La aventura de ser mamá: Sobreviviendo a la primer semana de clases
- ALEJANDRA OROZCO
- 7 sept
- 3 Min. de lectura
Uniformes limpios, zapatos nuevos, libros forrados, ¡la cartulina!, regresó toda la adrenalina que ya extrañaba de la escuela y la rutina diaria, que aquí en mi casa al menos hacía mucha falta y que nos cayó a todos como anillo al dedo, arrancar este nuevo ciclo escolar de mis kindergardeanas y juntas crear nuevas memorias y aventuras por contar.

El reloj sonó media hora antes este lunes, los uniformes ya estaban listos, a Renata le quedaba un poco más chico que la última vez que se lo puse, y Elisa poniéndose el uniforme de comandante de la escolta para su primer homenaje como alumna de tercero: mi niña ya no es de las más chiquitas, ya es de las más grandes de la escuela, y de pensar en ello me puse muy nostálgica.
Las dos se despertaron de buen humor, se cepillaron, se cambiaron y me dijeron cómo peinarlas, y es que ya extrañaban la escuela, sus amigos, sus juegos, las fuimos a dejar a sus nuevos salones y vimos a varios papás llorando al dejar a sus hijos, así como nosotros mismos hace unos años cuando las dejamos por primera vez, me dio mucha ternura verlos así y recordar lo que se sentía estar en su lugar, este fue el primer año que no hubo llanto, las dos se quedaron felices y nos fuimos a trabajar.
Tengo que confesar que disfruté mucho esa mañana, poder tomarme mi café caliente, sentarme a trabajar sin interrupciones, sin ruido, aunque una parte de mi extrañó los gritos y sus pies corriendo por toda la casa, antes de darme cuenta ya era hora de irlas a traer, y les fue muy bien, terminaron cansadas y ese día, por primera vez en meses se durmieron súper rápido, a las 9 ya estaban en su quinto sueño, y también lo agradecí mucho.
A lo largo de los días, fueron apareciendo las quejas de que Renata es demasiado inquieta y se sube a las sillas, con el riesgo de que se pueda caer, el llanto un día que no quería quedarse en el salón, o Elisa quejándose de que no quiere ir a la escuela porque se aburre, todo esto creo que es normal de la primera semana, aunque veo que ya les hacía falta ocuparse, socializar y salir de casa, y a nosotros que retomaran su rutina, que se cansaran y por mi parte, el silencio un rato para trabajar más concentrada.

Junto con las clases llegaron ya también las primeras peticiones, las evaluaciones por llenar, el primer evento que será este viernes por las fiestas patrias, el que ellas se vayan adaptando a su nuevo grado escolar y nuestra lucha con Renata por obedecer, con Eli no tenemos tanto tema, por el contrario, ella ya empieza a leer, escribir, sumar y restar, pero entiendo que todo eso va poco a poco y el proceso lo tienen que hacer en grupo, aunque su maestra ya la conoce y sabe de su potencial, y estoy segura que la estimulará para desarrollarse.
Afortunadamente yo aún no batallo con el desayuno de ellas o con su lunch, porque en la escuela desayunan, toman colación y comen, también eso ha sido un aliviane para solo cocinar para dos, y como nosotros somos menos exigentes, también me facilita la preparación, ya el otro año Eli se irá a la primaria y veremos qué hacer para ser la señora de los lunchs.
En general veo a toda la ciudad reactivada, con las vueltas de costumbre, con el tráfico y sus horas pico, pero es parte del show y creo que no soy la única que agradece que las clases hayan vuelto a comenzar, lo único que odio y siempre odiaré es el papel contact, tenemos una guerra declarada, nadie me hará amarte.









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