Mujeres indígenas buscan reivindicar su imagen y la dignidad de sus pueblos
- RUBÉN PÉREZ
- 24 ago
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Tuxtla.- “A quienes insisten en reforzar estereotipos y folclorizar la imagen de la mujer ‘indígena’ como ‘la descalza’, les recuerdo que hay mujeres de pueblos originarios dando la cara y enfrentando espacios profundamente violentos para reivindicar no solo su imagen, sino también la dignidad de sus pueblos”, afirmó Ana Ts'uyeb, cineasta tsotsil.

Comentó que si eso se hace con la intención de generar impacto o provocar reacciones, es necesario buscar otra historia, “porque esa narrativa ya fue contada —y desgastada— desde una mirada colonial. Nuestros cuerpos, nuestras vidas y nuestras historias no están para consumo simbólico ni político”.
Comentó que el hecho de que sus abuelas caminaran descalzas no fue un gesto ancestral voluntario, sino una consecuencia de la pobreza, del despojo y la marginación histórica.
Por ello, resaltó que convertir esa necesidad en símbolo estético para actos políticos o discursos identitarios, es descontextualizar la realidad de sus ancestras.
“Me resulta incoherente ver a mujeres que portan tacones en su día a día, pero que eligen descalzarse solo para ciertos eventos públicos, como si eso garantizara una conexión ‘auténtica’ con la identidad de los pueblos originarios”, argumentó.
Para ella, agregó, no se trata de juzgar decisiones individuales, sino de cuestionar cómo incluso como mujeres pueden reproducir representaciones que fueron impuestas desde fuera y que, al final de cuentas, reducen su identidad a un gesto visual vacío de contenido político.
“Y sí, algunas mujeres de pueblos originarios también folclorizan su imagen. No porque ser ‘indígena’ implique eso, sino porque las estructuras que organizan el poder, la representación y la visibilidad nos empujan a encajar en moldes impuestos”, aseveró.
Comentó que muchas veces, para ser escuchadas o validadas, se espera que actúen, hablen o se muestren como lo haría una “mujer indígena típica”, según el imaginario dominante.
Añadió: “Ahí es donde radica la trampa: nos obligan a representar una versión estereotipada de nosotras mismas para poder existir en el espacio público. Este tipo de representación puede llegar a ser funcional al sistema que dice incluirnos, mientras sigue marginando nuestras verdaderas luchas políticas. La descolonización no pasa por quitarse los zapatos, sino por desmontar las estructuras de poder que nos imponen cómo debemos vernos, hablar y actuar”.
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