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Cuando la falta de un clic condena al olvido y la sostenibilidad exige conexión real

  • VANESSA TRACONIS QUEVEDO
  • hace 46 minutos
  • 4 Min. de lectura

​En Chiapas, como en muchas regiones de México y América Latina, la carencia de conexión digital no es un asunto de comodidad: es una condena a la invisibilidad. Aún hoy, en pleno siglo XXI, miles de jóvenes, adultos y personas mayores viven al margen de la era digital. Según la más reciente encuesta del INEGI y el IFT, en 2024 aproximadamente el 83.1% de la población de seis años o más en México usa internet, lo que equivale a unos 100.2 millones de personas; pero estos avances nacionales ocultan realidades locales profundamente desiguales: en Chiapas –estado que orgullosamente representa nuestra tierra– tan solo alrededor del 50 al 60 % de los hogares disponen de acceso a internet, una de las tasas más bajas del país.

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​Ese rezago no es inocuo: significa exclusión social; quién no tiene habilidades digitales queda excluido de empleos formales, del acceso a servicios de salud en línea, de la educación a distancia y de trámites gubernamentales que hoy solo se resuelven por internet. Es un círculo donde la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades se perpetúan, a menudo por generaciones; esto es inconcebible –y éticamente inadmisible– que en pleno 2025 haya comunidades enteras en Chiapas sin acceso a herramientas que, para muchos, son esenciales para vivir con dignidad.

​Pero hay un giro urgente que debemos considerar: muchas empresas en México afrontan una transformación profunda en su forma de operar. El reciente Panorama ASG 2025 revela que la mayor parte aún está en etapas incipientes de madurez en sostenibilidad –escasas capacidades, falta de integración real, objetivos poco ambiciosos– y que solo un mínimo porcentaje (alrededor de 5%) ha incorporado objetivos ASG en todas sus funciones operativas.  Además, buena parte del presupuesto destinado al ASG se usa solo para cumplir regulaciones o reportar: no para invertir en desarrollo social, inclusión o formación comunitaria. 

​Ese diagnóstico abre una ventana de oportunidad para la responsabilidad social transformadora. Es ahí donde entra nuestra propuesta: abrir la primera Aula de Alfabetización Digital en Tuxtla Gutiérrez –en alianza con Fundación ADO, Mentors Internacional, la Agencia Digital Tecnológica del Estado de Chiapas, Día de las Buenas Acciones México, la UNICACH y la microfinanciera Avanza Sólido– como un puente entre la necesidad social de comunidades vulnerables y las exigencias crecientes de sostenibilidad corporativa.

​Esta aula no será un aula cualquiera: será un espacio gratuito —no se pagará con dinero, sino con compromiso: participación voluntaria, replicar lo aprendido con otras personas de la comunidad, construir conocimiento compartido. Tendremos la capacidad para atender hasta 50 personas diarias –por cada aula abierta–, equipamiento funcional ya sea nuevo o reacondicionado –una apuesta también por la sustentabilidad y el reciclaje tecnológico–, acceso a internet, mobiliario adecuado, conectividad eléctrica… todo para abrir puertas que hoy están cerradas.

​Pero nuestra apuesta es más ambiciosa: queremos dotar de herramientas reales para acceder a la salud digital, a la educación, al empleo, al emprendimiento, a la participación ciudadana. Queremos fomentar la alfabetización digital, financiera, laboral, cívica e inclusiva. Que las personas tengan las competencias para usar plataformas de salud, aprender en línea, emprender, navegar con seguridad, comprender sus derechos y ejercerlos. Y que esta formación no quede solo en unos cuantos, sino que sea un modelo replicable a nivel estatal, nacional e incluso latinoamericano.

​¿Por qué es urgente? Porque las pequeñas y medianas empresas –que conforman la columna vertebral del tejido productivo de México– necesitan trabajadores capacitados digitalmente para ser competitivas; estas empresas representan cerca del 52% del producto interno bruto nacional y generan más del 68% del empleo. Pero muchas de ellas carecen de los recursos para invertir en capacitación, tecnología o formación continua. La paradoja es clara: para acceder a créditos, contratos, licitaciones, a mercados globales, las empresas necesitan cumplir con estándares de innovación, competitividad, sostenibilidad… y eso exige personal capacitado. Pero si no hay acceso a capacitación, no pueden crecer e incrementar sus recursos para capacitación. ¿Qué viene primero, el huevo o la gallina? Esa es la gran pregunta de nuestro tiempo.

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​Por eso proponemos que el compromiso deje de ser individual y se convierta en colectivo; que empresas grandes, medianas y pequeñas se unan mediante voluntariado corporativo, donación de equipo, tutorías y mentorías. Que las aulas se conviertan en espacios de encuentro donde confluyan comunidades, instituciones, voluntarios, estudiantes, emprendedores y múltiples voces. Así, creceremos con responsabilidad social, con sentido de comunidad, con compromiso hacia la equidad. Además, esa unión no solo generará capital social: también responderá a las nuevas exigencias regulatorias, de gobernanza y sostenibilidad que muchas empresas hoy se ven obligadas a cumplir.

​Porque estas aulas no solo permitirán mejorar la empleabilidad, el emprendimiento o el acceso a servicios también impulsarán un desarrollo social sostenible, mayor cohesión, más igualdad, y aumentarán la competitividad de nuestra gente; con ello, contribuiremos al tejido económico del país, reduciremos desigualdades, empoderaremos a mujeres, jóvenes, adultos mayores… y construiremos comunidad.

​La brecha digital no es un problema inevitable: es una deuda histórica que podemos saldar juntos. Este proyecto es una apuesta por la dignidad, la igualdad y la justicia social. Si sumamos voluntades, recursos, talentos y buenos corazones, lograremos que ninguna persona en Chiapas quede al margen de la transformación digital. Hacemos un llamado: empresarios, instituciones, ciudadanos, comunidad educativa: “únanse a esta causa”, participen, aporten, compartan; porque no se trata solo de enseñar un clic: se trata de abrir una puerta a un futuro con oportunidades verdaderas.

​Porque, al final, la tecnología sin justicia no cambia vidas. Pero la tecnología + conciencia + solidaridad + sostenibilidad tiene el poder de transformar realidades. Que esta aula sea el primer paso de un camino que recorramos juntos, hacia un Chiapas más digno, más justo, más conectado.

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