- ALEJANDRA OROZCO
La aventura de ser mamá: un vínculo especial
Tuxtla.- No puedo ni empezar a explicarles la paz que siento ahorita, que acabo de lavar toda la ropa sucia de Elisa, ya acabé mis demás notas y la tengo aquí, durmiendo a lado mío, con una cara angelical y finita que no deja rastro del berrinche que se aventó hace rato.
A sus cinco meses y medio, es una niña alegre, gritona, noble, que le sonríe a todos y que no llora -a excepción de cuando tiene hambre o sueño-, y aunque desde antes de nacer sabía que la amaba más que a todo, no puedo creer cómo cada día la amo más y la extraño más cuando no estamos juntas.
Cuando acababa de nacer, yo estaba convaleciente de la cesárea y aterrorizada por mi falta de experiencia, estaba apenas aprendiendo y mi mamá me ayudó mucho, me daba miedo no sentir ese vínculo especial del que todos hablan entre madre e hija y estaba segura de que Elisa prefería a mi mamá que a mi, que conmigo lloraba y solo con mi mamá se calmaba.
Con el tiempo fuimos haciendo más grande nuestro vínculo, me sonreía y me dedicaba miradas de amor cuando le estaba dando de comer, y cuando nos fuimos a la casa con Rodrigo, me di cuenta de que, en lo que se acostumbraba a la que ahora sería su casa, yo era lo único seguro y conocido que ella tenía, pues prácticamente se crió sus primeros cuatro meses con mi mamá y conmigo.
Hace dos semanas tuve que regresar a trabajar y me fui tranquila, sabiendo que su papá y sus abuelas la cuidan bien, aunque la extraño tanto que no pienso en otra cosa, cuesta concentrarme por pensar en ella, ver sus fotos o videos, y a la vez, su carita se me viene a la mente y me motiva a echarle ganas para ser productiva y poder verla pronto.
Me han dicho que se porta muy bien, que no llora, que hace más gracias -que no me quiero perder por estar trabajando, pero que después hace conmigo y nos ponemos al corriente-, y aunque al principio agarraba bien la mamila, ahora ya no la quiere, come poquito o a veces no come hasta que yo llego.
También los “berrinches” solo son conmigo: está tranquila y sonriente hasta que me oye o me ve llegar, entonces empiezan los pucheros y la agitación de brazos y piernas hacia mi, lo primero que me pide es la “chichi” y eso para mí ha sido como una forma de conectar, de ponernos al corriente después de horas sin vernos.
De ahora en adelante, tengo la bendición de que mi trabajo es flexible y me permite organizar mis tiempos para poder estarla viendo seguido entre entrevista y entrevista, así podré seguir dándole pecho a libre demanda y no perder tiempo en extraerme y dejarle leche congelada que la mayor parte del tiempo no se toma, aún así, le seguiré dejando leche para emergencias.
Ver su cara cuando ve la mía se ha vuelto mi parte favorita del día: la extraño mucho y verla de nuevo me reconforta, hace que me olvide del cansancio, del hambre o del mal humor, y aunque parece que cuando me ve llora, realmente es su forma de decir que me extrañó y que ya no quiere perder tiempo, sino recuperarlo.
Ha avanzado mucho, cada semana lo hace, ya se voltea hasta quedar panza abajo, se gira para agarrar las cosas a su alrededor, hasta se quita el pañal, esa y otras formas chistosas de hacer berrinches o de jugar, por ahora todo es juego para ella y cada vez se mueve más.
Es complicado mantener el equilibrio entre la vida laboral, personal, profesional y de familia, pero sí es posible: hay tiempo para todo y las prioridades cambian, así es como acomidamos nuestras agendas para dedicarle más tiempo a lo que importa más para nosotros, en la medida de lo posible.
Hoy me queda claro que Elisa me ama, y no es que me prefiera sobre otras personas, más bien es que soy su mamá y conmigo se porta distinto, otros pueden ver como chantaje lo que para mí es su forma de ser ella, y de demostrarme lo importante que soy para ella, la falta que le hago cuando no estoy, y cómo me busca o me llora cuando no me ve cerca de ella, abrazándola, haciéndole cosquillas, dejando que me agarre la cara o me acaricie con su mano larguita y chiquita.
