Juventud al límite: cómo el cambio climático amenaza la salud de una generación
- VANESSA TRACONIS QUEVEDO
- hace 2 días
- 4 Min. de lectura
El cambio climático ya no es una amenaza futura: es una crisis presente que marca la vida de millones de personas, especialmente de las juventudes en todo el mundo. Sus consecuencias, lejos de limitarse a impactos ambientales, están socavando silenciosamente su salud física, mental y social. Si no se actúa con urgencia, esta será la primera generación que viva toda su existencia bajo los efectos acumulativos de una crisis climática sin precedentes.

Un informe reciente de The Lancet Commission on Adolescent Health and Wellbeing advierte que el bienestar global de los adolescentes ha llegado a un punto de inflexión. Las proyecciones son alarmantes: para el año 2100, se estima que cerca de 1,900 millones de jóvenes vivirán en condiciones determinadas por el calentamiento global, con consecuencias que van desde la inseguridad alimentaria hasta alteraciones emocionales severas (The Lancet, 2023).
Los efectos del cambio climático ya deterioran la salud de los adolescentes en el presente. El aumento de temperaturas intensifica la irritabilidad, el insomnio, la fatiga crónica y la ansiedad. A ello se suma la exposición prolongada a olas de calor, contaminación atmosférica, escasez de agua y alimentos con menor valor nutricional, factores que elevan la prevalencia de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y gastrointestinales (OMS, 2022). Estas son enfermedades silenciosas que florecen en entornos cada vez más hostiles.
Y no se trata solo de calor extremo. Se prevé que los desastres naturales, cada vez más frecuentes e intensos, generen pérdidas agrícolas masivas, desplazamientos forzados e interrupciones de servicios esenciales. Estas condiciones afectan directamente la salud mental de las juventudes, sobre todo en contextos vulnerables. El fenómeno conocido como ecoansiedad —el temor persistente al deterioro ambiental y al colapso climático— ya está documentado en adolescentes de todo el mundo (Hickman et al., The Lancet Planetary Health, 2021).
El informe de The Lancet traza una relación directa entre la degradación ambiental y el aumento de enfermedades crónicas no transmisibles. Las olas de calor incrementan los eventos cardiovasculares; la mala calidad del aire agrava el asma y otras afecciones respiratorias; y la inseguridad alimentaria intensifica la desnutrición infantil y adolescente.
Además, la pérdida de biodiversidad y la alteración de ecosistemas están acelerando la resistencia antimicrobiana, limitando la eficacia de tratamientos médicos esenciales. En otras palabras, los jóvenes enfrentarán un mundo donde enfermarse será más común, pero curarse será más difícil.
A esto se suma una realidad que muchas políticas públicas siguen ignorando: la pobreza farmacéutica. En Fundación RedSalud Internacional lo vivimos de cerca: millones de personas no tienen acceso a los medicamentos más básicos. Mientras no se garantice el abasto y el acceso universal, la salud seguirá siendo un privilegio, no un derecho.
El cambio climático no solo pone en riesgo la salud: agudiza las desigualdades estructurales. En los países con infraestructuras sanitarias, educativas y laborales precarias, las juventudes enfrentan un futuro sin garantías. La mala alimentación —impulsada por entornos obesogénicos y sistemas alimentarios disfuncionales— compromete no solo su salud física, sino también su rendimiento escolar y sus oportunidades de vida.
Como alertó recientemente la directora de la Federación Mundial de Obesidad, sin regulación efectiva y responsabilidad empresarial, el aumento de enfermedades crónicas entre jóvenes será inevitable. Si el sistema alimentario colapsa, como ya ocurre en muchas zonas rurales y urbanas, los jóvenes quedarán atrapados en un ciclo de mala nutrición, pobreza y vulnerabilidad.
La Organización Mundial de la Salud ha declarado que el cambio climático es la mayor amenaza para la salud global del siglo XXI (OMS, 2021). Pero también es una oportunidad para rediseñar nuestras políticas públicas y estrategias sanitarias desde una visión sostenible, inclusiva y solidaria.
Desde Fundación RedSalud Internacional impulsamos el Fondo Solidario de Medicamentos, una iniciativa que recupera medicamentos a corta caducidad para redistribuirlos a poblaciones vulnerables georreferenciadas por el Observatorio de la Pobreza Farmacéutica, la Equidad Sanitaria y la Exclusión Social, evitando su desperdicio y reduciendo las emisiones contaminantes derivadas de su destrucción. Este modelo no solo es ambientalmente responsable, también garantiza el derecho a la salud y combate la exclusión, genera una cohesión y equidad social e impacta en la economía de las comunidades.

La emergencia climática es también una emergencia ética. Defender los derechos de las juventudes y darles voz en las decisiones que afectan su presente y su futuro es una obligación moral. Pero más que discursos, necesitan acciones concretas: acceso a salud integral, participación real, educación para la resiliencia, infraestructura comunitaria, y financiamiento climático con enfoque generacional.
Por eso, desde el sector salud y la sociedad civil, debemos impulsar:
Programas de salud mental y emocional comunitaria adaptados al contexto climático.
Educación para la resiliencia, con enfoque ecológico y de justicia social.
Sistemas de salud sostenibles, con cadenas de suministro responsables.
Alianzas intersectoriales que coloquen la salud de las juventudes en el centro de la acción climática.
La juventud necesita más que esperanza: necesita garantías. Y el tiempo de actuar no es mañana, es hoy. Porque el futuro se construye desde el presente. Y empieza por proteger a quienes más lo sufrirán si no lo hacemos: nuestras juventudes.
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