El auge de la maternidad real
- ALEJANDRA OROZCO
- 8 oct 2023
- 3 Min. de lectura
Quiero empezar esta columna citando a nuestra querida y ya conocida Luz Carreiro (@bee.traveler) quien hace un par de años conmocionó a las redes sociales por un video en el que decía: “odio la maternidad”… pues yo también la odio, y estoy segura que un 80 por ciento de las mamás, también. OJO: odiamos la maternidad, pero amamos ser madres. O sea, ¿cómo?

Ser mamá, y por partida doble, puedo decir que ha sido lo más retador, pero también lo más hermoso que me ha tocado vivir, vino a hacer que me cuestionara todo, me hizo la más miedosa pero también la más valiente, me hace ser ridículamente cursi pero también un otro neurótico, me ha llevado a los extremos, y nada de esto es culpa de Elisa o de Renata.
Hoy en día, solemos quejarnos cada que podemos de la carga de ser mamá: el lidiar con los berrinches, el limpiar pipí y popó, el lavar y doblar ropa, tener que estar al pendiente de las comidas, jugar con ellas, ser la primera en levantarte, la última en dormirte y así sucesivamente.
Nos quejamos mucho, más que quejarnos, nos desahogamos, porque nos toca quizá la carga más pesada al ser mamás, por más ayuda que tengamos de nuestra red de apoyo, por más equitativa que esté la friega entre papá y mamá, siempre a mamá le tocará la parte más pesada, y es necesaria una válvula de escape para no estallar.
Lo malo es que no está -o apenas está empezando a ser- normalizado el desahogarnos, el no estar bien para poder estar bien, todavía a nuestras mamás y abuelas les tocó soportar, aguantarse calladitas y cumplir con el rol que la sociedad les imponía, el de estar al cuidado de los hijos, de la casa, del marido y hasta del trabajo, sin tener derecho a réplica.
¿Cuántas veces no hemos escuchado el: “pues entonces para qué tuviste hijos/pues tú te lo buscaste/ pues para qué andas de caliente”? Y cómo cala, porque no todas las madres lo han sido por elección, y las que lo somos, por supuesto que sabíamos a lo que nos ateníamos, por supuesto que estamos conscientes de eso, no estamos diciendo que estemos arrepentidas, a veces simplemente queremos desahogarnos, una lloradita y a seguirle.
Me da gusto, como dice Luz, que cada vez sean más las mamás que se atreven a aceptar cuando ya no pueden más, a pedir 5 minutos de tiempo fuera antes de que la bomba estalle, a expresarse y dejar de romantizar que la maternidad es color de rosa y que todo el tiempo lo tenemos todo controlado, pues aunque se espere mucho de nosotras, somos simplemente humanas, que a veces no podemos con todo.
Si alguna vez llegan a escuchar a una mamá quejarse, renegar, decir que está hasta la madre, que tuvo un día pesado, que extraña quién era antes de ser mamá, que le gustaría tener un tiempo a solas, que no sabe si lo está haciendo bien, que está abrumada: todo es válido, no juzguen, aún si son mamás y creen que no es tan pesado, cada maternidad es diferente y cada una está librando sus propias batallas.
Pienso que ser mamás en nuestra generación es más pesado, porque se nos pide criar como si no trabajáramos, y trabajar como si no tuviéramos que criar (leí esa frase por ahí), ahora tenemos que educarlos de manera respetuosa, porque ya no queremos repetir patrones de violencia, pero con la paciencia intacta, sin contar con que también tenemos que ocuparnos de la casa, de la pareja y del trabajo, pues es más común que ambos trabajen, si no te realizas profesionalmente te dicen floja, y si por trabajar descuidas la casa, pues también te dicen floja.
Tener hijos es bellísimo, es el amor más bonito que he sentido y no sé ni cómo explicar lo chido que siento cuando las veo jugar juntas, pero dicen por ahí también que ni lo bonito le quita la chinga, ni la chinga le quita lo bonito, una cosa es ser mamá, y otra cosa es maternar, lo primero es todo lo bonito, y lo segundo, lo que implica la maternidad, va más con todas las responsabilidades y tareas que tenemos que hacer como madres. Eso, es lo que no nos late.









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