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Crimen Organizado: un terreno fértil para la juventud

  • EDITORIAL
  • 9 nov
  • 2 Min. de lectura

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La reciente conferencia de prensa de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, tras el trágico asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, nos confronta con una cruda realidad: la violencia entre los jóvenes se ha convertido en un fenómeno alarmante que, lejos de ser un problema aislado, es el resultado de décadas de abandono histórico por parte del Estado. La mandataria ha señalado correctamente que este no es un asunto que se resuelva únicamente con la fuerza del Estado; el verdadero desafío radica en comprender y atender las causas que llevan a la juventud a involucrarse en actividades delictivas. El crimen organizado ha encontrado un terreno fértil donde sembrar sus nocivas semillas. La falta de oportunidades, la marginalización y la ausencia de un sistema educativo sólido son factores que alimentan esta problemática. Es cierto que el reclutamiento de jóvenes por parte de grupos criminales se presenta como una opción atractiva en un entorno donde las alternativas son escasas. Sin embargo, como bien apunta Sheinbaum, lo que se necesita es construir un marco integral que combine medidas de seguridad con iniciativas sociales efectivas. La estrategia de "abrazos, no balazos", que fue objeto de críticas por parte de la oposición, debe ser reconsiderada. Este enfoque no implica ignorar la violencia o dejar de combatirla, sino más bien reconocer que la solución no reside exclusivamente en el uso de la fuerza. Los jóvenes necesitan ser vistos como una inversión a largo plazo, no como un recurso descartable. La presentación del Plan Michoacán por la Paz y la Justicia es un paso necesario, aunque no suficiente. Se requiere un compromiso genuino por parte del gobierno para implementar programas que aborden las necesidades inmediatas de la comunidad: educación, empleo, cultura y deporte. Así se dejará de ver al crimen organizado como una alternativa viable. Se deben poner en marcha políticas públicas que promuevan la inclusión social y fomenten el desarrollo de habilidades que permitan a los jóvenes imaginar un futuro mejor, lejos de la violencia. Las recientes protestas y enfrentamientos en Michoacán son un reflejo del agotamiento y la frustración de una ciudadanía que exige respuestas contundentes ante su sufrimiento. El papel del gobierno no puede limitarse a aumentar la presencia de fuerzas de seguridad en la región. Debe ir más allá: debe trabajar en conjunto con las comunidades afectadas, líderes locales, educadores y organizaciones civiles para crear un ambiente propicio para el desarrollo y la paz. Es un momento crucial para la administración de Claudia Sheinbaum. La historia de los jóvenes de México no debe seguir marcada por la violencia y la desesperación. El cambio es posible si se adoptan medidas audaces y se escucha a quienes están en el epicentro de estas crisis. Necesitamos una estrategia de seguridad que no solo contemple la represión del delito, sino que también fomente la inclusión, la justicia social y la verdadera paz. Solo así lograremos construir un futuro más esperanzador para las próximas generaciones.

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