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  • ALEJANDRA OROZCO

La aventura de ser mamá: Ser la mamá perfecta

El otro día, de esos que digo que ahora sí voy a hacer ejercicio pero me quedo viendo reels o tiktoks, me salió una historia que decía: “la próxima vez que te sientas una mala mamá o papá, pregúntate: te gustaría ser tu hijo?” Y me cayó como balde de agua fría… ¿qué responderían ustedes? Hay días que sí, hay días que no, en general sí, pero me di cuenta del fondo detrás de este cuestionamiento.

Empecé a hacer un balance del día a día de mis hijas… vamos a tomar de ejemplo un fin de semana. Desde su punto de vista, se despiertan a la hora que quieren -que no pasa de las 9, por supuesto-, piden de desayuno lo que se les antoja, en la medida de lo posible eso se les da, ven videos, juegan, juegan, juegan y juegan… tienen muchos juguetes, y eso que ya depuramos algunos, pero todo lo que han pedido para navidades o cumpleaños lo han tenido, incluso más de lo que me gustaría, siempre hacemos el esfuerzo por cumplirles sus gustos aunque hemos tenido ciertos debates sobre hasta qué punto darles, siendo siempre ellas las que salen ganando.

Realmente nuestro día a día es tan ajetreado, y más con el tráfico caótico que cada vez se pone peor y nos hace correr más, que por lo regular los fines de semana los pasamos en casa, pero hacemos el esfuerzo aún así por llevarlas a algún lado como al museo, al parque, a algún lugar con juegos, con tal de que se distraigan y se diviertan, también si quieren jugar en el agua les llenamos la tina -cuando hay agua-, y obvio tratando de establecer límites, casi siempre las dejamos ser, fluir y pasar su tiempo libre como quieren.

Quizá no somos esos papás que se sienten a jugar con ellas todo el día, o no tenemos esa iniciativa de inventarles un juego, pero cuando nos piden que juguemos con ellas -sobre todo Eli-, ahí estamos, casi nunca decimos que no a menos que sí estemos muy atorados con algo, sobre todo yo con el trabajo, pero sí tratamos de dedicarles unos minutos para conectar con ellas, jugar aunque sea cinco minutos con ellas aunque estés ocupado, créanme que basta para que no se sientan rechazadas o excluidas.

Pienso también, en que quizá en la escuela comen muy bien y en la casa no les cocino platillos con los cinco grupos ni les hago lunches decorados, realmente nos salva la vida pasar a comprar o pedir comida ya hecha, siempre buscando las opciones menos dañinas para ellas, como alguna pasta con verduras de la comida japonesa, o pollo y una sopa, aunque también al menos una vez a la semana o dos hay chucherías o fritangas, pero ya aprendí a no sentirme culpable, porque mi estilo de vida de tener dos trabajos y ser mamá no me permite enfocarme a eso, sino que me toca resolver con lo que tengo a la mano, haciéndome más práctica la rutina para poder usar mi tiempo mejor y que me dé tiempo de lavar ropa, terminar pendientes y también disfrutar a mis hijas.

Soy consciente también, de que el 60 por ciento del tiempo estoy regañando o gritando, y que no tengo pretextos ni justificaciones, debo trabajar en eso y encontrar mejores formas de comunicarme con ellas para establecer límites desde el amor, pero trato de no agobiarme pensando que no puedo simplemente dejar pasar las conductas negativas, que al menos algo estoy haciendo en intentar corregirlas y que no soy ni la primero ni la única en hacerlo, orgullosa de que al menos no recurro a la nalgada o al correctivo físico como otras generaciones, tratando de romper así con los modelos que no le funcionan a mi familia.

Así voy haciendo memoria, y me doy cuenta de que sí, sí me gustaría ser Renata o Elisa, que están viviendo una niñez normal, incluso privilegiada, llenas de amor, con papás presentes, que trabajan mucho pero es por y para ellas y aún así siempre buscan la manera de estar con ellas, de no fallarles, que estamos lejos de ser perfectos pero seguimos aprendiendo a malabarear con dos toddlers y que nadie está en nuestros zapatos, que estamos creando memorias felices con las niñas, que nunca se van a olvidar de la primera vez que fuimos al mar, del día que fueron a ver a los dinosaurios o de cuando papá les hace cosquillas hasta llorar, así como yo nunca olvidaré que hace un par de días, Elisa me dijo que soy la mejor mamá del mundo, y para mí esa mentira basta para que todo esto valga la pena y saber que no la estoy dañando tanto como a veces los pensamientos intrusos me quieren hacer creer.

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