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  • ALEJANDRA OROZCO

¡Que viva San Marcos!

Tuxtla.- Este 25 de abril, se conmemoró el tradicional día de San Marcos, entre muchos ritos y costumbres de ascendencia zoque, la unión de su misticismo y el fervor católico por el cual hombres y mujeres se reunieron en el atrio de esta importante catedral, como cada año, para elaborar los tradicionales joyonaqués con la flor de mayo.


Para ellos, ser ramilleteros es un orgullo y un arte que empiezan a aprender desde muy pequeños, a decir de los maestros cada vez son menos quienes sienten este llamado, por lo que año con año se va perdiendo la tradición que ellos se resisten a dejar morir, buscan a toda costa rescatarla y que prevalezca.

“Es maravilloso que todos los muchachos, los jóvenes participen, cuando menos estoy pensando 10 años, 11 años, que ellos lo inicien porque no somos eternos”, señaló don Jorge, ramilletero tradicional, y es que cada 25 de abril, estos artesanos se reúnen en la catedral de San Marcos Evangelista, en el corazón de la capital, que se vuelve su lienzo y su escenario, los curiosos se acercan para ver la elaboración, que ya es un ritual para esta cultura.


“Esta tradición es muy antigua para nosotros, lo aprendimos en el pueblo, en el antiguo pueblo de San Bartolomé de los Llanos, hoy Venustiano Carranza, hay que pedirle a Dios con esta bendición de la ofrenda que hacemos, esta que estamos realizando ahorita, preparando, es parte del material que se usa para hacer las ruedas de flores, esta es una planta que se llama azucena”, explica don Francisco.

Para don Manuel, esta tradición que traen desde su natal Carranza se remonta a sus ancestros, que les han dejado este conocimiento y les ha gustado llevarlo a cabo, para lo cual utilizan la flor de mayo, la flor amarilla y la flor de azucena; “esto, lo que estoy haciendo yo, es una cruz que estoy elaborando, el proceso es que se van enrollando las hojitas, luego, ya después se le pone la florecita también enrollado, a modo que quede bien presionadito, para que esto no salga y ya le ponemos la decoración”, narra.


Así, combinando diferentes colores, olores, ensartando agujas e hilos con el ixtle -por eso se le dice ensarta de flor-, los ramilleteros van formando las estructuras con los rollitos de hojas o cigarros, como les llaman, luego los colocan ante el altar del santo, la fiesta se torna meramente zoque, están presentes todos los cargos importantes, mientras que las mujeres llevan la comida tradicional. 

“Ahorita el café, ya de ahí el desayuno, que se está dando, ya al rato se le va a dar pozol de cacao o blanco, ya más tarde, como las dos de la tarde ya se les da la comida, chanfaina, molito lo que sea, ya las otras dos comideras vienen a dejar la comida”, señaló doña Margarita.

Aunque con los años esta festividad ha ido cambiando, pues rara vez hay verbena popular o artistas, como en sus mejores años, esta parte de la costumbre zoque no se pierde, puntualmente acuden a la cita los representantes de esta cultura, que sigue viva y latente en nuestra entidad multicultural.

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