La aventura de ser mamá: ¿Jugamos a las escondidas?
- ALEJANDRA OROZCO
- 28 sept
- 3 Min. de lectura
Cuando piensas en maternidad o paternidad, seguro lo primero que viene a tu mente es: qué difícil ha de ser cambiar pañales, pasar las noches en vela o calmar su llanto… pero no, a cada etapa que va pasando, te das cuenta que la anterior era pan comido, así como dice mi mamá, hijos chicos, problemas chicos, hijos grandes, problemas grandes. Ya quisiera que mis mayores preocupaciones sugieran siendo cambiar pañales o desvelarme un poco, la verdad es que conforme más crecen, más atención y cuidados necesitan.

Y es que una cosa es proveer los cuidados y atender sus necesidades básicas, que creo que es la parte más fácil porque hasta alguien que tiene mascota, sigue la lógica de darles de comer, llevarlos al baño y acostarlos a dormir, es una fórmula universal, lo más complicado, al menos en esta etapa que tengo una niña de cinco años y una de tres, es forjar su carácter, respetar su personalidad, pero a la vez criarlos para ser personas respetuosas, independientes y de provecho.
Suena demasiado si hablamos de dos niñas, pero he leído por ahí que en los primeros cinco años de vida es donde van a absorber todos los cimientos de su forma de ser, sus principios, valores y creencias, así que deben ser años de los que tengan recuerdos maravillosos, aunque suene más fácil decirlo que hacerlo, yo sobrepienso demasiado si lo estoy haciendo bien, si no estaré siendo demasiado permisiva, o demasiado dura, por el otro lado, pero nadie trae manual de cómo ser padre o madre.
Dentro de las demandas de mis hijas, esa jugar, si por ellas fuera, jugarían todo el día, por ratos juegan juntas, hay veces que las veo jugando cada quien por su lado, pero cuando piden jugar con mamá, siento que se me viene el mundo encima, porque, o estoy trabajando, o recién acabo de trabajar, estoy cansada y no tengo ganas de nada, pero no puede ser posible que todo el tiempo les diga que luego, que ahorita no, así que estoy tratando de ser más accesible.
Y es que es increíble cómo unos minutos de juego, pero de juego bien, no de solo seguirles la corriente, ayuda a tener esa conexión con ellos, cómo hace que antes o después cumplan con sus deberes de buena gana, usando el típico “si quieres que juguemos, primero termina de comer”, o “bueno, pero después vas a recoger todos tus juguetes”, me he dado cuenta de que no es necesario pasar horas jugando, con un ratito basta para que ellos mismos se aburran y decidan hacer otra cosa.

Últimamente, cuando tengo un ratito nos ponemos a jugar Uno, o escondidas, o con la pelota, con papá les gusta jugar luchitas, hay veces que mientras trabajo, Elisa se sienta a mi lado a dibujar video tutoriales y eso le basta, o llega Reno con sus cosas y me saluda como si fuera la maestra, le sigo el juego y la pongo a hacer actividades, como si jugáramos a la escuela, sin dejar de lado mi trabajo; una que otra vez, también jugamos muñecas o a la familia (como si no fuéramos de por sí familia), en lo personal ya no tengo tanta paciencia para jugar muñecas, pero trato de fluir con lo demás y me he dado cuenta de que la clave está en divertirme.
Es decir, no hay que forzar nada, la mejor manera de que todos ganemos, es jugar a algo a lo que yo esté dispuesta a ceder y disfrutar, y así no se me hace tedioso ni me la paso viendo el reloj, y cuando me vine a dar cuenta, yo también me relajo, suelto la carcajada, y lo más importante, paso un rato sin gritos ni regaños… casi siempre el juego termina en pleito porque Elisa se enoja si uno no hace lo que ella quiere, o Renata se frustra y se va, pero al menos lo intentamos y es bonito mientras dura.
Estoy consciente de que lo que más necesitan mis hijas en esta etapa es tenerme presente, pero no solo en lo físico, sino brindarles tiempo de calidad, a veces me preocupo más por qué prepararles de cenar o por que toda su ropa limpia esté doblada y guardada, pero poco a poco me voy dando cuenta de que hay cosas que pueden esperar, y otras que no.









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