La aventura de ser mamá: Los miedos de mamá

Tuxtla.- Desde que era niña, recuerdo que era muy miedosa en cuanto a películas de terror, a la oscuridad, a algunos personajes y cosas que hoy entiendo que son falsas, que solo estaban en mi imaginación y que hoy daría todo por que mis más grandes miedos siguieran siendo esos.

Pero también recuerdo que había una etapa, que le tenía mucho miedo a la muerte, no tanto a que me pasara algo a mí porque lo veía muy lejano, pero sí que le pasara algo a alguno de mis seres queridos o familiares, temor que incluso me mantenía despierta en las noches, no estaba tranquila si alguien no había regresado a casa, o vivía con esa angustia y ansiedad que representa la muerte, pero a mis no más de 10 años de edad.

La psicóloga a la que iba, me dijo que este temor derivó que de cuando estaba chiquita me la pasé mucho tiempo en hospitales por un padecimiento que tenía, el estar en pasillos de cancerología y convivir con niños en fase terminal, consciente o inconscientemente me hizo madurar más rápido y tener ese temor, por haber convivido, por así decirlo, con el término de la vida, también solía tener la percepción de que todos los días eran iguales y eso me abrumaba y llenaba de ansiedad, recuerdo que fui a algunas sesiones con la psicóloga, y conforme fui creciendo, se me fue pasando.

Hoy en día, creo que esa voz en mi cerebro se había apagado pero empezó a encenderse otra vez, se agudizó cuando me convertí en mamá pero ha ido creciendo, al ver todos los peligros que nos rodean, que estamos expuestos a un sinfín de factores, que a cualquiera se le puede acabar la vida en un abrir y cerrar de ojos y que para esto no importa la edad, la ocupación, si eres o no mamá, más con la profesión en la que me desempeño.

Sé que todo el mundo tiene miedo de morir, o casi todos, pero pensar en no estar con mis niñas, en no verlas crecer, en hacerles falta de verdad me hace sentir un hueco en el estómago, y no me queda de otra más que no pensar en eso, en tratar de tener todas mis cosas en orden “por si las moscas” y tratar de disfrutarlas, de disfrutar a mi familia y todas las bendiciones que me rodean día a día, aunque muchas veces se nos olvida eso cuando la paciencia se acaba.

Se me hace muy injusto ver todos los días cómo fallece gente de todas las edades, mamás, niños, esposos, papás, cómo familias se quedan incompletas bajo las circunstancias más injustas, pero finalmente a todos nos va a tocar sin saber cuándo, creo que el chiste es tratar de vivir cada día como si fuera el último, aunque suene a cliché, y no enfocar tanta energía a pensar en eso o temer a que llegue.

Recientemente, he visto en Elisa algunos de mis miedos de pequeña: le angustia cuando cae la noche, pregunta mucho por las personas que se van al cielo o que están ahí, ayer me dijo que no quiere que me vaya al cielo… y es ahí donde sus miedos acrecentan los míos, y le pido a Dios que me regale muchos años a mi familia completa, que nos proteja a todos y le agradezco por todo lo que tengo, que a veces uno minimiza cuando tiene alguna angustia.

Que por cierto, el hecho de cómo tratar el tema de la muerte con los niños también se me hace muy interesante… qué decirles según su edad, hasta dónde explicarles, cómo hacerlo… sería un buen tema para quien nos pueda asesorar, nunca está de más, porque -vuelvo a lo mismo-: son cosas que pasan todos los días, ni nosotros, ni nuestros seres querido están exentos de nada.

Saliendo ya de este delicado tema, Renata está en una etapa donde habla más, repite más cosas y también nos hace reír mucho, prácticamente ya no tiene accidentes de control de esfínteres y ya la pre inscribimos porque este año se nos va al kinder… Elisa anda súper aplicada con sus clases de natación, controla más sus berrinches y se entretiene más con los juegos que se inventa, para bien y para mal ninguna etapa es para siempre, y esta en particular, ojalá perdurara por mucho.