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  • ALEJANDRA OROZCO

No todo es color de rosa en la maternidad


Tuxtla.- En revistas, páginas y comerciales vemos una y otra vez la misma imagen: una mamá perfectamente arreglada, maquillada, peinada, con un bebé hermoso y sonriente todo el tiempo, pero sobra decir que, en un 90 por ciento de los casos, no hay nada más alejado de la realidad: así no se ve la maternidad.

La mayoría de las veces, la maternidad se ve como una mamá despertando a las tres de la mañana, buscando a tientas el control para encender la tele e iluminar el cuarto, con la otra mano alcanzando a la bebé para calmarla, acomodarla y darle de comer.

También se ve como una mujer con el desayuno listo y en la mesa, cuando de repente la bebé empieza a llorar, y hay que calmarla aunque el desayuno se enfríe un poquito, o comer mientras la arrullas, logrando un tiempo récord en terminar de comer para ir a atenderla.

La maternidad es bañarte en esos cinco minutos en lo que la bebé está tranquila después del baño y empieza a llorar de hambre, dándole de comer tan pronto sales de la regadera aunque no te hayas secado el pelo ni te hayas terminado de vestir.

Ser mamá es estar terminando de cambiar un pañal cuando escuchas el característico sonido que indica que ese pañal limpio ya no lo está, y volver a cambiar a la bebé, que se ríe mientras vuelves a abrir las toallitas, la crema y vas corriendo por otro pañal.

O cuando en vez de dormir mientras tu bebé duerme, aprovechas ese tiempo para leer, ver una película, una serie o jugar en el celular, sin saber si ese momento “libre” va a durar una o tres horas, o incluso unos minutos: es una incógnita.

Aunque por otro lado, ser mamá también es sentir que se te reinicia todo a pesar del sueño, solo con oír los balbuceos de la bebé, e inconscientemente estar esperando el momento en que se despierte para poder volver a abrazarla, a ver sus ojos, a sentir ese vínculo que solo la lactancia puede crear entre ambas.

Ser mamá, es no poder comer tranquila si la bebé está inquieta, es no sentir pena de dejar de atender un ratito a las visitas para dale de comer a ella, es que se te duerman los brazos de cargarla o pasearla pero no sentir dolor, eso pasa a segundo término cuando te das cuenta de la personita que está entre tus brazos.

Nadie más que tú va a comprender la emoción que se siente hablarle, verla a los ojos y a cambio recibir una sonrisa sin dientes, o un balbuceo que tal vez no significa nada, pero para ti significa todo: significa que te entiende, que se está comunicando contigo y que tiene mucho qué decirte.

Hay días en que no tienes ganas de nada: te aborrece escuchar que “la estás acostumbrando a los brazos”, o que “deberías hacer esto”, “deberías hacer lo otro”, “¿no te has maquillado?”, “estás muy ojerosa”, y está bien; quizá no estás tan cansada físicamente, pero la maternidad trae tantos cambios, que es mentalmente agotadora y eso los demás no lo entienden.

Aunque quizá no sea lo más cansado del mundo, ser mamá sí es lo más bonito, nadie puede saberlo y por lo mismo nadie puede juzgar, opinar o tratar de ponerse en tu lugar; no se puede. Pero es parte del proceso y también se disfruta, los bebés crecen demasiado rápido y estoy segura que antes de lo que pienso echaré de menos muchas cosas, como escribir esta columna mientras Elisa se alimenta.

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