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Liderar sin romperse: “El cuidado como acto humano y ético

  • VANESSA TRACONIS QUEVEDO
  • 24 jul
  • 4 Min. de lectura

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“No es que el mundo esté falto de liderazgo. Lo que le falta es liderazgo humano que no se agote, que no destruya, que no olvide su causa mientras la encabeza.”

​En estos tiempos complejos, donde la desigualdad crece, los derechos se precarizan y la exigencia a quienes encabezan proyectos sociales es tan alta; al grado que el cansancio parece un rasgo común en las personas que luchan por el bien colectivo; hablar del cuidado al liderazgo puede sonar a cliché o privilegio, sin embargo, hoy más que nunca, visibilizar la humanidad de quienes encabezan proyectos, resulta realmente un acto de resistencia, porque liderar sin romperse no debería ser un lujo, sino una necesidad ética, un compromiso compartido de un equipo que aspira llevar a buen puerto la nave de un ideal común, por el que vale la pena luchar codo a codo, sin esperar a un guía, que por si solo, nos lleve a la consecución de nuestros objetivos comunes.

​Quienes estamos al frente de causas sociales, programas de salud comunitaria, fundaciones o instituciones que acompañan la vida de otras personas, sabemos que el liderazgo no es solo un puesto o una responsabilidad, es una forma de estar en el mundo, la que en muchas ocasiones tiene implícita la urgencia, la escasez, la frustración o el dolor. En esas condiciones, cuidar el liderazgo es cuidar también el corazón de los procesos que queremos transformar.

​Durante años, nos vendieron la idea de que un buen líder es aquel que “no se detiene”, que “no se cansa”, que “inspira sin quebrarse”, pero esa narrativa ha terminado por volverse insostenible y dañina,  tanto de manera personal como profesional, trascendiendo cómo uno de los mitos más marcados dentro de un concepto de líder, estableciéndolo como aquel que no solo todo lo puede, sino que debe estar siempre. 

​En muchos espacios de trabajo comunitario o en contextos de alta exigencia, la figura del líder se ha confundido con la del salvador, alguien que debe sacrificarse por todos, hasta agotarse, mientras tiene que cargar con el peso de cambiar el mundo.

​Dicho modelo debe ser superado para brindar a las organizaciones historias de éxito pleno, sostenido y permanente; por lo que hoy se necesitan liderazgos conscientes, distribuidos, empáticos, capaces de poner límites, pedir ayuda, delegar, sentir y también fallar, porque no hay sostenibilidad posible —ni institucional, ni humana— si quienes lideran lo hacen solos, sin pedir ayuda, hasta  quebrarse por dentro, arrastrando en ese proceso a la propia organización; por ello, hoy, más que nunca, debemos entender que liderar también es cuidarse.

​En dicho orden de ideas, cuidar del liderazgo no es una actitud individualista; sino que, en realidad, es una estrategia colectiva que permite sostener a largo plazo las causas justas, por lo que implica construir equipos donde no todo dependa de una sola persona, crear entornos de trabajo saludables, impulsar a personas emocionalmente estables, priorizar el descanso, revisar las cargas, evitar el burnout, escuchar las emociones y —sobre todo— recordar por qué comenzamos y para que lo hicimos estableciendo un equipo.

​La sostenibilidad humana del liderazgo es un valor indispensable en proyectos como los que impulsa Fundación RedSalud Internacional, a través de iniciativas que luchan por la equidad sanitaria, la justicia social, la inclusión, la solidaridad y el acceso a medicamentos; basados en un modelo de filantropía comunitaria, generando cambios extraordinarios en números comprobables, trazables, transparentes y medibles.

​¿Cómo un equipo puede sostener este tipo de esfuerzos si no se cuida también de quienes lo dirigen?.

​El liderazgo no puede convertirse en una trinchera solitaria, debe ser un proceso colectivo, con raíces comunitarias, con espacios para llorar y para celebrar, un lugar donde no se premie solo la productividad, sino también la humanidad.

​Las nuevas generaciones, los movimientos por la salud mental, la ética del cuidado y las culturas originarias nos están enseñando otra forma de liderar; una  más horizontal, más lenta, más reflexiva, y también más transformadora; porque en cualquier organización que pretenda el éxito en sus tareas, el poder no está solo en lo que se decide, sino en cómo se decide, desde dónde y para quién, por lo que éste nuevo concepto de liderazgo, es uno que promueve el acompañamiento y no la imposición.

​Fundación RedSalud Internacional, desde su propia trayectoria institucional y humana, ha comenzado a poner este tema en el centro; por ello, reconocemos que cuidar a quienes cuidan, sostener a quienes lideran y proteger la salud emocional de nuestros equipos, no es un lujo administrativo, sino una prioridad estructural, tal como establece Brené Brown, investigadora y autora conocida por su trabajo sobre la vulnerabilidad, el coraje, la autenticidad y la conexión humana, cuyo enfoque de liderazgo se centra en la idea de que la verdadera valentía y eficacia en el liderazgo, esta en aceptar la vulnerabilidad, propia del ser humano, para así conectar con los demás miembros del equipo a un nivel profundo y auténtico.

​El futuro que queremos construir necesita liderazgos conscientes, no perfectos, requiere a personas que se atrevan a guiar desde la ternura, la pausa, la congruencia y la dignidad, con proyectos sostenibles no solo en su impacto, sino también en alma.

​Por eso, hoy queremos decirlo con fuerza: Liderar sin romperse es posible, y sobre todo, es necesario. No podemos seguir normalizando el agotamiento como precio del compromiso, la transformación social que soñamos no llegará por sacrificio personal, sino por procesos colectivos bien cuidados, éticamente sostenidos y emocionalmente humanos.

​En un mundo que enfrenta grandes retos y que atraviesa una revolución tecnológica que cambiara los cimientos de nuestra sociedad, debemos comprender de una vez por todas que el liderazgo humano y sostenible no es una debilidad, sino nuestra mayor esperanza.

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