Naima Cárcamo impulsa un modelo agroforestal con la pitahaya
- REDACCIÓN
- 24 sept
- 2 Min. de lectura
En el municipio de Suchiapa, Chiapas, Naima Cárcamo, psicóloga de formación y agricultora por elección, ha convertido el rancho El Brasil en una escuela de vida, un centro de investigación agroforestal y un punto de encuentro para estudiantes, científicos y colaboradores.

“El rancho es como mi mamá, es mi maestro de vida”, confiesa Naima, sin formación agronómica ha construido su camino desde la humildad y el trabajo en equipo, comparte en entrevista. Con la guía de especialistas y el apoyo de universidades e instituciones, ha impulsado dicho modelo de producción basado en el conocimiento compartido y la observación constante.
Rancho El Brasil ha recibido estudiantes de la UNICACH, ECOSUR, la Universidad Politécnica y otras instituciones provenientes de estados como Veracruz, Mérida, Zacatecas y Chetumal. Gracias a una colaboración con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), han podido documentar el comportamiento de más de 20 variedades de pitahaya, incluyendo registros detallados sobre crecimiento, lluvias, temperatura y floración.
“Tenemos ya nueve tesis, ocho de licenciatura y una de maestría, todas relacionadas con el tema agroforestal. Aquí todo se evalúa antes de salir al mercado, desde el tamaño de la fruta hasta su periodo de maduración”, explica Naima. Esta semana, con orgullo, celebran haber concluido la quinta cosecha del año, superando los 750 kilos de fruta.

El camino no ha sido fácil. Este año, la temporada de siembra de maíz y frijol redujo la disponibilidad de mano de obra, obligando a Naima y su equipo a levantar la cosecha por cuenta propia. “Aquí somos una familia, compartimos los alimentos, celebramos juntos el Día del Niño y la Navidad. El rancho lo hacemos entre todos”, comenta con una sonrisa.
Además de la producción de pitahaya, el rancho ha diversificado su oferta con productos transformados como aguas frescas, mermeladas, paletas y yogur artesanal que comercializan en tianguis locales. “Todo lo que sembramos ha sido evaluado. No vendemos nada que no haya sido probado antes, esa es nuestra garantía”, afirma Naima.

“Dios y el universo me pusieron en este rancho”, dice al recordar cómo nació su conexión con la tierra. “Siempre tuve algo guardado en el alma… cosechaba maíz, calabaza, pero la floración de la pitahaya me encantó. Ahí supe que había encontrado mi lugar”.
Con un vivero que produce más de 15 mil plantas al año y una creciente red de aliados en todo el país, Naima Cárcamo considera que el amor por la tierra puede cultivarse sin necesidad de títulos agrícolas.
Comentarios