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  • ALEJANDRA OROZCO

La aventura de ser mamá: El bautizo de Elisa

Desde que estaba pequeña, crecí en una familia de mucha fe, que nos inculcó cumplir puntualmente con todos nuestros sacramentos y celebrarlos ya fuera en grande o con algo muy familiar, pero que no pasara desapercibido.



Aunque no soy de ir a misa todos los domingos, y Rodrigo tampoco, somos católicos y todos los días agradecemos a Dios por la vida de Elisa, por lo que quisimos también celebrar sus sacramentos en la fe católica para que crezca rodeada del amor de Dios y sepa que alguien la cuida y la ama allá arriba.


Aunque la pandemia nos ha cambiado los planes de todo lo que queríamos para ella, decidimos bautizarla cuando cumpliera un año, ya habíamos apartado hasta el salón para hacer un fiestón doble de bautizo y primer año, pero se vino un repunte de COVID y tuvimos que decidir esperar a la fiesta y solo celebrar el sacramento, en agradecimiento a su primer año de vida.


Por motivos de agenda, ya que mi hermana no vivía aquí, lo programamos para el 23 de marzo para que ella pudiera estar, sin embargo el bautizo tuvo que cancelarse porque ese día, mi mamá nos dio un susto enorme al sufrir convulsiones y estar internada, por lo que no teníamos cabeza para nada más.


Tuvimos que posponerlo hasta este domingo, ya que en ese entonces mi hermana solo estaba de vacaciones y quisimos esperar a que volviera, y ahora que ya está acá, entonces celebramos el sacramento del bautizo aunque no hubiera fiesta, pues de nuevo nos encontramos ante un repunte de esta pandemia.


Incluso la misa estuvo algo restringida, pues solo invitamos a nuestros papás y hermanas, así como algunos tíos, incluso algunos de nuestros familiares se quedaron afuera porque después de 15 minutos la iglesia cerró sus puertas, como medida de prevención y limitación de aforo, por lo que fue algo muy íntimo.

Toda la ceremonia -porque ni siquiera fue misa como tal-, nos la pasamos nerviosos porque Elisa quería correr, se la pasó llorando o gritando, no quería que la cargáramos, y teníamos miedo de que eso alterara a los otros niños, que también eran pocos, hasta sentíamos la mirada del padre, pero se entiende que es una niña, y esto pasa con los niños.


Al final, se logró el objetivo: bautizamos a Elisa, nuestra familia estuvo presente, quizá cuando me embaracé nunca pensamos en una misa con poca gente, cubre bocas y puerta cerrada, pero la ceremonia estuvo bonita y el padre se nos acercaba a cada rato para darnos mensajes de amor y bendecir nuestra familia.


Quizá algunas veces los obstáculos vienen para mostrarnos el lado bueno de las cosas, quizá en otro momento nos hubiéramos preocupado más por la fiesta que por el bautizo en sí, y el hecho de no tener fiesta nos dejó concentrar nuestra atención al 100 por ciento en el momento en que se convirtió en parte de la iglesia, y nos dejó ver que lo más importante es precisamente ese rito.


No hubo ropón, no hubo bolo, ni fiesta en salón con muchos invitados; nos quedamos con las ganas de compartir este momento con amigos y más familia, pero dimos un paso importante y especial en la vida de Elisa y en nuestra familia, y le agradezco a Dios que nos haya dado la oportunidad de que así fuera.

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