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El Séptimo Arte del Sie7e: Predator: Badlands de Dan Trachtenberg

  • EDDIE RINCTOYA
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura

Es curioso el caso del lobo: el cazador perfecto que podría vivir solo, pero elige la manada. Tal vez comprende, mejor que nadie, cuando decimos que la unión hace la fuerza.

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Existen sagas que marcaron un antes y después en la historia del cine. Algunas han perdido fuerza con el tiempo, otras han sido redescubiertas por nuevas generaciones. En años recientes, franquicias como Alien, Mad Max o Jurassic Park han tenido reinicios que, para bien o para mal, han funcionado.

Hoy hablaremos de la saga de Depredador, que ha renacido bajo la dirección de Dan Trachtenberg, responsable de las últimas tres entregas de este cazador alienígena. Una saga que, con el paso del tiempo, se ha consolidado como un clásico de la ciencia ficción.

¿De qué trata?

En un planeta hostil y desértico, un joven Yautja (especie de Depredador) llamado Dek, marginado por su propio clan, emprende un viaje para cazar a la presa perfecta. En su travesía se enfrentará a dudas sobre su linaje, ecosistemas letales y al hallazgo de una sintética de la corporación Weyland-Yutani. Badlands es una historia de supervivencia, identidad y ruptura de códigos.

Su director

Dan Trachtenberg es director, productor y guionista estadounidense. Comenzó su carrera dirigiendo anuncios publicitarios y cortometrajes, para luego dar el salto a la televisión. Ha dirigido episodios de algunas de las series más populares de los últimos años, como The boys, Stranger Things y Black Mirror.

En el cine, Dan ha trabajado dentro de universos ya conocidos por el público, dándoles un giro renovado. Sus protagonistas suelen ser antihéroes o figuras marginales enfrentadas a situaciones límite. Entre sus cuatro largometrajes están 10 Cloverfield Lane (2016) y sus tres incursiones en la franquicia de Depredador, donde ha logrado revitalizar la saga con una mirada más íntima y filosófica.

En Predator: Badlands

Tras estar una semana en cartelera, Depredador: Tierras Salvajes ha generado división entre el público, algunos la consideran demasiado suave, alejada de la esencia original, incluso la han apodado “Depredador: la nueva princesa de Disney”. Es comprensible: muchos crecieron con las primeras cintas, estrenadas hace ya 38 años, donde el Depredador era un asesino implacable, casi un slasher de ciencia ficción, sin más contexto que la cacería.

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Sin embargo, en las últimas tres películas han ocurrido dos cosas: primero, la saga volvió a captar atención tras varios intentos fallidos; segundo, se le ha dotado de cultura, jerarquías, rituales y un contexto que necesitaba urgentemente.

Dan Trachtenberg ha logrado expandir el universo del Depredador. En Badlands descubrimos el porqué de las cacerías, el comportamiento de la especie, sus códigos y dilemas. El director nos muestra mundos nuevos, donde la naturaleza y la fauna tiene un instinto de supervivencia asesina que resalta junto a los personajes. Sin duda, uno de los puntos más fuertes de la cinta.

El monstruo – ahora protagonista – pertenece a la especie Yautja. Vemos sus conflictos, que parecen universales, y escuchamos su idioma, creado especialmente para la película por el lingüista Britton Watkins. Este idioma se basa en gruñidos, chasquidos y sonidos guturales, estructurados con reglas gramaticales para lograr una lengua oral y escrita coherente.

La cinta cuenta con las actuaciones de Ella Faning, en un doble papel como sintética de Weyland-Yutani, y Dimitrius Shcuster como el joven depredador. Ambos logran interpretaciones sólidas que despiertan curiosidad por sus personajes y por el universo que habitan.

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Dan nos habla del linaje Yautja, de las pruebas para pertenecer al clan, pero también del rechazo familiar y social hacia quienes son considerados anomalías. Nos muestra cómo la diferencia física puede marginar, pero también cómo la unión puede ser fuerza y salvación.

En recomendación

Dan Trachtenberg nos entrega un nuevo capítulo del universo Depredador, cumpliendo por tercera vez con una propuesta visualmente potente y narrativamente estable. Aunque por momentos recurre a ciertos clichés, no compromete el conjunto. Puede que no sea la historia que conocimos hace 38 años, pero sin duda es la que necesitaba para evolucionar. Porque si no se adapta, Depredador corre el riesgo de convertirse en su propia cacería.

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