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  • ALEJANDRA OROZCO

De regreso a la chamba

Tuxtla.- Ya estamos de vuelta en el trabajo de manera presencial, y afortunadamente nos ha ido mejor de lo que pensaba, he estado acomodando mis horarios y hasta el momento todo ha transcurrido de forma tranquila.


Gracias a que conseguimos a una muchacha que nos ayuda en la casa, Rodrigo no se ha vuelto loco con las dos, a excepción de una tarde que tuve que salir a junta y se quedaron solas con el, y es que la verdad cuando se ponen a llorar al mismo tiempo, cualquiera puede perder la paciencia.


Eso sí, como apenas me estoy acostumbrando, termino agotadísima, son las 8 de la noche y ya estoy cerrando los ojos, cansada física pero también mentalmente por el desgaste del día a día y los requerimientos físicos que me implica trabajar y ser mamá.


Sin embargo, por salud mental yo creo que ya me era necesario salir a trabajar, eso me ayuda a despejarme un rato, pues siempre he sido muy activa y casi no me gusta encerrarme en la casa, por lo que ya me hacia falta subirme al carro, poner mi música y llevarme un termo de café, aunque sea a las prisas para llegar a una entrevista u otra.


Las niñas se han adaptado bien, Elisa y estaba acostumbrada a quedarse en casa jugando con su papá, y Renata afortunadamente se tranquiliza mucho con Jazmín, la chica que nos ayuda, se toma su mamila (con la leche que me extraigo) y se duerme, cuando pensé que me iba a llorar mucho.


Como Elisa ya no duerme siesta, después de comer se baña, juega un rato, cena temprano y a las 8 de la noche ya la estoy durmiendo, todavía toma chichi y parece que cada vez pide más, y a pesar de mi agitación ya me resigné a que ella aun lo necesita, más de lo que yo necesito destetar; hubo un día que tomó una siesta de 1 a 2 de la tarde, y eso nos bastó para pasar una noche de terror batallando por dormirla y con las dos niñas despiertas.


A Renata la bañamos lo más tarde posible, con eso me da chance de extraerme leche, bañarme y terminar mis pendientes para dormirme entre 11 y 12, y ella se despierta hasta las 3 o 4... poco a poco va agarrando su ritmo.


Por cierto, ya la llevamos al pediatra y resulta que pesa 5.100 kilos, está casi un kilo arriba de su peso, lo cual no está tan mal pero ya nos dijo cómo cuantificarle la leche que le dejo para la mamila y cómo espaciar las tomas, para evitar que en un futuro tenga sobrepeso, fuera de eso está muy bien y sana.


Elisa cada vez está más rebelde: pega, avienta y escupe cosas, ahora hasta está empezando a morder, pero hacemos la lucha por ser pacientes y esperar a que pase esta etapa, sin dejar de decirle lo que está mal y esperando que poco a poco lo entienda.


Han sido días pesados, aunque ya nos estamos acostumbrando a que así será durante un par de años, pero también empezamos a disfrutar las risas de Renata a Elisa cuando le habla, sus primeros balbuceos, y todas esas cosas que uno añora cuando los hijos crecen, porque crecen muy, muy rápido.


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