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La aventura de ser mamá: Un día sin hijas

  • ALEJANDRA OROZCO
  • 14 ene 2024
  • 4 Min. de lectura

Desde que te conviertes en mamá, mucha gente te dice que tu vida ya nunca volverá a ser igual, y tienen razón, para bien y para mal: a partir de ese día, ya nunca dejarás de pensar y preocuparte por esa personita, que a partir de entonces depende de ti, ya no hay vuelta atrás y ni un solo día puedes renunciar o tirar la toalla, por más desalentador que esto parezca, pues la realidad te cae como balde de agua fría, y sabes que serán inseparables por mucho, mucho rato.

Sin embargo, esto no quiere decir que te conviertas en su esclava de por vida, con el tiempo la demanda va disminuyendo y se van volviendo más independientes, aún si no es así, hay veces que la vida te da oportunidades, o exigencias, como lo quieras ver, de alejarte un poquito de tu papel de madre para cumplir con algún otro rol, ya sea en el mundo laboral, familiar, de amigos o de pareja, y ahora me tocó a mí separarme de mi familia por casi 24 horas.

Aunque ya había realizado uno o dos viajes de trabajo que implicaban pasar la noche fuera de casa, o ya nos habíamos dado una escapada Rodrigo y yo, no pasaba de unas horas y no me había tocado salir del estado sola hasta ahora, que me salió la oportunidad de ir a la Ciudad de México por asuntos laborales y dedicarme full a mi rol de periodista, delegando responsabilidades y dejando a las niñas en casa por un día.

No les voy a mentir, era algo que me hacía mucha ilusión porque tenía más de cinco años que no viajaba en avión y menos sola, de hecho fue mi primer viaje a otro estado siendo mamá, lo bueno es que me tocó hacerlo ahora que las niñas ya están un poquito más grandes, y no me sentí tan culpable por dejarlas pasar una noche sin mi… “tan” culpable… ¿se dan cuenta? La culpa no nos deja ni a luz ni a sombra durante toda la maternidad, parece que te tienes que sentir culpable de alejarte un ratito de tus hijos, como si no tuvieras derecho de hacerlo o si los estuvieras abandonando para siempre.

Lo que más me preocupaba era Renata, pues sigue durmiéndose con chichi y sé que si no la duermo yo o mi mamá puede llorar mucho antes de cansarse y quedarse dormida, sin contar los despertares que aún tiene a lo largo de la noche, más ahorita que está pasando por la regresión de los dos años, por eso, una semana antes de irme, decidí comenzar a dormirla sin la chichi, o a intentarlo, así como explicarle que me iba a ir un día y que se iba a tener que dormir con papá.

Esta salida también fue la razón que estaba buscando para ya comenzar el destete respetuoso, sigo durmiendo mal en cuanto a tiempo y a posición, después de casi cuatro años lactando, dos años en promedio a cada una de mis hijas, creo que llegar al fin de esta etapa es lo más justo para mí y para ella, ya está a buena edad de entender, comenzar a dormir de corrido y mejorar nuestro día a día, me refiero al de toda la familia.

Empecé a contarle hasta 10 segundos por cada chichi, y después cantarle, acariciarla y apapacharla, teniendo mucha paciencia, pues el primer día daba de gritos, y así fue disminuyendo hasta que el último día ella solita soltaba la chichi al llegar a 10, y se dormía más fácil y con menos llantos, lo bueno fue que el día que me fui, se durmió sin una sola gota de llanto, luego de que Rodrigo le cantara, aunque sí se estuvo despertando a cada rato durante la noche, pero al menos solo fue una noche.

Por el otro lado, el salir sola, hacer mis cosas, lo que me gusta, dormir sola y de corrido, ser Alejandra la periodista por un rato en el que dejé de ser Alejandra la mamá de Elisa y Renata, fue bastante reparador para mí, aunque a cada rato que tenía oportunidad hablaba de mis hijas y me sentí muy orgullosa de ser una mujer completa, que trata de cumplir todos los días con sus roles de la mejor forma que puede, y saber que los demás me ven como alguien que puede con todo, me reafirmó el valor que tengo y que no lo estoy haciendo tan mal.

Aunque tuve una mañana muy ajetreada en la que me olvidé de ellas por un rato, en cuanto pude marqué a casa y me llenó el corazón verlas bien, contentas, siempre estuve pensando en qué llevarles de sorpresa del viaje, y a cierta hora del día ya me entró el sentimiento de que las extrañaba, ya quería volver a casa para verlas y oírlas reír y jugar, abrazarlas, oler su pelo con olor a shampoo y sentir sus manitas.

Así que tuve mi dosis de tiempo para mí, que sirvió para que en casa también me valoraran por todo lo que hago a diario, siempre alejarte te hace ver las cosas en perspectiva y tomar aire para continuar, un viaje rápido pero muy necesario que sin duda me gustaría repetir y que llegó en buen momento… por cierto, seguimos en el destete y así seguiremos hasta lograrlo, así como Renata ya logró dejar el pañal por completo de día.

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