estructurales y criminales: La ubicación geográfica de Chiapas, en la frontera sur y con rutas migratorias y de tránsito hacia Centroamérica, lo hace atractivo para redes de narcotráfico, tráfico de personas y crimen organizado. La presencia de organizaciones paramilitares o grupos criminales que, según denuncias se mezclan con estructuras sociales, y que ejercen control territorial en ciertas regiones, complica las estrategias de seguridad tradicionales. El tejido social en algunas comunidades ha sido fragmentado por violencia, desplazamientos o miedo: esto afecta desde la economía local hasta la confianza en instituciones y la posibilidad real de restablecer paz duradera. Hoy, el reto para Chiapas no es solo mantener o mejorar las estadísticas de delitos; es construir condiciones reales de seguridad para la población, especialmente en los lugares donde la violencia ha dejado huella más profunda. Eso implica: Priorizar la protección de comunidades vulnerables, víctimas de desplazamiento o violencia, con medidas de reparación, pero también prevención. Promover desarrollo social y oportunidades económicas que reduzcan la dependencia económica en redes criminales. Fortalecer las instituciones de justicia, policía y procuración legal, con transparencia y rendición de cuentas. Asegurar que los avances en seguridad lleguen a todos los rincones no solo a ciudades para cerrar la brecha rural-urbana. Chiapas vive hoy una paradoja. Por un lado, hay señales de mejoría: los datos oficiales reflejan una reducción en la criminalidad, lo que abre esperanzas de recuperar la tranquilidad. Por otro, la sombra del crimen organizado, los desplazamientos forzados, las desapariciones y la violencia rural persisten, dejando cicatrices difíciles. La verdadera paz no se logra sólo con menos homicidios o menos robos. Se construye renovando la confianza social, garantizando justicia, dignidad y oportunidades. Para muchos chiapanecos en la ciudad, en la sierra, en la frontera ese camino apenas comienza.





