Becas ¿bueno ó malo?
Desde Mexicanos Primero reconocemos los recientes incrementos en presupuesto y alcance de las becas que ofrecen gobiernos como el federal y el de la Ciudad de México en la educación básica y media superior. Consideramos, desde la evidencia, que los programas de becas universales son una excelente política social. Sin embargo, genera un efecto contrario cuando dichas becas son presentadas como la principal política educativa, especialmente si esto implica quitar recursos a otros programas educativos que tienen objetivos tan importantes como los de las becas.
Las becas son una política educativa con poco impacto en el aprendizaje porque no contribuyen a mejorar la educación, a hacer las escuelas menos violentas o atender las barreras al aprendizaje. Hay tres tipos básicos de beca: basada en el mérito, basada en la necesidad y las universales. Las becas basadas en el mérito tienen el mérito están destinadas a incrementar el desempeño de las y los estudiantes que las reciben, lo que de acuerdo con algunas investigaciones es consecuencia más del estado psicológico que implica recibir una distinción, que de tener más dinero en la bolsa. Sin embargo, estas becas tienen un problema evidente: son premios que, a menudo, se ganan estudiantes que tienen un buen desempeño, pero no necesidades económicas.
No todo al que le va bien en la escuela tiene padres ricos, claro está. Pero si comparamos a las y los becarios con quienes no reciben becas por mérito, veríamos que el primer grupo tiene un promedio más alto de ingresos, de escolaridad de los padres y de servicios en casa, además de tener una proporción más baja de personas con discapacidad o indígenas. Por su parte, las becas basadas en la necesidad no se traducen automáticamente en mejoras educativas. Si bien es cierto que la evidencia reciente demuestra que la mayoría de la gente usa el dinero de las becas en útiles escolares, uniformes y material, el nivel de aprendizaje no suele incrementarse en una proporción estadísticamente significativa. Lo mismo sucede con las becas universales. Las becas son una excelente política social. En algunos contextos, los programas de becas en educación básica han generado, por ejemplo, la reducción del trabajo infantil.
En el caso mexicano, de acuerdo con una investigación que estamos preparando en Mexicanos Primero, la presencia de becas en educación básica está relacionada con la reducción de la deserción escolar, especialmente en la transición y permanencia en la secundaria. Pese a que las cantidades ofrecidas son bajas, logran cambiar las preferencias de miles de niñas, niños y adolescentes (NNA) cuyos hogares viven al día. Esto no hace que nadie aprenda más, pero contribuye a estabilizar a las NNA que se hallan en peligro de abandonar la escuela para trabajar. Y sí: a largo plazo, cada nivel de estudios concluido tiene una relación positiva con los ingresos y la salud. Pero insisto: esos son objetivos de política social. La política educativa a menudo está compuesta por intervenciones y programas cuyo objetivo último es asegurar que las NNA aprendan cosas que les permitan vivir con autonomía y decoro, así como aportaciones valiosas a la sociedad.
Entre las clases de políticas que residen en esa categoría se hallan la formación docente, los procesos de promoción vertical y horizontal, las intervenciones para recuperar aprendizajes, los programas para inculcar habilidades socioemocionales, las intervenciones de aprendizaje con base en el juego, la obligatoriedad de la educación preescolar, etcétera. El problema más importante de dar becas no es que se den, sino otorgarlas sin un objetivo claro. Como lo externamos a los medios el año pasado, en el PEF 2023 se redireccionaron alrededor de 104 mil millones de pesos hacia las becas, dinero que se extrajo de programas destinados a apoyar a las infancias indígenas y migrantes, por ejemplo.
La educación es demasiado seria para dejarla en manos de la política social. Claro: la educación se nutre de la política social, de la política ambiental y hasta de la política económica. Sin embargo, como señalamos en una investigación de nuestro capítulo Sinaloa, lo que une los esfuerzos para mejorar el entorno social con la mejora del aprendizaje de niñas, niños y adolescentes es la política educativa. La carencia y el aprendizaje son dos fenómenos que se relacionan estrechamente, pero deben ser tratados como problemas públicos distintos. Ambos son esenciales, pero unas políticas resuelven una cosa y otras la otra. Por ello, desde Mexicanos Primero reiteramos el llamado a invertir más en educación. Queremos que haya más becas, que sean universales, pero no a costa de desfondar aquellas políticas que hacen posible que las niñas, niños y adolescentes, además de estar en la escuela, aprendan y participen.
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