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  • ALEJANDRA OROZCO

La aventura de ser mamá: Qué miedo ser mamá de dos niñas

Tuxtla.- Esta frase ha estado resonando en mi cabeza toda la semana… en el país donde vivimos, qué miedo ser mamá de dos niñas, y peor porque la situación está cada vez peor… seguro mis papás no sintieron tanto miedo de tener dos niñas.


He estado siguiendo el caso de Debanhi Escobar -como la mayoría del país-, desde su desaparición, la última foto que le tomaron y su desafortunado hallazgo al fondo de esa cisterna… primero me indigné como mujer, me dio miedo al pensar en mi hermana, en mi cuñada… hasta que me puse a pensar en mis hijas, ahí el miedo se convirtió en pavor.

Cuando estaba en la universidad, hubo muchas noches que le decía a mis papás que me iba a quedar a hacer tarea y a dormir en casa de una amiga pero en realidad nos íbamos al antro, regresábamos a las cinco o seis de la mañana y nos íbamos “en vivo” a la escuela, hubo muchas veces que incluso de ahí le seguimos en alguna casa, o salimos con gente que acabábamos de conocer.

Sí estaba con ella, en eso no les mentía, pero ¿dónde me hubieran buscado mis papás si de repente amanecía y no sabían nada de mi? Seguro no tendrían ni idea de dónde estaba, o con quién en los casos en que conocíamos a alguien nuevo, y aún así esto pasó muchas veces y nunca nos pasó nada.

A pesar de que nos gustaba la fiesta, tomábamos nuestras precauciones y tratábamos de medirnos, pero ahí estaba latente el riesgo, acechándonos, nos pudo pasar algo que no dependiera de nosotras, sino de un agresor, y aunque teníamos nociones del peligro, las cosas no estaban tan feas como ahora.

Cuando supe que encontraron a Debanhi sin vida, en esas circunstancias en que las autoridades esperan que uno crea que se cayó solita, me dio mucha impotencia y me puse a llorar, abrazando a Elisa que estaba dormida en mi cama, y viendo a Renata que dormía en su cuna… ¿qué voy a hacer cuando crezcan y quieran salir solas?

He estado en su lugar, he querido comerme el mundo a cucharadas, salir sola, sentirme independiente, divertirme, y aunque yo era muy tranquila y no hacía más que bailar, tomarme un par de tragos y pasarla bien, me encantaba esa sensación de salir sola, de no depender de nadie, de no pedir permiso y no tener hora para regresar, pues ya trabajaba y mis papás respetaban mi independencia aunque se quedaban con el Jesús en la boca.

Ahora, yo no concibo cómo darle permiso a Elisa o Renata de salir solas, de no ponerles hora, de que me digan que van a un lugar y no seguirlas para saber que están ahí, y no porque no confíe en ellas, sino que no confío en los demás, en esta sociedad donde cada vez hay más gente mala y enferma que hace daño sin medirse.

Bien me decía mi mamá que nunca la iba a entender hasta que fuera mamá, y yo la tachaba de loca y exagerada porque yo sabía que era responsable al salir, ahora entiendo que ella confiaba en mi pero se preocupaba por todo lo demás: que hubiera un conflicto en el lugar donde estuviera, que me tocara un taxista agresor, que alguno de mis amigos que me iba a traer o dejar tuviera un accidente, que me pusieran algo en la chela… hay muchas circunstancias que no dependen de uno y pueden terminar en tragedia.

Mi plan, desde luego, es educar a mis hijas en un contexto de confianza y mucha comunicación, ahora me doy cuenta que mi meta no es que sean las niñas mejor portadas y de calificaciones impecables, lo único que yo quiero es que confíen en mi y en su papá siempre, que cuando la rieguen corran a contarnos en vez de pensar que las vamos a regañar, que no tomen ninguna decisión sin informarse o sin tomarnos en cuenta, que confíen en nosotros antes que en los demás bajo cualquier circunstancia.

La noche que encontraron a Debanhi lloré pensando en qué pasó por su mente en sus últimos minutos de vida, en la angustia que yo sentiría al saber que mis hijas no me van a volver a ver, pero también pensé en sus papás: ¿qué estarán sintiendo al ver a su hija así, al habérselas arrebatado bajo condiciones tan extrañas y de forma tan sospechosa, tan injusta? Yo sí quemaría todo.

Y así ha pasado mi semana… con sentimientos encontrados, viendo las noticias y al mismo tiempo queriendo cerrar mis redes sociales para ya no saber nada del tema, queriendo que las niñas ya no crezcan, abrazándolas mucho y pensando cómo hacerle para ganarme su confianza desde ahorita.

Tener niñas es hermoso, es una bendición tener cómplices para toda la vida, verlas crecer tan fuertes, inteligentes, sus sonrisas que me derriten, pero también muero de miedo de imaginar que esa sonrisa un día se apague, de pensar que no las voy a poder mandar ni a la tienda solitas por el miedo a que me las arrebaten.

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