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Es una realidad la brecha salarial de género en nuestro país 

  • EDITORIAL
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Imagina lo siguiente, trabajas incansablemente, entregas todo tu esfuerzo y empeño en cada tarea, pero al final del mes, tu esfuerzo vale menos. ¿Por qué? Por el simple hecho de ser mujer. Esto no es una historia inventada, sino una realidad que vivimos las mujeres en México y a nivel mundial. La brecha salarial de género es esa diferencia de ingresos entre hombres y mujeres, incluso cuando ocupan el mismo puesto. En ese sentido, ser mujer continúa siendo un factor para ganar menos, y no hablemos de ser madre, pues se agrava esa situación. En el caso concreto de nuestro país, y a pesar de los avances en políticas a favor de la equidad entre hombres y mujeres, la brecha salarial de género sigue siendo una realidad: de acuerdo con cifras de la última encuesta nacional de ingresos y gastos de los hogares (ENIGH) del INEGI, en 2024 por cada peso que ganó un hombre, una mujer tan solo recibió 65 centavos. Mientras un hombre recibió, en promedio, 12,016 pesos mensuales, una mujer percibió 7,905 pesos; es decir, 4,111 pesos menos al mes, por el mismo trabajo. Además de las cifras de la ENIGH, hay diversos estudios de organismos, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que demuestran año tras año que las mujeres en México ganamos menos que los hombres en la mayoría de los sectores. Además, dejan ver que esta disparidad se acentúa en puestos de liderazgo y en sectores tradicionalmente masculinizados (el sector salud o las ingenierías, por mencionar dos ejemplos), aunque, desafortunadamente, también persiste en profesiones donde las mujeres son mayoría (el magisterio o el sector servicios, e inclusive en sectores laborales precarizados). Esta brecha, además de ser una  injusticia social, también representa un freno para el desarrollo económico y la equidad en el país. Es un eco de prejuicios y estereotipos arraigados en nuestra cultura, donde ser mujer, en muchas ocasiones, es sinónimo de enfrentar puertas cerradas o salarios inferiores. Y si eres madre, el panorama es más complejo, pues la sociedad aún nos carga con el peso desproporcionado de los cuidados y las responsabilidades del hogar, obligándonos a elegir entre nuestras carreras y nuestra familia, o nuestro crecimiento profesional. ¿Por qué existen y persisten estas brechas salariales, en perjuicio de las mujeres? Las causas son muchas, además de complejas. Entre ellas, se encuentran: La discriminación, que se fundamenta en prejuicios y estereotipos de género que limitan el acceso de las mujeres a ciertos puestos o que justifican salarios más bajos. Las responsabilidades de cuidado no compartidas, asumidas fundamentalmente por las mujeres, pues en nuestro país y por mandato cultural la carga desproporcionada de las labores domésticas y de cuidados recae en las mujeres, lo que a menudo nos obliga a optar por trabajos de medio tiempo o con menor remuneración para conciliar la vida laboral y familiar. La infravaloración de las habilidades y el trabajo desempeñados por mujeres, especialmente en labores que se perciben como “femeninas”. La falta de transparencia salarial, que se observa en la falta de políticas claras y transparentes sobre las remuneraciones, que dificulta la identificación y corrección de las disparidades. La menor participación de las mujeres en puestos directivos, los cuales tienen, casi siempre, los salarios más elevados, pero donde no hay una representación significativa de mujeres, y finalmente. La segregación ocupacional, lo cual significa que las mujeres se concentran en sectores y ocupaciones peor remuneradas, en muchas ocasiones en sectores laborales precarios (por ejemplo, servicios o trabajos de cuidado no reconocidos). Las consecuencias de esta brecha salarial son profundas, e impactan en muchos aspectos de la vida de las mujeres: en nuestra autonomía económica, en nuestra capacidad de ahorro presente y futuro, y en el acceso limitado a pensiones dignas. Este tipo de consecuencias, a largo plazo, conlleva a la mayor vulnerabilidad de las mujeres a caer o permanecer en situación de pobreza, especialmente en la vejez, y también a perpetuar ciclos de desigualdad intergeneracional, así como a limitar el crecimiento económico del país al desaprovechar el talento y el potencial de la mitad de su población. Es hora de romper esta inercia. México necesita un cambio radical para cerrar esta brecha, y para lograrlo necesitamos de la colaboración de diversos actores. Desde el gobierno se deben implementar políticas públicas que realmente se enfoquen en impulsar  la igualdad salarial, como la legislación de transparencia salarial, la fiscalización de empresas y la promoción de licencias parentales equitativas. Por parte de las empresas, necesitamos que asuman  un compromiso y que adopten políticas de no discriminación, que realicen auditorías salariales internas, que promuevan la participación de mujeres en puestos de liderazgo, ofreciendo la flexibilidad que necesitan. Desde la sociedad civil, requerimos de organizaciones que continúen alzando la voz, visibilicen la problemática, eduquen sobre los derechos laborales de las mujeres y aboguen por un cambio cultural que valore equitativamente el trabajo de hombres y mujeres. Finalmente, las personas también debemos ser conscientes de esta realidad, buscando negociar salarios justos y apoyando a las mujeres en el ámbito laboral. Cerrar la brecha salarial de género es un asunto de justicia social, además de una necesidad económica, una inversión en nuestro futuro y un pilar para construir un México más equitativo y próspero para todas y todos.

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