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Diciembre y la economía chiapaneca

  • EDITORIAL
  • hace 25 minutos
  • 3 Min. de lectura

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Diciembre representa, para Chiapas, mucho más que el cierre de un calendario. Es un mes donde la economía se convierte en un termómetro social y político, capaz de reflejar con claridad las fortalezas, carencias y desafíos estructurales del estado. En estas semanas, el movimiento económico adquiere una visibilidad especial porque impacta de manera directa en la vida cotidiana de miles de familias que viven, en muchos casos, al día. El aumento del consumo propio de la temporada decembrina trae consigo un alivio momentáneo para amplios sectores de la población. El pago de aguinaldos, la llegada de remesas y los programas sociales activan el comercio local y permiten que pequeños negocios, mercados populares y prestadores de servicios tengan un respiro financiero. Para muchas comunidades, este dinamismo significa empleo temporal, mayor circulación de dinero y la posibilidad de enfrentar el inicio del siguiente año con un margen mínimo de estabilidad. Sin embargo, este impulso económico también exhibe una realidad incómoda: la dependencia de Chiapas de ingresos estacionales y de apoyos extraordinarios. La economía se activa con fuerza en diciembre, pero se desacelera de manera abrupta en los primeros meses del año. Esta fragilidad no es casual; es consecuencia de décadas de rezago productivo, informalidad laboral y desigualdad territorial que siguen marcando la vida económica del estado. Desde una perspectiva política, diciembre coloca a los gobiernos frente a una prueba de credibilidad. La administración pública no solo debe garantizar que el dinero circule, sino que lo haga en un entorno de orden, seguridad y confianza. Cuando hay estabilidad, el comercio florece, el turismo llega y la ciudadanía participa en la vida comunitaria. Cuando falta, el impacto económico se diluye y el costo social se multiplica. La economía decembrina también tiene un rostro social profundamente contrastante. Mientras algunos sectores logran mejorar ingresos y consumo, otros enfrentan el incremento de precios en alimentos básicos, transporte y servicios. Las familias con empleos informales o ingresos irregulares suelen ser las más afectadas por esta presión inflacionaria, lo que obliga a replantear la efectividad de las políticas de contención económica y apoyo social. El turismo, por su parte, se consolida como uno de los motores más visibles durante este mes. La riqueza cultural, natural y gastronómica de Chiapas atrae visitantes nacionales y extranjeros, generando derrama económica directa en comunidades que, en muchos casos, tienen pocas alternativas productivas. No obstante, el desafío político es claro: evitar que el turismo sea solo un fenómeno de temporada y transformarlo en una estrategia permanente de desarrollo regional, con beneficios reales y sostenibles para la población local. Diciembre también es un momento de balance para las políticas públicas. La pregunta de fondo no es cuánto se movió la economía en estas fechas, sino quiénes se beneficiaron y en qué medida. El reto para el gobierno es traducir el dinamismo estacional en crecimiento estructural, fortaleciendo al campo, apoyando a pequeños productores, incentivando la formalización del empleo y promoviendo inversiones que respeten el entorno social y ambiental. En el ámbito social, el movimiento económico de diciembre tiene un impacto directo en la cohesión comunitaria. Cuando hay ingresos y condiciones mínimas de bienestar, se fortalecen las tradiciones, la convivencia y el tejido social. La economía deja de ser un concepto abstracto y se convierte en un factor de estabilidad y paz. Por el contrario, cuando persiste la exclusión, el descontento se acumula y se transforma en tensión social. Así, diciembre no debe entenderse solo como un mes de consumo, sino como una oportunidad política para redefinir prioridades. Chiapas necesita una economía que no dependa únicamente de temporadas festivas, sino de decisiones públicas firmes, incluyentes y con visión de largo plazo. Una economía que coloque al pueblo en el centro, reduzca desigualdades y permita que el crecimiento se sienta todos los meses del año, no solo en diciembre. Porque en Chiapas, el verdadero impacto económico no se mide en cifras de fin de año, sino en la capacidad del Estado para garantizar que el bienestar no sea una excepción estacional, sino una condición permanente de justicia social y desarrollo.

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