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  • ALEJANDRA OROZCO

La aventura de ser mamá: Mamá, tan fuerte, tan frágil

Dicen que convertirse en mamá es uno de los eventos más fuertes en la vida de una mujer, es empoderamiento, es conocer al amor de tu vida en una cita a ciegas, es encontrar a tu mejor amigo/a para toda la vida, es ver nacer la mejor versión de ti… sí, y no, porque ojalá todo fuera así de bonito y ya.


Desde hace 10 años -casi 11- soy reportera, de las que salen todos los días a la calle a buscar la nota, ya sea roja o de color, pero siempre tratando de contar las historias, buenas y malas, de tanta gente con la que me llego a identificar, simplemente porque soy humana, y vaya que me ha tocado conocer casos que me hacen un nudo en la garganta al contarlos.

Pero no se compara a la sensibilidad a flor de piel que tengo desde que soy mamá, y que se agudizó desde que fui mamá por segunda vez… aparte de que todo el día ando trabajando con mis hijas en mente, de que las pienso todo el tiempo, me ha tocado contar la historia de mamás que han sufrido tanto, que no puedo ni alcanzar a imaginar el principio de su dolor y me sacan lágrimas.

Hace un par de semanas fue la marcha por el día de la mujer, en donde víctimas de feminicidio hicieron un pronunciamiento… siempre las actividades por el 8M me ponen la piel chinita, pero esta vez no pude parar de llorar… al escuchar a las mamás que han perdido a sus hijas, o a las sobrinas que han perdido a sus tías, a las mujeres que se han quedado sin hermana, ver sus lágrimas, su sufrimiento, y la impotencia que transmiten no solo por perderlas, sino también por no encontrar justicia para ellas.

De inmediato pienso en qué haría yo sin mi mamá, o sin mi hermana, o qué cara pondrían mis hijas si les dicen que mamá ya no va a regresar… peor aún: perder a cualquiera de ellas, saber que no las voy a volver a escuchar, a abrazar, a ver… sólo de escribirlo otra vez me dan escalofríos, otra vez se me agita el pecho solo de pensarlo, y más me da coraje de acordarme de todas ellas y tratar de dimensionar lo que están viviendo.


Apenas se cumplieron también 40 días de la muerte de Damián, solo tenía tres años; su mamá está hecha pedazos y a la vez, tiene una fortaleza enorme para alzar la voz, para seguir exigiendo justicia por su hijo, esa mujer que luchó tanto por tenerlo, y a quien se lo arrebataron tan solo a la edad de tres años… así como ella, muchas mamás dejamos a nuestros hijos en la escuela todos los días con la tranquilidad de que iremos a recogerlos más tarde, y es indignante saber que para ella, ese día no fue así y en todo este tiempo los avances de la investigación son nulos.

Precisamente por este caso, resurgió otro que tampoco encuentra justicia todavía: el de Kimberly, que hace ya ocho años fue ahorcada y golpeada en la estancia infantil a la que acudía, y las presuntas responsables hoy en día están libres, Diana, su mamá, no se ha cansado de alzar la voz y su fuerza ante esta tragedia es admirable.

La semana pasada dos enfermeras fueron asesinadas en la región costa del estado… ¿te imaginas ir a trabajar y ya no regresar a casa? Qué miedo me da… qué impotencia, cuánta maldad, cuánta injusticia; tantos niños y niñas se quedan sin su mamá todos los días y eso a mi me parte el corazón, es mi terror de todos los días imaginarme que nadie está exento y que yo no podría seguir viviendo si me faltara una de mis hijas.

Mi trabajo consiste en contar historias y tratar de hacer una diferencia, un impacto, ayudar a hacer un cambio, pero a veces cubrimos y contamos cosas tan duras, que las palabras, las imágenes y los audios se quedan cortas para transmitir lo que sentimos, a veces llego a la casa con toda esa mala vibra y mi reacción es estresarme, enojarme por todo, en vez de agradecer y abrazar a mis hijas y el privilegio de tenerlas, porque hoy en día existir se ha vuelto privilegio.

Abrazo, admiro y apoyo a todas esas mujeres que alguna vez han estado ante mi micrófono, o cuyos nombres han figurado entre mis escritos, a todas ellas espero algún día les llegue el consuelo, la paz y cese el dolor, espero poder abonar aunque sea un poquito a su clamor de justicia y que esta caiga por su propio peso, y espero que Dios me deje estar con mis hijas hasta el resto de mis días.

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