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La Filantropía Comunitaria: Hacia un Futuro de Empoderamiento Local

  • VANESSA TRACONIS QUEVEDO
  • 25 mar
  • 4 Min. de lectura

​A lo largo de mi trayectoria en la filantropía y la salud pública y comunitaria, he descubierto que el verdadero impacto no se mide únicamente en cifras, sino en las alianzas y el compromiso genuino de quienes deciden sumar esfuerzos. En un contexto donde los recursos internacionales para salud y otros temas sociales se vuelven cada vez más limitados, es imprescindible fomentar la colaboración entre gobiernos, empresas, organizaciones y sociedad en general.

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​La transformación en la filantropía de América Latina es palpable, especialmente tras la retirada de actores tradicionales como la Inter American Foundation y USAID. Esta salida de fondos internacionales no solo afecta el ámbito financiero de organizaciones y proyectos, sino que también deja un vacío en áreas esenciales como la gobernanza, los derechos humanos, la equidad, la libertad de expresión e inclusive la salud.

​El gobierno de Trump anunció recortes significativos en la cooperación internacional: Se eliminaron 5,800 de 6,200 adjudicaciones multianuales de USAID—equivalentes a unos 54 mil millones de dólares—y se suprimieron 4,100 de 9,100 subvenciones del Departamento de Estado, lo que implicó una reducción de 4,4 mil millones de dólares. En el caso de México, Estados Unidos destinaba aproximadamente 100 millones de dólares, de los cuales el 50% se dirigía a fortalecer la democracia, los derechos humanos y la gobernanza; un 25% se asignaba a temas de paz y seguridad; y el resto apoyaba iniciativas en energía y respaldo al sector privado.

​Aunque el desglose oficial no contempla una partida exclusiva para salud, históricamente este sector ha sido un componente esencial en la cooperación internacional. Se estima que entre el 10% y el 15% del financiamiento de USAID se destinaba a iniciativas de salud. Aplicando esa proporción al caso mexicano, podemos inferir que entre 10 y 15 millones de dólares se invertían en la prevención de enfermedades, el fortalecimiento de sistemas de atención primaria y la mejora del acceso a servicios sanitarios.

​Además, estos fondos abarcaban programas en diversos estados para la localización de mujeres desaparecidas, apoyo al gobierno y a organizaciones no gubernamentales para facilitar el acceso a la justicia, y unos 5 millones de dólares se destinaban a combatir la corrupción. La eliminación de estos recursos afecta áreas de alta relevancia y urgencia para la nación, lo que subraya la necesidad de explorar nuevas estrategias y fuentes de financiamiento para sostener programas cruciales, especialmente en salud y bienestar social.

​El discurso dominante suele lamentar la pérdida de fondos y la dependencia de grandes instituciones. Es frecuente escuchar que “existen 260,358 fundaciones en 38 países, pero el 95% de los financiadores proviene del Norte Global”. Sin embargo, esta visión ignora el inmenso potencial que reside en la participación activa de la gente y la movilización de recursos no monetarios.

​Este escenario desafiante nos invita a repensar y reforzar la filantropía desde sus raíces: La comunidad.

​La verdadera transformación se alcanza mediante el trabajo colectivo y el empoderamiento de las comunidades. Diversos estudios y experiencias locales han demostrado que el desarrollo comunitario —impulsado por el voluntariado, el talento individual y la creatividad en la resolución de problemas— es la base para generar cambios duraderos. Algunas iniciativas han evidenciado que la participación ciudadana puede incrementar en un 25% la efectividad de los programas de desarrollo local, fortaleciendo redes de apoyo y colaboración.

​Reducir la filantropía, únicamente al aspecto económico, es como evaluar la salud de un país a partir de un solo diagnóstico; se requiere un “tratamiento integral”. Así, la filantropía comunitaria reconoce que la generosidad se expresa de diversas formas:

• Tiempo y Talento: El voluntariado, a menudo subestimado, representa una fuente sostenible de recursos humanos y conexiones que trascienden lo transaccional.

• Recursos en Especie: Materiales, conocimientos y redes de contacto que, al sumarse, potencian el impacto de cada acción.

• Participación Activa: Involucrar a quienes viven la realidad local en la búsqueda de soluciones fortalece el sentido de pertenencia y rompe con la narrativa de dependencia externa.

​Adoptar este enfoque implica replantear las estrategias tradicionales y apostar por la colaboración interinstitucional para construir redes de solidaridad local. Es crucial fomentar liderazgos autóctonos y promover modelos de gestión que prioricen la solidaridad, la generosidad y la justicia social, dejando de lado la competencia y la acumulación centralizada de recursos. Experiencias inspiradas en principios de “community center” en ciudades como Bogotá y Ciudad de México han demostrado que la movilización de recursos locales puede transformar radicalmente el desarrollo comunitario.

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​Asimismo, plataformas internacionales como WIN y nuestra propia Fundación RedSalud Internacional nos recuerdan que, si bien la red global de donantes es importante, el cambio real se produce cuando cada ciudadano se convierte en un agente activo. Este cambio de paradigma, que privilegia las redes de apoyo mutuo y la colaboración genuina, nos permitirá construir “mapas de filantropía” más ricos y diversos.

​La experiencia reciente nos impulsa a abandonar la visión limitada de la filantropía como mero flujo de dinero y a abrazar un futuro sostenible y equitativo. Es fundamental reconocer y valorar todos los recursos —monetarios y no monetarios— que cada uno de nosotros puede aportar. En lugar de esperar ayuda externa, debemos empoderar a nuestras comunidades para que diseñen soluciones propias, consolidando redes de apoyo integrales que respondan a nuestros desafíos.

​El reto más grande es dejar de depender de la ayuda exterior y asumir que los problemas sociales son nuestra responsabilidad. Fomentar la filantropía, motivar el altruismo e incentivar las donaciones son tareas urgentes para transformar la tradición de “ayudar” en una responsabilidad colectiva de construir un futuro mejor.

​La invitación es clara: repensemos la filantropía y comuniquémosla de forma que refleje la diversidad de aportes locales. Empoderar a nuestras comunidades no solo fortalece su capacidad de enfrentar desafíos complejos, sino que también genera un efecto multiplicador de solidaridad y desarrollo sostenible. Comentarios: direccion@rsalud.com.mx

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