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Escuelas democráticas

  • COMUNICADO
  • hace 2 horas
  • 4 Min. de lectura

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Escuelas democráticas: una perspectiva desde México. Esta obra reúne testimonios de docentes, quienes relatan su experiencia de formación de una ciudadanía democrática. En tiempos en que la democracia parece perder vigor en distintos países del mundo, es revelador volver la mirada hacia un espacio en el que rara vez nos enfocamos a examinar su deterioro: la escuela. Allí, en las aulas de educación preescolar, primaria y secundaria, se juega cada día la posibilidad de formar ciudadanos capaces de participar en la toma de decisiones, convivir en la diversidad, disentir con respeto y construir comunidad. Este libro nos recuerda que la cultura ciudadana se valora, se aprende y se ejerce desde el aula. La obra, fruto de un proceso de co-creación impulsado por Mexicanos Primero y guiado por la profesora Linda Nathan de la Escuela de Graduados en Educación de la Universidad de Harvard, reúne las voces de 27 docentes de escuelas públicas de distintos estados del país. Estas narraciones, escritas dentro del género de escritura creativa de no ficción, muestran cómo la democracia se construye en lo cotidiano. Cada historia revela que, más allá de las desigualdades estructurales y aún con las carencias que enfrentan las escuelas, maestras y maestros abren el diálogo con estudiantes e integrantes de la comunidad escolar para generar una convivencia basada en los principios y valores de la cultura democrática. El libro se basa en el supuesto de que la educación es indispensable para que la democracia florezca. Son las y los docentes comprometidos con la libertad, la igualdad, el reconocimiento del otro y con un sentido profundo de comunidad quienes forman una auténtica ciudadanía democrática. De esta forma, la escuela pública se convierte en un laboratorio de ejercicio ciudadano. Allí se aprende a escuchar, disentir, participar y convivir respetuosamente en la diversidad. Los relatos muestran que la democracia no es un ideal abstracto, sino una práctica posible. Una maestra rural que, con apenas unos libros, siembra el apego por la lectura; un profesor de primaria que construye acuerdos de convivencia en aulas donde antes prevalecía la desconfianza; una directora que promueve la inclusión y teje redes de apoyo para que ningún estudiante quede fuera de su derecho a aprender. Son ejemplos concretos de cómo la democracia se vive en todos los espacios escolares: recreos, talleres artísticos, proyectos comunitarios. Las narraciones se enmarcan en los cuatro pilares de la educación democrática propuestos por Linda Nathan: Libertad y expresión. Fomenta el flujo abierto de ideas y perspectivas, creando espacios seguros donde todas las voces son escuchadas. En estas aulas, las discrepancias son bienvenidas, pero nunca a costa de deshumanizar al otro. Equidad e inclusión. Mantiene altas expectativas para cada estudiante, respetando la diversidad de identidades, orígenes y creencias. Su objetivo es garantizar una educación de alta calidad que sea rigurosa, accesible e inclusiva para todas las personas, sin excepción. Compromiso con el bien común. Promueve el diálogo crítico y empático como herramienta para alcanzar decisiones que beneficien a la comunidad en su conjunto, siempre con el respeto a la humanidad de cada persona como principio rector. Colaboración comunitaria. Impulsa la toma de decisiones colectivas, con la participación activa de estudiantes, docentes, familias e integrantes de la comunidad para resolver los desafíos que enfrentan. Estos pilares no son dimensiones aisladas, sino interconectadas que, en conjunto, definen lo que significa una escuela democrática. El libro muestra que, cuando estos se llevan a la práctica en las aulas mexicanas, mejoran los aprendizajes y además, se fortalece la convivencia pacífica. El sistema educativo nacional enfrenta desafíos enormes: carencias de infraestructura, falta de conectividad, violencia social, o abandono escolar. No obstante, los relatos evidencian que la educación democrática es posible, incluso en contextos de adversidad. Las y los maestros, autores de los relatos, siempre encontraron formas de reconocer las voces de sus estudiantes y abrir oportunidades. Un aspecto distintivo de la obra es que el propio proceso de creación fue un ejercicio democrático. Las y los docentes participaron en talleres de escritura creativa, recibieron retroalimentación entre pares y trabajaron en colaboración. No se impuso una estructura rígida; en cambio, narraron libremente sus experiencias, desde su propia voz. El resultado es un mosaico de relatos que convierte las experiencias narradas en conocimiento compartido. Al escribir juntos, en un proceso de co-creación, las y los autores modelaron lo que significa construir colectivamente, respetar la diversidad de perspectivas y dar valor a cada voz, lo que a su vez, revela una lección fundamental: la democracia se enseña a partir de la práctica. El libro es un espejo y, a la vez, un impulso. Como espejo, refleja lo que ya somos capaces de lograr cuando se tejen relaciones de confianza entre maestras y maestros. Como impulso, invita a funcionarios, organizaciones, familias y estudiantes a construir juntos una educación más libre, equitativa e incluyente. Cada relato nos recuerda que la escuela es el lugar donde el país se reinventa día con día. Con una perspectiva humana y ética, nos recuerda que educar es un acto de apuesta en el futuro: cada clase, cada pregunta, cada gesto de confianza hacia la o el estudiante reafirma que otro país es posible. La publicación de Escuelas democráticas: una perspectiva desde México podría ser más que un acontecimiento editorial, una invitación a abrir una conversación pública sobre el papel de la escuela en la construcción de la democracia. En un momento en el que los conflictos y la polarización social amenazan con fragmentar la sociedad, la escuela puede ser el espacio donde se aprende a convivir en la diferencia. La democracia no solo se sustenta en instituciones electorales o en la legislación. Sus cimientos están en la capacidad de las personas para dialogar, disentir y convivir en el respeto de los derechos y la dignidad de todas las personas, sin excepción. Esta capacidad se puede formar cotidianamente en las aulas.

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