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El Caso del Rancho Izaguirre: espejo de la crisis de desapariciones

  • EDITORIAL
  • 10 jul
  • 2 Min. de lectura

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El reciente fallo judicial que condena a diez personas a un total de 141 años y tres meses de prisión, junto con una onerosa multa de reparación del daño, destaca no solo la gravedad de los delitos cometidos en el rancho Izaguirre de Teuchitlán, Jalisco, sino también la creciente presión sobre el estado mexicano para abordar la crisis de las desapariciones que ha plagado al país durante décadas. Este caso, que involucra acusaciones de desaparición cometida por particulares y homicidio calificado, es un recordatorio escalofriante de la violencia arraigada en el narcotráfico y sus repercusiones profundas en la sociedad. La intervención de la Guardia Nacional, tras reportes de disparos, revela las circunstancias extremas en las que operan las fuerzas de seguridad en sus intentos por controlar a organizaciones criminales como el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). La agresión recibida por parte de los detenidos al momento de la llegada de los agentes subraya el riesgo y la complejidad del enfrentamiento entre el estado y el narcotráfico. La rápida reacción de los elementos de la Guardia Nacional no solo resultó en la captura de los presuntos criminales, sino también en la liberación de dos individuos que se encontraban en condiciones de cautiverio, lo que añade una capa de urgencia a la persecución de estos delitos. Desde el hallazgo de un "campo de exterminio" por parte del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco hasta la declaración del fiscal general sobre la naturaleza del rancho, se hace evidente que las narrativas en torno a la violencia no siempre están claras. La existencia de 400 pares de zapatos hallados en el lugar ha suscitado especulaciones sobre la magnitud de las atrocidades allí perpetradas. Sin embargo, la falta de evidencias contundentes sobre su uso como crematorio clandestino delata además la dificultad de establecer la verdad en medio de la niebla de la violencia y el miedo que imponen las organizaciones delictivas. Este contexto es aún más alarmante si se considera que más de 120.000 personas permanecen desaparecidas en México desde la década de 1960. La situación actual demanda acciones decisivas y efectivas por parte del gobierno, y en particular de la administración de Claudia Sheinbaum, quien se enfrenta a un reto monumental en su búsqueda por hacer frente a las desapariciones y garantizar la justicia para las víctimas y sus familias. El caso del rancho Izaguirre no es un hecho aislado, es parte de un tejido de dolor y desconfianza que permea el entramado social mexicano. Finalmente, este episodio pone de relieve la urgencia de reformar las estrategias de seguridad pública y justicia en el país. La condena histórica emitida por el tribunal debe ser vista no solo como un triunfo en términos legales, sino como un llamado a la acción para abordar las causas subyacentes del fenómeno de las desapariciones y la violencia relacionada con el narcotráfico. México necesita restaurar la confianza en sus instituciones y proporcionar respuestas contundentes a las familias que han perdido a sus seres queridos. La justicia no debe ser un mero concepto; debe convertirse en una realidad tangible que allane el camino hacia un futuro donde el terror y la impunidad no sean la norma, sino la excepción.

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