¿Qué se ha logrado con el Sistema Nacional Anticorrupción?
- EDITORIAL
- 14 jul
- 3 Min. de lectura

La finalidad del diseño y de la puesta en marcha del Sistema Nacional Anticorrupción en 2015 sí, ya hace más de 10 años fue que las más importantes autoridades de prevención, detección y sanción de la corrupción trabajaran al unísono, de manera coordinada, justamente para trabajar en esas materias, pero sobre todo para llevar casos prioritarios a su seno, para dar respuestas y soluciones. Casos que representaran un daño al país por su impacto social, mediático, por el dinero involucrado y también, por qué no decirlo, por las figuras involucradas. El Sistema nació en uno de los sexenios con más corrupción en la historia de México, el de la Estafa Maestra, el de la Casa Blanca, entre otros, aquel gobierno que se tomó fotografías y llenó primeras planas para decir que estaban en una cruzada decidida para combatir la corrupción, aquel mes de junio de 2015 cuando se presentó la reforma constitucional al artículo 113. Este impulso nació con una sociedad civil comprometida, que involucró a más ciudadanía a través de más de 600 mil firmas que lograron volver la “3 de 3” una realidad, para que hoy miles de servidores públicos rindan cuentas sobre su situación patrimonial, fiscal y de intereses. Fue un hito, sí, pero no suficiente para detectar o investigar casos de corrupción. La Plataforma Digital Nacional prometía sistematizar y ser una herramienta única en el mundo, por medio de la cual tendríamos una plataforma que ofrecía todo lo que las autoridades investigadoras y la ciudadanía incluso necesitaban para hacer cruces de información de manera automatizada y así desmantelar casos de corrupción. No solo no pasó, la PDN sigue siendo uno de nuestros más grandes retos. En este llamado a fortalecer el SNA y hacer que funcione al cumplir 10 años, la apuesta es colaborar para alcanzar las expectativas de aquella ciudadanía crítica y propositiva que participó hace una década, así como las de autoridades y academia. Más allá de la PDN y de la Política Nacional Anticorrupción las dos herramientas por excelencia del SNA la idea era que la ciudadanía tuviéramos la llave a un espacio privilegiado, institucionalmente hablando, para llevar de primera mano la voz de millones de personas que sufren los estragos de la corrupción. Justamente en el diseño del SNA se pensó no solo en poner a la ciudadanía en el corazón del sistema, sino en que esta figura fuera quien presidiría el sistema y los esfuerzos de las siete autoridades que componían el Comité Coordinador (ahora ya sin el INAI). Eran y siguen siendoesos ciudadanos consagrados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos quienes serían la llave para poner sobre la mesa casos de corrupción y lograr su atención por parte de las autoridades. La ciudadanía y todos los expectantes, propios y extraños, vieron esta posibilidad como una luz al final del túnel, donde, obviamente, los ciudadanos no defraudarían a otros ciudadanos, y empujarían para que se discutieran grandes casos de corrupción, se rindieran cuentas por parte de cada institución y, sobre todo, se lograran las tan anheladas sanciones. No hay que omitir que las propias autoridades podrían proponer casos para su atención prioritaria; las facultades y los mecanismos se tienen. En los primeros años del nacimiento del SNA se discutía si incluir a invitados permanentes para dar seguimiento a grandes casos; por ejemplo, se pensó en incorporar a la UIF, también al SAT. El ímpetu era claro: controlar la corrupción. Si todos sentados en una misma mesa podemos estudiar y diseccionar un caso de corrupción, es más probable que encontremos soluciones, más aún, que se procure la no repetición. A diez años del SNA, solo se han propuesto dos casos emblemáticos. Las herramientas están, pero ha faltado voluntad. Lo más factible si alguien de un país de la región me hablara de esta anomalía sería pensar, sin titubear, que se trató de las autoridades bloqueando esta posibilidad. Sorpresa: fue la ciudadanía. Aquella que se pensó sin intereses partidistas, con experiencia en fiscalización, rendición de cuentas y proveniente de la academia, la sociedad civil y el sector privado; es quien no ha querido girar la llave. ¿Qué podría salir mal si todos estarían colaborando y, además, los ciudadanos estarían ahí para señalar los temas? La ciudadanía sabe lo que nos importa. Un ciudadano no nos quedará mal, esa era nuestra apuesta. Porque la receta de otro político que nos salvara de este mal ya no era opción. Es decir, una cerradura con un entramado complejo, sí, pero donde los ciudadanos tenían la llave que se ajustaba a esa cerradura para destrabar los males burocráticos, de esas figuras escabrosas, con tentáculos o míticas, dignas del Leviatán de Hobbes.






Comentarios