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La aventura de ser mamá: Nada es para siempre

  • ALEJANDRA OROZCO
  • 28 ene 2024
  • 3 Min. de lectura

Este fin de semana, pudimos descansar en casa y decidimos ir a la plaza a hacer unos mandados, la verdad es que casi no salimos porque -aparte de que a Rodrigo casi no le gusta salir, prefiere estar en casa- es un show salir con las niñas: que obedezcan, que no salgan corriendo, que no pidan de todo; los que tienen al menos un toddler en casa lo entenderán, y tener dos, es aún peor… es como salir con cuatro niños.

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Así que nuestra estrategia siempre es hacer una ruta muy puntual de todo lo que vamos a hacer, tratamos de tardarnos lo menos posible en cada sitio, a algunos solo entra uno de nosotros y el otro se queda afuera con las niñas, y por supuesto pensar con qué las vamos a amenazar todo el rato: si no se portan bien, no va a haber helado/papas/juguete/ir a los juegos, y con eso las mantenemos a raya.

Pero esta ocasión, creo que es cuando mejor nos ha ido: se portaron muy bien las dos, obviamente son niñas y son inquietas, sobre todo Renata anda de curiosa, pero la verdad estuvimos muy tranquilos, pudimos hacer todo lo que teníamos pensado, estuvieron en los juegos y se divirtieron, no hubo drama a la hora de irnos, y hasta pudimos entrar al súper y no morir en el intento.

Muchos me dirán: no es la gran cosa. Pero cuando llevas cuatro años evitando ir a esos lugares a los que antes iba y venía a cada rato sin mayor complicación, es un gran triunfo, es como el inicio de una nueva era, pues antes Elisa estaba en la edad de la inquietud, y su hermana tan chiquita que solo la podíamos llevar en carriola, o había berrinches y pataletas en media plaza, o tener que cambiar pañales, o simplemente no poder con las dos.

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Esta vez fue diferente, a Renata la seguimos llevando en la carriola para que no salga corriendo y no se canse, pero Elisa ya camina y obedece de la mano de papá, obviamente corre en algunos lugares y pide cosas, como cualquier niña, pero sabe obedecer y comportarse, hasta nos ayuda a decirle a Renata cómo se debe de portar, y cuando fuimos a los juegos, ya pudieron estar las dos sin ningún problema, cuando antes Renata solo quedaba viendo desde su carriola pero no la podía soltar, y esta vez me encantó verla toda emocionada, y a las dos felices y disfrutando la tarde.

Nada es para siempre… le puse así a esta columna porque hubo muchas idas a la plaza llenas de frustración, hubo veces en las que nos tuvimos que ir antes de poder siquiera buscar lo que íbamos a comprar por los berrinches, hubo ocasiones en las que preferí dejarlo para otro momento e ir sola o que me esperaran en el carro, y este fin de semana tal parece que los astros se alinearon, porque estuvo tranquilo, estuvo bien, estuvo normal.

Justo pasábamos por el área de bebés, y sentí un alivio por saber que ya no ocupamos cunas, carriolas, andaderas, pañales o mamelucos, que es etapa ya pasó, pero también nostalgia de que esa etapa ya pasó… todas las etapas pasan, para bien y para mal… no se quedan bebecitos toda la vida, así de cachetones y con ese olor tan tierno, pero las malas noches, los berrinches, los momentos de terror tampoco son para siempre. Todo pasa.

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