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Fe y tradición bajan a Tuxtla con la segunda procesión de las Vírgenes Copoyitas

  • NOÉ JUAN FARRERA
  • 14 oct
  • 2 Min. de lectura

Tuxtla.- La mañana de este 14 de octubre se realizó la segunda Bajada de las Vírgenes de Copoya, una de las celebraciones más emblemáticas de la cultura zoque en Tuxtla Gutiérrez. Este evento, cargado de simbolismo y devoción, marca la unión entre las comunidades de Copoya y la capital chiapaneca, a través de una procesión que desciende desde la morada der las imágenes en Copoya.

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En este caso,  el barrio Juy Juy será la sede de estas festividades, en la zona norte poniente de la ciudad, en la 6ª Norte entre 13 y 14 poniente, donde las imágenes permanecerán durante diez días a partir de hoy con diversas actividades ceremoniales.

Esta manifestación religiosa y cultural honra a la Virgen del Rosario, cuya festividad central se celebra el 15 de octubre, y reúne a tres imágenes veneradas conocidas como Las Vírgenes de Copoya: la Virgen de Candelaria, la Virgen del Rosario y María de Olachea, representación antigua de Santa Teresa.

Su presencia es símbolo de fe y de la continuidad de un legado que ha sobrevivido por generaciones.

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Durante la espera de las imágenes, los habitantes y visitantes se suman a una serie de expresiones tradicionales que enaltecen la identidad zoque. Entre ellas destaca la elaboración de los Joyonaqué, ramilletes de flores confeccionados artesanalmente, considerados ofrendas de belleza y devoción; también los músicos tradicionales y las maestras comideras, dan sabor a esta festividad desde temprana hora.

Asimismo, el Somé, elemento ritual de profundo significado espiritual, acompaña a los fieles durante la procesión y visitas realizadas, representando la conexión entre lo humano y lo divino.

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La Bajada de las Vírgenes de Copoya es más que una manifestación religiosa: es una muestra viva de la cultura zoque, donde se entrelazan la fe, el arte y la comunidad. Cientos de fieles, músicos, danzantes y artesanos participan cada año en esta procesión que da identidad a Tuxtla Gutiérrez y fortalece los lazos entre Copoya y la capital chiapaneca.

Con el paso de los años, esta tradición se consolida como un símbolo de resistencia cultural y de orgullo para los pueblos originarios de Chiapas, reafirmando que la espiritualidad también es una forma de mantener viva la historia.

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