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  • Redacción

Leonardo y la Estrella que cayó del firmamento llamada Navidad

AUTORA: Guisella Toro

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Twitter: @guiselatoro

Capítulo Uno


Hace mucho tiempo existía en el universo una gran masa de nebulosas donde nacían estrellas que tenían un gran brillo en particular, de ella se formó la constelación de Orión. Esta constelación es una de las que podemos apreciar durante el invierno. Dentro de ella había una pequeña estrella de nombre Gálatas, quien veía con gran interés a la Tierra. Pasaba muchas horas observando a los humanos alrededor del mundo, su paso más esperado era cuando estaba sobre el territorio mexicano. Admiraba como cada año festejaban el nacimiento de Jesucristo, cómo adornaban los arboles de navidad y a las familias reunirse con amor.



La historia contada por todas las estrellas de esa constelación, era la misión de aquella estrella que anunció la llegada de Jesús a la tierra. Gálatas soñaba con alcanzar la fama de aquella estrella que los humanos llegaron a conocer cómo la Estrella de Belén, pero sobre todo entrar en los corazones y hogares de todo el mundo. Le encantaba ver aquellos festejos en los hogares mexicanos y del mundo entero.


Así pasaban los siglos en el firmamento y la pequeña estrella, se volvía cada vez más brillante y crecía en majestuosidad. Un día decidió hablar con quién gobernaba Orión, para preguntarle lo que tanto le inquietaba:


–Señor he venido a ti, porque deseo saber ¿Por qué los humanos festejan, sonríen y celebran la Navidad? ¿Por qué nosotros no podemos hacer lo mismo?


–Hija mía, nosotros existimos entre muchos otros motivos, para dar luz, para dar ilusiones y con nuestro brillo guiar a los humanos cuando están perdidos. Esa es la función principal. Nuestro creador es el único que nos destina una tarea principal y solo él puede cambiar nuestro destino y el objetivo para lo que fuimos hechos.

-¿Si yo hablo con él, será que me escucha? Yo quisiera cumplir una función como la que tuvo la Estrella de Belén.


-Hija mía, es un pedido imposible de cumplir, no creo que nuestro creador vuelva a enviar al mundo a su hijo. Ve, no pierdes nada con decirle cómo te sientes y cuál es tu deseo, con suerte y te escucha.


-Sí, eso haré. No se lo digas a nadie, pero sí le rogare que me deje ser parte de la vida de los humanos.


-¿Ya lo pensaste bien? Eso significaría que dejaras de existir, no puedes vivir con los humanos, a no ser que te conviertas en otro ser vivo. Espero lo hayas pensado muy bien, si vas a hablar con él, te dirá lo mismo.


-Sí, lo sé, pero no me importa, estoy dispuesta a darlo todo, quiero ser parte de esa felicidad que veo cada invierno en la tierra.


-No te quito tu sueño, ve y cuéntale lo que deseas, que quieres bajar a la tierra. Te deseo que lo que anhela tu corazón se cumpla.


Gálatas salió feliz y decidió que iría lo más pronto posible a pedir una audiencia, para exponer su gran deseo de bajar y quedarse en la tierra.


Mientras tanto en la Tierra, había un niño de nombre Leonardo, delgado, de ojos grandes pispiretos, cabello lacio negro y de tez morena. Desde pequeño le habían enseñado a realizar el bien por los demás, vivía con su familia a la orilla del mar. Su padre era pescador y su madre costurera. Cada madrugada veía a su padre levantarse para ir hacia alta mar y conseguir el marisco, para venderlo en el mercado local. Su madre se levantaba con él, preparaba el café, cocinaba el desayuno, para que se fuera con el estómago lleno a su labor en el mar.


Leonardo admiraba mucho a su padre. El mar era bravo y aun así veía como la lancha en la que iba su padre, atravesaba la ola gigante sin miedo, como si ésta fuera un barco, pero la lancha en la que iba era frágil y ya muy desgastada; las estrellas eran su mapa en el mar, había aprendido a conocerlas gracias a su esposa. Jorge era su nombre, cada día partía en su lancha con una sonrisa y siempre encomendándose a Jesús. Era un hombre de gran Fé, por lo que en su familia cada invierno, siempre recordaban con gran amor la llegada a este mundo de Jesús de Nazaret, con esmero construían un pequeño nacimiento para honrarlo.


Su madre de nombre Sara Morales, hacía trabajos de costura: remendaba o confeccionaba incluso vestidos o pantalones nuevos de personas en esa comunidad pesquera que pagaba sus servicios. Después de atender a su esposo, lo bañaba, lo vestía y le daba de desayunar, para acompañarlo hasta la escuela primaria. Era su primer año en la escuela. Leonardo esperaba con ansias la llegada por él de su madre; le gustaba llegar a casa, comer y luego irse a caminar por la playa. Veía desde ahí las olas enormes, amaba bañarse en el mar, que lo revolcara con su fuerza, hablaba con las conchas, con las tortugas, con las gaviotas y con los caracoles que encontraba sobre la playa. Su imaginación volaba con ser un héroe marino, salvar a los animales que vivían dentro y hacerse amigo del mar. Hablaba con el mar como si estuviera hablando con un amigo. Su madre le había contado sobre las historias de Sirenas y su padre le había dicho que en el mar también existía un mundo marino en la profundidad.


Cada tarde después de hacer su tarea, se iban los tres a acostarse sobre la arena de la playa y desde ahí esperaban el anochecer, mirando el ocaso del sol y esperando aparecer las primeras estrellas con alegría. Su madre era gran amante de las estrellas.


Un marinero de barco le había enseñado el nombre de algunas de ellas y las constelaciones, por lo que ese conocimiento se lo había transmitido a su esposo y a su pequeño hijo. El pequeño Leonardo amaba esos momentos con sus padres, veían las estrellas y la época de invierno, era la que más les gustaba a todos, porque el cielo estaba más claro y las constelaciones parecían más cerca, especialmente la de Orión.

Leonardo cada noche elegía una estrella nueva para ponerle un nombre y sin saber una de esas noches, eligió a Gálatas por su brillantez. Ella desde su constelación se emocionó al escuchar al niño señalarla y ponerle el nombre de Navidad.


-Mira mamá, esa estrella es gigante y brilla más que todas, desde ahora será mi favorita, se llamará Navidad. Es de color amarilla, pero brilla mucho… ¡mírala!

-Si hijito, es hermosa en verdad, se ve más brillante que todas las demás, haz elegido bien el día de hoy.


Leonardo comenzó desde ese día a hablar con ella, llegaba con sus padres a observar el cielo recostados en la arena y mientras ellos platicaban de cómo les había en el día, él se metía en su mundo imaginario contándole a “Navidad”, de sus hazañas como héroe de mar. Gálatas estaba emocionada porque por primera vez, veía que un humano se fijaba en ella y sabía de su existencia, se sentía ya parte de las historias del pequeño Leonardo.


Esa noche después de escuchar a Leonardo tomo la decisión que cambiaría toda su existencia en el universo. Ya era un rumor muy fuerte en toda la galaxia que Gálatas se había vuelto loca, no era posible que desafiara las leyes del universo al querer cambiar su existencia, para irse a vivir a la tierra, sin embargo a ella no le importó que la llamarán loca y siguió adelante con sus planes. Valiente solicitó la audiencia con el Creador del Universo, su más grande deseo de bajar a la tierra para vivir con los humanos, por fin seria escuchado. Decidida espero varios días que la recibiera y cuando por fin fue su turno, no titubeó, avanzó hacia la sala grande donde la esperaba el Creador del Universo:


-Bienvenida hija mía. ¿En qué puedo ayudarte? –El Creador del Universo ya tenía conocimiento sobre lo que Gálatas le pediría, ya que siempre lo sabía todo.- Sé que has andado inquieta, tu corazón está inconforme ¿Dime hija mía, como puedo aliviar ese corazón tuyo?


-Amado Creador del Universo, vengo ante ti con la más grande humildad en mi corazón, esperando no ofenderte con lo que quiero pedirte. Estoy agradecida con esta vida que me has dado. Soy finalmente una estrella en el firmamento, grande y brillante por tu bondad. Sin embargo, tengo un sueño, he venido a pedirte que me otorgues el mismo destino que tuvo la Estrella de Belén, quiero ser como ella, que guío a esos Reyes Magos en todo su trayecto, hasta llegar al lugar donde nació tu hijo Jesús. Quiero ser como ella, iluminar los corazones de todos los humanos. Hoy como cada invierno la recuerdan y siempre la ponen en el nacimiento que construyen en cada hogar del mundo. En tu infinita bondad, te pido, te ruego que me des una misión como esa, no quiero extinguirme en el universo sin haber venido a darlo todo por un mundo mejor.

Sé que soy la menos indicada para pedir tal deseo, pero mi corazón no resiste más, quiero ser parte de esa humanidad que cambie para mejorar el mundo.


-Hija mía, entiendo tu petición. Pensé que no volvería a escuchar esto que hoy me pides. Así como tú, hace muchos años entro por esa misma puerta la Estrella de Belén, inquieta con lo que a su alrededor pasaba. En ese tiempo era del conocimiento de todos, que enviaría a mi hijo a la tierra, a sembrar la semilla del perdón y de la misericordia, a que el mundo finalmente tuviera amor en sus corazones, porque vivían en el pecado, sin amor al prójimo. Hoy veo que tú también has nacido con esa misma inquietud, en aquel tiempo, ella al igual que tú, no se conformó con ser una espectadora, me pidió acompañar a mi hijo a la tierra y fue tanta su pasión por ese deseo que no le importó extinguirse más rápido de lo que le tocaba vivir. Su gran recompensa es que hoy todo el mundo la recuerda y es motivo de inspiración.


-Amado Señor mío, yo quiero ser como ella, déjame por favor inspirar al mundo, te lo ruego, te lo imploro –la estrella con una súplica salida de lo más profundo de su corazón, hizo que el Creador se apiadara de su petición-.



-Está bien hija mía, irás a la Tierra, es momento de sembrar un nuevo motivo en los corazones de los humanos, a ver si con ello, descubren que la vida que hoy tienen es un regalo del mañana, de las nuevas generaciones de humanos, lo que siembren hoy los humanos del mañana lo seguirán recordando.


-Muchas gracias señor, obedeceré fielmente la misión que me encargues y la realizare entregando mi existencia, no importa si esta es corta, solo quiero convivir con los humanos, que vean que las estrellas somos más que luz. Hace poco he conocido a un pequeño niño de nombre Leonardo, él me habla y me cuenta sus historias. Por eso quiero entrar en los corazones de todos los niños y niñas de la tierra.


-Lo he visto hija mía y ese niño será tu fiel compañero, prepárate porque la próxima vez que te llame, será para irte de aquí para siempre.


Gálatas salió feliz de su audiencia con el Creador. Solo debía ser paciente, muy pronto se iría a la Tierra para nunca más volver al firmamento. Sabía también que su vida sería corta, pero el solo recordar que conviviría con los humanos y que sería amada por todos los niños y las niñas del mundo, hizo que todo lo que fuera a pasarle valiera la pena.


En la Tierra, Leonardo esa noche, observó más brillante a “Navidad”. No sabía si era su imaginación, pero cada vez que hablaba con ella contándole el cuento donde él era el héroe que había rescatado a una sirena, la estrella parpadeaba o brincaba. Sabía que eso no podía suceder, puesto que las estrellas no escuchaban, pero esa en especial, esa noche se estaba comportando de una manera diferente, parpadeaba y brincaba.


Cuando se levantaron de la playa, para irse a su casa de bajareque y palma, Leonardo observó que la Estrella había crecido, no sabía que estaba pasando, pero no le quiso decir a sus padres, que “Navidad” había crecido. Su madre preparó la cena, la sirvió y mientras comían, todos acordaron que al día siguiente iniciarían con la elaboración del Nacimiento y la colocación del Árbol de Navidad.


Al irse a dormir Leonardo, apresuró sus oraciones, y se acercó a la ventana que estaba a lado de su cama, siempre le daba las buenas noches a “Navidad”, quien para esa hora como cada noche, ya estaría en el cielo con dirección encima de su casa, por lo que siempre sacaba la cabeza, para despedirse de ella con “Buenas Noches Navidad, te vemos mañana”. Al sacar la cabeza, su rostro quedo iluminado fuertemente y sus ojos cegados por la luz inmensa que desprendía la Estrella Navidad, parecía que había crecido diez veces más, incluso se dio cuenta que era como si estuviera bajando con rumbo al mar. Se restregó los ojos, porque pensó que estaba soñando. Sin dudarlo gritó a sus padres:



-¡Papá, Mamá, vengan a ver a Navidad! ¡Se está acercando a nosotros! Es como si viniera para la Tierra.


-¿Que dices? Las estrellas no pueden bajar hijito, solo los aerolitos o los fragmentos de las estrellas que explotaron en el universo caen al mar. Mejor ya duérmete hijito, mañana tienes escuela. –Contestó su padre, sin creerle-.


-Es verdad viejito, estoy acá fuera lavando los trastes y la luz que destella Navidad es cada vez más fuerte como un faro, es como si se acercara a la Tierra –Gritó Sara a su marido-.


Sin pararse a esperar Leonardo salto de su cama y corrió hacia afuera de la casa, su padre lo siguió y su madre al verlos, corrió hacia donde estaban los dos. La luz ya los cegaba y era tal brillantez que parecía de día en ese lugar…


¿Qué pasará con Gálatas? ¿Cuál será su misión en la Tierra?


¿Qué harán Leonardo y su familia?


No te pierdas el segundo episodio de este Cuento de Navidad…

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